Soy de sueño profundo por lo
que no es fácil despertarme. Gracias a mi despertador que cada día acude en mi
auxilio puedo llegar a mi hora al trabajo.
En cambio en la madrugada del
jueves 28 de febrero una tormenta llegó a despertarme aunque no hizo que mi
ánimo se viniera abajo pues sabía, por la información meteorológica, que el
jueves no llovería.
Y así fue, el día amaneció
claro y frío. Nos despertamos a las ocho de la mañana e hicimos lo que se ha
convertido en una liturgia para nosotros. Hetepheres avisa a su madre para
llevarla a Misa mientras yo actualizo el blog tomándome un buen café muy
cargado.
En medio de dicha
actualización, el día daba para mucho porque era el último del Pontificado de
Benedicto XVI, recibo en mi móvil un mensaje de mi amigo Berna Barea con una
imagen de Villaluenga del Rosario nevada. La noche anterior había vestido de
blanco las casas, las calles, la sierra, todo. Me decía: “Buenos días desde
nuestro pueblo”. Le contesté que pronto nos veríamos allí pues dentro de un par
de horas estaríamos por las calles de nuestro bendito pueblo.
Una vez terminado el blog, me
arreglé, dispuse todo lo que tenía que llevarme, Hetepheres también tenía todo
preparado, dejamos a Conchi en casa de su hermana y emprendimos viaje hacia
Villaluenga del Rosario.
A lo lejos, mientras íbamos de
camino, veíamos las cimas de las montañas con una bella capa blanca de la nieve
caída durante esa madrugada aunque las carreteras estaban perfectas para
circular.
Al llegar a nuestro pueblo nos
acogió con los montes nevados así como los tejados guardaban, todavía, un poco
de nieve como si hubieran esperado a que
nosotros llegáramos para mostrárnoslo.
Cuando llegamos a casa,
desembarco de las cosas que llevábamos y mientras Hetepheres aparcaba yo me
encargaba de ir guardando las mismas. En la casa, a pesar de los días
transcurridos sin estar allí, se estaba más caliente que en la calle en el que
frío era muy penetrante.
Cuando mi mujer llegó se
encargó de encender la chimenea y decidimos comer en casa. Mientras ella iba a
“La Covacha” a comprar algunas cosas yo me quedé en casa leyendo. Al salir me
dijo que le diera el paraguas porque estaba nevando. Pequeños y finos copos de
nieve caían del cielo de forma suave y uniforme.
Al llegar a casa ya había
parado de nevar y mientras los dos disfrutábamos de la chimenea observamos por
el cristal que una todo el horizonte se cubría de blanco y que nevaba con
insistencia. Era un placer para la vista, para los sentidos el ver nevar desde
la ventana de tu casa que envolvía con su calidez gracias a la chimenea.
Después de almorzar vino Mateo
para traernos leña, lo vi muy cansado y nos contó el duro día que llevaba, por
culpa de la nieve, con el ganado. Mateo es de esos hombres luchadores,
trabajadores hasta el extremo aunque nunca pierde la sonrisa y los buenos
modos. Tiene una vida dura aunque él la hace sencilla.
Me dormí, dormí una plácida y
acogedora siesta hasta poco antes de la cinco de la tarde que me despertó
Hetepheres para ver la salida de Benedicto XVI del Vaticano, de lo que era su
despedida como Papa de la Iglesia Católica. Sabíamos que en muchos lugares del
orbe mundial, y en España en particular, sonarían las campanas a esa hora como
homenaje al Santo Padre, como despedida a Benedicto XVI en lo que ha sido un magistral Magisterio al frente de
la Iglesia Católica. La verdad es que esperábamos escuchar el repique de las
campanas en Villaluenga porque el Párroco se había mostrado muy admirador de la
figura del ahora Obispo Emérito de Roma aunque las campanas no sonaron de forma
extraordinaria, no repicaron sino que dieron la hora como es habitual. Nos
sorprendimos aunque no le dimos
importancia. El sábado le preguntaríamos a D. Francisco Párraga esta inquietud nuestra y digo el sábado
porque aunque el jueves es el día de Misa ordinaria en Villaluenga del Rosario
el Párroco nos anunció el domingo pasado que por ser fiesta esta Misa quedaba
suspendida. La verdad es que no entendimos ese razonamiento porque al ser
fiesta era mejor motivo para que no se suspendiera porque habrían muchas más
personas en el pueblo. Como así fue.
A eso de las seis de la tarde
bajé un rato al Casino. Cuando salí de casa nevaba, pequeños copos de nieve
caían del cielo sobre mi cuerpo y cuando llegué al Casino y me quité el
sombrero los mismos cubrían parte del mismo. Allí estaba Fernando con su suegro
echando una partida de cartas así como Rubi, Berna y todas las mujeres y novias de todos los buenos amigos de mi
querido pueblo. También estaba Alex, como siempre jovial, algún día hablaré de este chico que con sus valores podemos aprender mucho. Los saludé a todos y me puse en la barra. Estuvimos viendo
“Andalucía Directo” en Canal Sur porque salía nuestro pueblo a causa de la
nevada así como una serie de entrevistas a pie de calle a varios de nuestros
vecinos. La primera ronda fue cosa mía, la segunda de Fernando y si hubiera
seguido así todavía estaría en el Casino. Una buena copa de brandy de Jerez, un
brindis por Villaluenga del Rosario, por nuestro querido pueblo, una buena
tertulia con mucho que conversar, más que departir. Risas y buen ambiente así
se me pasaron pronto dos horas y media. Más tarde se unieron, entre otros, Pedro, Gabriel y Diego. A eso de las nueve menos cuarto me
despedí de todos los presentes y me marché para casa porque mi querida mujer
estaba allí , delante del calor de la chimenea, y quería estar con ella. Antes
de dirigirme para el hogar necesitaba que el frío puro refrescara mi cara y por
eso me di una pequeña vuelta por el pueblo. Empezamos nuestra conversación que
duró cerca de hora y media. A la hora que llamó su madre aproveché para darme
una cálida ducha para después ver un poco la tele y cenar.
Antes de acostarnos decidimos
que al día siguiente haríamos una caminata desde Villaluenga hasta Benaocaz.
Caminaríamos cerca de 10 kilómetros, eso si no empezábamos otro sendero que nos
encontráramos por el camino, como así sucedió, y con esa intención, nos derrotó
el sueño y nos fuimos a la cama. Queríamos leer un poco, pero los ojos se
entornaron y solo nos dio tiempo a apagar la luz.
Dormir en Villaluenga del
Rosario es uno de los placeres más reconfortantes para el cuerpo que pueden
existir porque se une la máxima tranquilidad, con el sosiego y el silencio
absoluto.
Así concluyó el primero de los cuatro días que he pasado en Villaluenga del Rosario. El resto lo contaré en siguientes entregas de este apartado llamado "desde Villaluenga".
Villaluenga del Rosario nevada. Las siguientes tres fotos son de mi amigo Bernabé Barea
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