Varias veces he celebrado la magnífica idea que tuvo mi admirado Mario Quintana. El poeta brasileño mandó a su periódico una columna titulada "Pereza" que consistía en un folio en blanco, inmaculado. Lamentablemente, el director le preguntó si quería también un cheque en blanco a fin de mes y que hiciese el favor de escribir algo ya. El poeta, que también tenía que comer, rellenó su folio como pudo.
Tan perezoso como Quintana acaricio de continuo esa tentación, y con otros títulos, como "Gripe" o "Tarde corrigiendo exámenes"; y algunos más alegres, tales como "Enamorado", "Jugando con los niños", "La primavera ha venido y he salido a contemplarla" u "Hoy ninguna de mis ideas valía su tiempo (de usted) que es oro". Lea mejor a José Joaquín". Pero no he querido tentar a mis jefes.
Hoy querría hacer lo contrario. Escribir una columna absolutamente tintada, un agujero negro: titulada "Comunicado de ETA". No me interesa nada lo que tengan que decir los terroristas, a mí, en particular, ni siquiera me valen sus excusas, si les soy sincero. No deberíamos echarles ninguna cuenta. ETA es un asunto de policías, de guardias civiles, de fiscales y de jueces, los pobres, que para eso se les paga y se les admira su trabajo, abnegado y durísimo.
Mi columna entintada de líneas a entrelíneas y márgenes estaría de luto por las víctimas, por lo que ha sufrido España por culpa de la banda terrorista, su democracia, su Estado de Derecho y, muchas veces, ay, su dignidad, cada vez que se ha intentado negociar.
Tengo la impresión de que se le está dando demasiada importancia al papelucho que han hecho los terroristas. Comprendo y conllevo la tentación de los políticos de apuntarse al momento histórico y tal y cual y aprovecharlo; comprendo y respeto la necesidad de las víctimas de mostrar su dignidad y de compartir su dolor; comprendo y conmino a las fuerzas de seguridad en su trabajo de analizar hasta la última coma que evacúen los asesinos, por si acaso es una pista; comprendo y comparto, ay de nosotros, la necesidad de los periodistas y de los articulistas de llevarle el paso a lo que pasa. Lo comprendo todo.
Pero que conste que, en mi propósito, esta columna no debería tener ni una sola frase. Debería ser una mancha negra. Un luto y un desprecio y una solidaridad y también el deseo imposible de que los terroristas no interfiriesen más con nuestras vidas, tan blancas en comparación.
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