La figura de María es la protagonista de la liturgia de este cuarto domingo de Adviento, 23 de diciembre, y así lo puso de relieve el Papa Francisco en su reflexión previa al rezo del Ángelus en la Plaza de San Pedro del Vaticano.
“Fijemos la mirada en ella, que es modelo de fe y de caridad”, propuso el Pontífice, “y preguntémonos: ¿Cuáles eran sus pensamientos en los meses de espera? La respuesta la encontramos en el fragmento del Evangelio de hoy, en el que se narra la visita de María a su anciana pariente Isabel”.
Francisco destacó las palabras de Isabel a María: “¡Bendita tú entre las mujeres, y bendito el fruto de tu vientre! ¿Quién soy yo para que me visite la madre de mi Señor? Pues, en cuanto tu saludo llegó a mis oídos, la criatura saltó de alegría en mi vientre. Bienaventurada la que ha creído, porque lo que le ha dicho el Señor se cumplirá”.
“Es evidente –continuó el Santo Padre– el contraste entre María, que ha tenido fe, y Zacarías, el marido de Isabel, que no había creído en la promesa del ángel y que por ese motivo se había quedado mudo hasta el nacimiento de Juan”.
Este episodio evangélico “nos ayuda a leer con una luz particular el misterio del encuentro del hombre con Dios. Un encuentro que no se produce con asombrosos prodigios, sino más bien bajo el signo de la fe y de la caridad”.
De hecho, “María es bienaventurada porque ha creído: el encuentro con Dios es fruto de la fe. Zacarías, por el contrario, que no había creído, quedó sordo y mudo, para que pudiera crecer en la fe durante el largo silencio”.
La enseñanza es clara: “sin fe se permanece inevitablemente sordo a la voz consoladora de Dios, y se queda incapaz de pronunciar palabras de consuelo y de esperanza para nuestros hermanos”.
“La fe, a su vez, se alimenta de la caridad”. María, en vez de acudir rápidamente a ayudar a Isabel “se podría haber quedado en casa para preparar el nacimiento de su hijo. En cambio, se preocupa de los demás antes que de sí misma, demostrando con los hechos que ya es discípula de ese Señor que lleva en su vientre”.
De ese modo, “el evento del nacimiento de Jesús comenzó así, con un simple gesto de caridad. La caridad auténtica siempre es fruto del amor de Dios”.
“El Evangelio de la visita de María a Isabel nos prepara para vivir bien la Navidad, comunicándonos el dinamismo de la fe y de la caridad. Este dinamismo es obra del Espíritu Santo: el Espíritu de Amor que fecundó el vientre virginal de María y que la empuja a acudir al servicio de su pariente anciana”.
Se trata, concluyó el Papa, de “un dinamismo lleno de alegría, como se ve en el encuentro entre las dos madres, que es todo un himno de exultante alegría en el Señor, que realiza grandes cosas con los pequeños que se fían de Él”.
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