Tal vez el más importante de los antepasados de Papá Noel sea Nicolás de Mira, luego conocido como San Nicolás de Bari. Nació en el Siglo III, aproximadamente (de esos tiempos no se tienen demasiadas precisiones) en el año 270. Su familia tenía una excelente posición económica y eran devotos cristianos. Vivían en lo que hoy es Turquía. Pero sus padres fallecieron víctimas de la peste siendo Nicolás adolescente. El joven heredero donó toda su fortuna a los más necesitados y se dedicó al sacerdocio en la actual Turquía. Prontamente fue nombrado obispo de Mira. Las versiones del meteórico ascenso son varias e imprecisas. La leyenda hagiográfica habla de una disputa irresuelta entre sacerdotes que lo encontró en el momento preciso en el lugar indicado. Había muerto el obispo de Mira y no se ponían de acuerdo en quién debía ser su reemplazante; hasta que alguien hastiado de la situación dijo que sería consagrado obispo de la ciudad el próximo sacerdote que ingresara al templo. Y ese fue el joven Nicolás. Aunque ya no se pueda comprobar nada de eso, probablemente, la historia real tenga menos de casual y el poderío económico de su familia haya tenido mucho que ver.
A Nicolás se lo suele describir blandiendo una personalidad decidida pero con carácter amable. Decisiones firmes y buenos modos con una gran capacidad de oratoria y sentido práctico, virtud de la que han carecido (y carecen) muchos religiosos. En su lucha contra el paganismo hizo derribar el templo dedicado a Artemisa y fue uno de los principales impulsores de la condena al arrianismo (negaba la divinidad de Cristo) en el Concilio de Nicea. Como gran parte de los personajes públicos y cristianos de la época fue perseguido y encarcelado. Hasta se sostiene que uno de los castigos que le infligieron fue la quema de su barba. Y que mientras el penetrante olor al pelo quemado inundaba la sala, el calor subía hasta sus ojos, y la piel del rostro empezaba a lacerarse por el fuego, Nicolás siguió firme en su diatriba contra la adoración a dioses paganos. Finalmente, años después el emperador Constantino lo liberó de la prisión.
Murió en Myra el 6 de diciembre del 343 (también pudo haber sido en el 344 o en el 345 o, tal vez, en el 353: nadie sabe con certeza). ¿Por qué se lo conoce como San Nicolás de Bari si vivió, triunfó y murió en Mira? Porque tras la invasión musulmana, 700 años después de su muerte, un grupo de fieles sacó de la ciudad, a escondidas, sus reliquias y las trasladó al ciudad italiana, donde se encuentran en la actualidad. Esta doble radicación y la atribución generosa de múltiples milagros hace que San Nicolás -para algunos de Mira y para otros de Bari- sea venerado tanto en Oriente como en Occidente. Su nombre era invocado ante catástrofes naturales, peligros inminentes, tragedias, naufragios y demás desgracias. Su nombre se difundió por todo el mundo. Tanto es así que llegó a haber más de dos mil templos dedicados a él. Es patrono de Turquía, Grecia y Rusia. Y también es a quien oran los marineros en caso de tempestades violentas.
Todos estos datos e informaciones son más que inciertos. Las primeras biografías (hagiografías, en realidad) que se intentaron sobre él se encararon a casi dos siglos de su muerte. Por lo tanto, más que en testimonios o en documentos, la información proviene de leyendas orales que se fueron transmitiendo de generación en generación. Eran tiempos difíciles y estos relatos orales solidificaban la comunidad, y la construcción de héroes o santos se hacía necesaria más allá de la precisión en los datos biográficos. Son muy escasos los datos fehacientes que se cuentan sobre San Nicolás. Esa carencia es proporcionalmente inversa a su popularidad.
Dentro de los milagros atribuidos a su figura hay uno que lo relaciona con los chicos. Un criminal había herido de muerte a tres niños (otros dicen que eran tres niños que se habían caído ¡simultáneamente! de un árbol) y que las oraciones de Nicolás permitieron la cura milagrosa. Otra leyenda habla de que en una casa muy necesitada, con tres hijas, lanzó tres monedas de oro por la chimenea y estas cayeron dentro de tres medias. Suena conocido.
La relación de San Nicolás con Papá Noel dista de estar totalmente clara. Un indicio podemos encontrarlo en esta última leyenda mencionada. Otros sostienen que el 6 de diciembre, día de su santoral, se entregaban dulces y regalos a los niños en virtud de la cercanía y compasión por estos que mostró a lo largo de su vida. Y que esta costumbre dio inicio a la tradición de Papá Noel.
Lo de Santa Claus proviene de su condición de santo y del diminutivo de su nombre en alemán (Niklauss). O podría provenir también de Sinterklaas, el nombre con el que se conocía al santo en Holanda, lugar en el que era muy venerado, y que el escritor norteamericano Washington Irving deformó en Santa Claus a principios del Siglo XIX. En su obra Knickerbocker's History of New York Irving satiriza entre otras cosas a la enorme colonia holandesa de Nueva York y convierte a Santa Claus en alguien llegado en barco del Viejo Continente que reparte regalos a los chicos lanzándolos por las chimeneas. Este personaje se convirtió en "El guardián de Nueva York" y su popularidad fue enorme. Unos años después en 1823, un poema anónimo (recién cuarenta años después Clement Moore se adjudicó su autoría), Una vista de San Nicolás, también tuvo una increíble repercusión. Y fue vital para difundir la figura de Santa Claus y la nueva fisonomía que iba adquiriendo. Todas las representaciones gráficas de San Nicolás de Bari hasta mediados del siglo XIX lo mostraban como alguien enjuto, espigado, con barba rala y mirada firme. Nada de ese viejito afable y rechoncho que conocemos hoy. Con el libro de Washington Irving y el poema de Moore, el personaje de Santa Claus fue adquiriendo peso, portaba una larga y fina pipa y tenía barba abundante. Las novedades del poema de Moore exceden a los kilos que habría ganado Papá Noel. Allí aparecen por primera vez el trineo tirado por renos y las grandes medias en las que se depositan los regalos que se entregan cercanos a la época navideña.
Hubo que esperar hasta 1864 para que la imagen de este personaje se fuera unificando. Thomas Nast en unas ilustraciones para Harper's Weekly lo dibujó bajo, con rasgos de duende, anciano, con su pipa y el traje característico.Hasta ese momento cada uno lo dibujaba cómo le parecía. Había Santa Claus que eran bajitos, otros altos, también flacos, gordos, lampiños, risueños o algo malignos. Los dibujos de Nast se difundieron rápidamente y su Papá Noel se convirtió en la imagen icónica. Entrado en kilos y en años, con barba cana , enorme bigote manubrio, pipa holandesa y pómulos salientes. Como la mayoría de las publicaciones eran en blanco y negro no todos sabían que el color del traje era el rojo con el pompón del gorro y el cinturón blancos. Muchos lo pintaban de verde todavía. Nast se inspiró en el ropaje de los obispos para darle color a la ropa de su personaje.
Ya en 1931, la Coca Cola le encargó los dibujos de una campaña al ilustrador descendiente de suecos Haddon Sundblom quien definitivamente brindó al personaje los rasgos actuales. Un anciano rechoncho, afable, simpático e inofensivo. El mito sostiene que los colores de su ropaje fueron inspirados por la Coca Cola pero lo cierto es que ya en representaciones anteriores el rojo y el blanco eran los colores de Papá Noel. Año a año, hasta mediados de los sesenta, Sudblom fue actualizando sus dibujos de Papá Noel asociándolos a la gaseosa cada diciembre.
Antes del comienzo del Siglo XX la leyenda de Papá Noel se diseminó por el mundo. Todos fueron sabiendo que llegaba, proveniente del Polo Norte, en Navidad, cargado de regalos, con su trineo tirado por renos y que iba dejando casa por casa sus regalos a los chicos.
El periodismo no está hecho para repetir obviedades. Pero en algunas (pocas) circunstancias se convierte en obligatorio. Esta nota recoge versiones, tradiciones, varias imprecisiones y algunas leyendas. Uno de los pocos datos fehacientes que contiene es el que sigue, que aunque sea vastamente conocido nunca está de más recordar. Como todos sabemos, Papá Noel existe.
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