Cuando estamos atareados no tenemos tiempo de preocuparnos y molestarnos por males que pueden muy bien no llegar nunca. La preocupación es uno de los más insidiosos de todos los malos hábitos. Cuando nos preocupamos, nos sentimos muy atareados. ¡Después de todo, estamos preocupándonos! Pero la preocupación es una actividad falaz. Drena nuestra energía, destruye nuestra esperanza y nos deja con las manos vacías y los corazones doloridos.
Cuando te sientas preocupado, tienes dos elecciones: En primer lugar, si hay algo que puedas hacer acerca de tus preocupación, hazlo. Si, por ejemplo, te preocupa si tus neumáticos están perdiendo el dibujo, hazlos comprobar. No simplemente te incomodes y preocupes preguntándote si se están desgastando. En segundo lugar, si no hay nada que puedas hacer di una oración, pasa tu preocupación a Dios y encuentra algo práctico con que distraer la mente.
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