Como boicoteador me boicoteo. No tengo futuro como boicotero. Me invitan a hacer un apagón televisivo porque sale Arnaldo Otegui entrevistado en la 1º de TVE. Me indigna el hecho y la estrategia. Me parece muy sospechoso el movimiento en una televisión que, como quedó comprobado con los debates electorales, Pedro Sánchez maneja a pacer. Asquea ver hasta dónde hemos llegado en la normalización del terrorismo. Pero no puedo apagar el televisor porque en casa lleva lo menos nueve meses apagado. Se estropeó y nadie ha hecho por arreglarlo.
Me pasa con una frecuencia desalentadora para mi porvenir como activista social. Nos disponíamos a hacer un boicot a Netflix por sus intentos de presión contra las leyes pro-vida en Norteamérica. En realidad, era un boicot reactivo, porque Netflix fue la que amenazó con no rodar en Georgia si este estado endurecía democráticamente la ley del aborto. Causa más justa no hay; sin embargo, hace dos o tres años, cuando una serie de chistecillos con ETA, precisamente, ya me borré de Netflix. Con lo bien que hubiese quedado mi apoyo al Estado de Georgia, ya no puedo.
Me pasa lo mismo con las críticas literarias. Si un libro empieza a no gustarme, lo dejo enseguida. Para criticarlo, tendría como mínimo que leérmelo, aunque lo suyo sería leérmelo dos veces. Resultado: jamás seré un crítico bueno porque sólo leo lo bueno. Un crítico crítico pata negra tiene que tener un punto masoquista porque ha de leer profundamente cosas que no merece la pena leer ni por encima para decir, encima, que no merecen la pena de leerse. No veo claro el negocio.
Boicotearía los productos independentistas, pero son catalanes y, por ende, españoles.
Ni como simple votante. Cualquier político hace un dislate y me pongo muy indignado a decir «Ya no les voto más…» hasta que caigo en que nunca jamás les voté o hace tiempos inmemoriales.
Sufro tantas dificultades de tiempo y de dinero para seguir a quien me gusta, para leer lo que me apasiona, para ver películas clásicas…, que no me puedo permitir el requisito previo del boicot, el pre-boicot, como quien dice, que es ser usuario.
Es una cuestión de edad. Quizá los más jóvenes de mis lectores aún tengan un margen muy generoso de cosas que boicotear a gusto. Yo les diría, en plan abuelo cebolleta, que lo aprovechen: Carpe boicotem. Luego llegan los años y te encuentras que te has autoboicoteado del todo como boicoteador.
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