En la educación, como en todo en la vida, pero todavía más en la educación, siempre hay contraindicaciones. Habíamos tenido una idea genial con la tarea de mi hijo. La llamamos «cuentas sin darte cuenta» y consistía en colarle las multiplicaciones en los momentos más inesperados: mientras se vestía, en las letras de crédito de una película o cuando esperábamos a que su hermana saliese del baño. Así iba haciendo la tarea sin notarlo.
Hasta que hemos caído en la cuenta (precisamente) de que las hace mucho mejor en ese modo disperso que cuando se concentra. Cuando se concentra se le va bastante energía en concentrarse y aparecen unas fuerzas centrífugas que lo dispersan. Multiplica mucho mejor con el subconsciente, diríamos. El cumplimiento profesional del deber, tan solemne y puntilloso, le confunde.
Entonces, porque a mí también me pasa, he pensado que el método subrepticio de la tarea inesperada (como una guerra de guerrillas, eso tan español) tenía sus efectos colaterales. Bien está, por supuesto, llegar todas las mañanas con sus deberes cumplidos y las multiplicaciones hay que multiplicarlas, pero el trabajo en casa va más allá de la mera contabilidad. Está el reto moral de hacerlo y quizá eso se lo estábamos escamoteando a base de pragmatismo y picaresca.
Sentarse a trabajar a una hora fija y con la voluntad de hacerlo puede ser más importante que sacar fuera el trabajo. Sobre todo cuando una facilidad para las matemáticas te lo pone muy fácil en los resquicios de la diversión o la rutina.
El quid es aplicarse; y aplicarse el cuento a uno mismo. ¿No estaremos, a lo tonto, haciendo también nuestras cuentas sin darnos cuenta porque ponemos la cabeza en otras cosas, aunque tengamos la picardía de ir cumpliendo los deberes cogiéndoles las vueltas gracias al peralte de las curvas? Insiste Gregorio Luri en que la atención es el nuevo coeficiente intelectual, esto es, que sólo podemos vivir una vida profesional y personalmente plena si somos capaces de estar concentrados en lo que hacemos a cada momento. Ni el estrés ni las nuevas tecnologías ayudan.
¿Cuántas cuentas no estamos sacando sin darnos cuenta? Un buen propósito para hoy, para el hoy nuestro de cada día, es salir a la calle con un plus de atención. La atención es el nuevo coeficiente intelectual, pero fue siempre el coeficiente poético y el secreto del placer de vivir dándose cuenta del inmenso privilegio.
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