Si vives contra Dios, si dedicas tus fuerzas a negarlo, a combatirlo, a desterrarlo de tu existencia, estás alineándote, a la larga, contra el hombre, contra el ser humano en su conjunto, contra la sociedad y contra cada individuo concreto. Viviendo contra Dios, estás abriendo la puerta al egoísmo, a la violencia, a la desesperanza, al nihilismo más descarnado.
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