Sección - Marinero en tierra
Hace unos días apareció una noticia curiosa sobre la
selección de maestros. Con toda la intencionalidad del mundo, las autoridades
educativas de Madrid hicieron pública una información sobre las respuestas de
los candidatos a maestros en las oposiciones. Quienes construyeron la noticia dieron
a conocer algunas respuestas sorprendentes que escandalizaron a la opinión
pública: el 93% de los candidatos no sabía convertir 2 Kg 30 gr en gramos, algunos
localizaban las gallinas entre los mamíferos, o que casi el 40% de los
candidatos no sabía ubicar en el mapa dónde están Ávila o Pamplona. ¡Menos mal
que no les preguntaron por Teruel!... que también existe.
Además de esta información, también sería bueno difundir
algún estudio sobre los valores educativos y culturales que se han promovido
desde algunas series de televisión donde no sólo se minusvalora la figura del
maestro sino que se le desprecia. Recordemos exitosas series para ESO-nautas como
las de Al salir de clase o Física y Química, incluso otras más
recientes como Los Serrano, donde los
guionistas no dejaban bien parados a los maestros, la escuela o el estudio. Si,
además, los concursos y programas de televisión idealizan figuras que presumen
de no leer, estimulan el mal gusto, incentivan la envidia y promueven la
cultura del pelotazo, no podemos extrañarnos de estas respuestas.
A este factor cultural podríamos añadir otros factores
directamente relacionados con la administración educativa. El central, primario
y más grave está relacionado con el reduccionismo administrativo de las
actividades educativas. Me refiero al hecho de que el magisterio se plantea
como simple función docente, como si acompañar, enseñar, formar, querer y
capacitar a nuestros hijos fuera la variable mecánica de un sistema. No sólo ha
desaparecido la ejemplaridad o autoridad del docente sino que la administración
educativa se ha convertido en una maquinaria implacable que transforma cualquier
vocación docente en una maratoniana carrera
de obstáculos.
Este peligroso cáncer burocrático se ha trasladado a la formación,
docencia, dirección e inspección educativa, cuatro funciones que deberían
revisarse para no penalizar a maestros
rellenando estadísticas, cumpli-mientando (de cumplo y miento) papeles y escribiendo
absurdos impresos sin valor educativo. Además de hacer severa autocrítica y en
lugar de mirar hacia Finlandia o neurotizarse con las evaluaciones, las
administraciones educativas deberían estimular, incentivar y promover la
vocación docente. La escuela que tiene un maestro con vocación tiene un tesoro.
Agustín DOMINGO MORATALLA
Para el viernes 22 de Marzo de 2013, en LAS PROVINCIAS.
GRUPO VOCENTO
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