En los momentos más intensos del epistolario entre Mariano y Carles ya me escamó aquello de darle dos plazos, uno para que nos declarase si había declarado la declaración, y otro después para que Puigdemont volviese a la senda constitucional. El artículo 155 sólo exigía, como es lógico y serio, el segundo. El primero era un "agarradme que lo mato" de libro. Luego, para aplazar más los plazos durante el segundo requerimiento, no se dejó de decir a todas horas que, si Puigdemont convocaba elecciones, pelillos a la mar. Para suerte de Rajoy, Puigdemont no oyó esos cantos de sirena. Lo que le permitió el gesto de enorme dignidad de iniciar la aplicación del 155 al fin.
Lo llamativo es que, por la vía de los guiños en prensa y las indirectas en la radio, están ofreciéndole un tercer plazo, ¡otro! He oído decir a la vicepresidente Soraya que, si esta semana Puigdemont entra en razón (no en prisión, que eso no lo dicen jamás) el contenido del artículo 155 se matizaría todo lo matizable durante su trámite en el Senado. Sería desconsumar el hecho consumado que aplaudíamos ayer. Podría ser una sinuosidad más de Soroya Saénz de Santamaría, pero también lo ha dicho Rafael Catalá, ministro nada menos que de Justicia. Y Pedro Sánchez. E Iceta. En Cataluña, los editoriales de los periódicos y los empresarios (que quedan) reclaman "elecciones inmediatas" a Puigdemont, esto es, que coja la oportunidad.
Pero los requisitos para el 155 se cumplen de sobra. Y más allá del sentido común y del sentido jurídico, una suspensión del 155 en el último minuto tendría muy poco aplauso social y supondría un desgaste extraordinario para el PP. Y lo peor: unas elecciones convocadas ahora por Puigdemont para eludir la Constitución serían un desastre definitivo para los constitucionalistas.
Me pregunto si Rajoy ofrece un tercer plazo porque está, como cuentan algunos periodistas, aterrorizado de las consecuencias de aplicar la ley en Cataluña o si lo hace por darle a la manivela del maquiavelismo y cargarse todavía más de razones, sabiendo que Puigdemont no tiene margen interno para la marcha atrás. En ambos casos es un error. El miedo tiene que estar en el campo de los que se saltan la ley; y, si está en el de los que la aplican, razón de más para actuar sin aplazamientos. Y si se trata de cargarse de razones, Rajoy tiene que tener cuidado no vaya a romperse la espalda de lo cargado que va ya.
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