Cuando se te presente la ocasión de subir al monte, no la desaproveches. La experiencia de la subida -cuestas, senderos empinados, piedras, zarzas...- puede resultar muy costosa, pero resulta gratificada al alcanzar la cumbre después de un esfuerzo tenaz y poder contemplar, desde allí, la maravilla de la creación y, a la vez, la pequeñez del ser humano. Esta es la experiencia de la propia vida: Una cumbre que hay que conquistar con tesón y que, una vez alcanzada, te permite una perspectiva diferente que te ayuda a relativizar muchas cosas, a no poner el corazón en lo que no merece la pena.
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