Va terminando este miércoles día de la Virgen de los Ángeles y nada mejor que cerrar la edición de SED VALIENTES firmado por nuestro siempre querido y recordado Diego Martínez Salas junto a Ángel Luis Gutiérrez Nieto y que va dedicado a la Hermandad de la Virgen de los Ángeles de Grazalema.
Es un artículo muy interesante, prolijo en datos, fotografías, que nos muestran la historia de esta señera Hermandad de la Patrona de Grazalema.
Publicado en su día en ese inmejorable y necesario sitio web como es "Raíces de Grazalema".
Sirva esta publicación como sentido y sincero homenaje a la memoria de nuestro querido Diego Martínez Salas, sirva esta publicación para mostrar mi admiración hacia el equipo de colaboradores que hizo posible que la historia de Grazalema no se perdiera, se mantenga viva.
Sirva esta publicación como homenaje lleno de admiración hacia su viuda, hijos, madre, familia, amigos así como al Pueblo de Grazalema y todos los grazalemeños.
Recibid todos un abrazo con sabor a eternidad,
Jesús Rodríguez Arias
raicesdegrazalema.wordpress.com
Publicado por Grazalema
Ángel Luís Gutiérrez Nieto
Diego Martínez Salas
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La tradición oral habla de un pastor humilde y fervoroso que apacentaba su ganado, en las inmediaciones de la actual ermita y que observó cómo durante la noche ardían unas luminarias sobre unas peñas cercanas.
Queriendo salir de la duda acerca de tan extraño fenómeno, se acercó al lugar de donde surgían las luces hasta encontrar en un hueco formado entre dos grandes piedras una imagen pequeña de la Virgen, ante cuya presencia se arrodilló sumiéndose en una profunda oración.
Sea porque en ese íntimo diálogo la Virgen se lo pidiera o porque la devoción del pastor así se lo inspirase, lo cierto es que tanto éste como un buen número de grazalemeños decidieron levantar en ese lugar una ermita donde venerar la pequeña imagen.
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Antonia Salas Organvídez nos habla en su libro “Aromas de Grazalema”, de otra antigua tradición oral sobre el origen de la ermita:
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“La carretera actual era solo una senda, construida para llegar a la Rivera del Gaidovar.
Nos situamos en un día de frío invierno cuando una copiosa nevada hacía resplandecer, con la luminosidad de su blancura, la sierra y los campos. Un arriero sorprendido bastante lejos del término, se acercaba con su mula, cargada de leña que difícilmente podía caminar dado el estado del suelo.
A la altura del lugar donde se ubica la ermita, el animal y su amo, incapaces de dar un solo paso, se hundieron en la nieve. Sus piernas, paralizadas por el frío, pesaban tanto que no podían moverlas. La noche cubría su tupido velo y era imposible que ningún vecino pudiese pasar por allí para auxiliarle.
¡Ayúdame Virgencita de los Ángeles!, exclamaba el hombre con fervorosa piedad una y otra vez.
No supo de donde le brotaron las fuerzas, ni como pudo arrancar el animal de aquel hueco que en la nieve habían labrado sus cuerpos. Emocionado entró en la Villa alabando a la Virgen y gritando el milagro que le había otorgado.
En su memoria se edificó la ermita que aún permanece”.
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La devoción a la Virgen de los Ángeles debió de existir al poco de la conquista de Grazalema, pues estas tradiciones orales relativas a la aparición de imágenes de la Virgen, escondidas apresuradamente durante los primeros años de la invasión musulmana de la península, son frecuentes en muchas poblaciones andaluzas tras el inicio de su reconquista desde el siglo XIII al XVI. Sin embargo, la ausencia de archivos obstaculiza el conocimiento de la historia de esta hermandad, a lo que tampoco ayuda la sucesiva ruina de la fábrica de los templos que han albergado la imagen de la patrona de Grazalema, con causa en el desigual asiento del terreno que ha obligado a reconstruir la ermita en varias ocasiones a lo largo de los siglos.
Aunque la devoción y la ermita son probablemente anteriores, podemos afirmar que la hermandad como tal no debió surgir de forma organizada hasta bien entrado el Siglo XVII. De hecho no aparece en la relación de las hermandades grazalemeñas que tributaron al impuesto del Real Subsidio en 1634 (1). Aunque a finales de esa misma centuria ya mantiene la ermita como lo acredita la campana de su espadaña fundida en el año 1690 y que es el primer documento que nos ha llegado de la corporación.
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Son los años de la ampliación de la parroquia de la Encarnación que no podía tampoco acoger la creciente población de Grazalema, ni consecuentemente el mayor número de enterramientos. Esto seguramente animó a algunas hermandades a organizarse para garantizar como una auténtica mutua de auxilio recíproco la sepultura y exequias de sus hermanos, dando lugar a las ermitas de los Ángeles y el Calvario.
Del siglo XVII es igualmente la imagen de la Virgen, según desveló una reciente restauración. Otro tanto ocurre con la original portada de la casa del ermitaño, aneja a la ermita, y que acredita la existencia en esa centuria de mandas y legados para proveer al mantenimiento de un presbítero que garantizase los cultos de la hermandad, los entierros y los sufragios de los hermanos, lo que hacía preciso la existencia de una forma asociativa canónica que igualmente regulase los derechos y obligaciones de los hermanos para su entierro.
Que existieron esas mandas y legados e incluso un patronato con este fin lo demuestra la tributación de la hermandad al Real Subsidio del año 1790 en el que el mayordomo de la cofradía declara unos ingresos por estos conceptos de 6.120 reales, siendo los de su ermitaño de 17.010 reales. (2)
Del siglo XVII es igualmente el imponente collar votivo que adorna la Virgen durante el día de su fiesta y cuyas primitiva composición recogió fotográficamente en 1.907, Miguel Romero de Torres en el Catálogo Monumental de la Provincia de Cádiz.
La cadena y el collar, piezas únicas de la joyería del XVII, son descritos en el inventario levantado a instancias del Obispado de Málaga en 1.933 como:
“Un cadena de oro que contiene 270 anillas con dos varas de largo muy buena y un collar de esmeraldas montadas en oro que contiene 40 esmeraldas grandes montadas en oro, 12 esmeraldas colgando y 6 pequeñas sumando un total de 78 esmeraldas.” (3)
Doña Amidea Jiménez-La Iglesia, Condesa de la Salceda y devota camarera de la Virgen de los Ángeles durante muchos años, dejó al final de su prolongada vida (año 1977) una declaración jurada en la que afirmaba la existencia de un acta en el archivo parroquial, desparecido en su incendio de 1.936, en la que se expresaba:
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“…que aproximadamente un siglo después del descubrimiento de América y viniendo una flotilla de la Corona con un valioso cargamento de aquel continente a España, cerca de la bahía de Cádiz le sorprendió una tormenta de tal magnitud, que el almirante que los guiaba, creyó segura la pérdida de los barcos y el cargamento, como desde donde se hallaba se adivinaba la Sierra de San Cristóbal, que domina la villa de Grazalema, arrodillándose en la cubierta en aquel momento de angustia, ofreció a la Virgen que se venerase en aquellas tierras ir allí en peregrinación si se salvaban del naufragio, llevándole el collar de esmeraldas y la cadena de oro que llevaba al cuello, objetos ambos de gran valor. Después de hecha esta promesa, el mar se calmó y llegaron sin dificultad a su destino.
Este señor que ocultó su nombre y solo dijo que era “un marino”, vino a Grazalema en peregrinación a cumplir su promesa, entregando las joyas a la patrona del lugar Nuestra Señora de los Ángeles y que milagrosamente se conservan en poder de la Hermandad.” (4)
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La bonanza económica de Grazalema durante el Siglo XVIII, benefició a todas las hermandades que vieron incrementado su patrimonio de una forma notable. Muestra de la riqueza y devoción de estos años es el magnífico trono de tradición clasicista y que presenta a la Virgen sobre una peana de “carrete”, de tradición antequerano-malagueña, y cuya imagen nos ha llegado por un excelente grabado realizado por Fray Tomas del Hospital de San Juan de Dios, en Málaga a mediados del S. XIX.
En dicho grabado podemos observar el atuendo dieciochesco de la imagen, así como la representación del rico collar indiano propiedad de la hermandad y que se colgaba en esos años del frontal del trono.
Estos grabados tuvieron una gran difusión durante el S. XIX, lo que facilitaba que los hermanos y devotos en general pudiesen llevar la devoción al ámbito de sus hogares, permitiéndoles ganar las indulgencias que las hermandades obtenían de los distintos prelados para acortar la presencia en el purgatorio de sus hermanos.
No consta que la corporación sufriese especiales daños durante la guerra de la independencia y en especial durante el ataque francés a Grazalema del día 3 de mayo de 1810 en el que según el Brigadier González Peinado se redujo a cenizas las tres cuartas partes de la población en menos de 24 horas.
La destrucción de la techumbre de la Iglesia de la Encarnación por los franceses, hizo que el 10 de agosto de ese mismo año se reuniesen en cabildo los alcaldes, regidores, presbiterios y mayordomos de todas las cofradías de Grazalema entre ellos don Antonio Ruiz, mayordomo de la de los Ángeles acordando que ante la ausencia de otros medios fuesen las hermandades las que con sus propios fondos llevasen a cabo la restauración para que “…no se arruinara la suntuosa fábrica de la iglesia valorada en cuarenta mil pesos”. Para ello las Hermandades acordaron poner sus fondos en uno común así como el valor de la plata que todavía poseían y que habían logrado salvaguardar de la rapiña napoleónica. (5)
Tras la guerra de la independencia, las hermandades hubieron de rendir cuentas al Estado a través del Obispado por los años en los que la inestabilidad de la guerra impidió la recaudación del impuesto del Real Subsidio. No faltó al cumplimiento de este deber la Hermandad de los Ángeles que presentó en 1817 el siguiente escrito:
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“Relación jurada que yo Juan Ruiz, Presbítero, actual mayordomo de la Hermandad de Nuestra Señora de los Ángeles, sita en la ermita extramuros de esta villa, doy en cumplimiento de lo mandado por el Señor Provisor y Vicario General de este obispado, de todos los frutos rentas y emolumentos que han correspondido a esta hermandad de mi cargo evaluando su importe anual por un quinquenio formado por los años 1805, 1806, 1807, 1815 y 1816, con especificación de lo recogido en metálico como también sus pensiones, lo que formo en el modo y forma siguiente:
Única finca que tiene dicha hermandad, consiste en una casa en la Plaza Pequeña, poblado de esta villa que su renta anual son quinientas cincuenta reales. La cual tiene el gravamen con el principal de trescientos treinta reales de censo a favor del patronato que fundó don Esteban de Astete y con la memoria de veintiocho reales de limosna de tres misas cantadas.
Y para que así conste pongo la presente que firmó en esta villa de Grazalema a 25 de noviembre de 1817.”(6)
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El fin de la Guerra de la Independencia marcó el inicio de las tensiones entre constitucionalistas y absolutistas que desembocaron tras la muerte de Fernando VII, en la Primera Guerra Carlista.
Durante el curso del conflicto, el general rebelde Miguel Gómez Damas inició una expedición militar que partiendo del norte de la península llegó a la mismas puertas de Gibraltar, atravesando la comarca rondeña que estimaba favorable a los intereses del pretendiente al trono.
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Estando en Ronda envió a Grazalema un destacamento compuesto por quince jinetes y cinco soldados de infantería al mando del Subteniente retirado del Regimiento Provincial de Ronda don Antonio Díaz, Jefe de armas de Grazalema y miembro de la junta de la Real Fábrica de Mantas. Éste portaba un bando dirigido al Alcalde de Grazalema en el que en tono amenazador le ordenaba que de forma inmediata, sin excusa ni pretexto alguno, pusiese a su disposición cuantos mozos útiles, caballerías y armas pueda reunir, para servir a la causa del Rey legítimo D. Carlos V.
Luis Ruiz Navarro, nos cuenta en “La Conspiración Carlista de Grazalema” (7), como la partida rebelde llegó al atardecer del 19 de noviembre de 1836 a la ermita de la Virgen de los Ángeles, cuando su ermitaño, el anciano sacerdote Esteban Pino, se disponía a retirarse a las dependencias anejas al templo. Tras hacerse dueños del lugar tomaron posiciones aprovechando la inmejorable posición defensiva que tenía el santuario que en aquellos años dominaba el curso del Guadalete y los accesos a Grazalema, ofreciendo varias vías de evacuación si fuese necesario, por la Ribera, bien por el camino de Villaluenga.
Desde allí hicieron llamar a Francisco Gago, Alcalde de Grazalema que acudió a la ermita acompañado del Secretario D. Antonio Domínguez y de los aguaciles Cristóbal Naves y Francisco Pérez.
La entrevista tuvo lugar en el mismo atrio que hoy conocemos, conminándose al regidor a cumplir los requerimientos del general carlista bajo amenaza de saquear la población. El alcalde que había solicitado tiempo para consultar y deliberar, comprometiéndose a contestar al amanecer, no salió de su sorpresa cuando inesperadamente un soldado llegó a matacaballo de Ronda con la orden urgente de retirada.
A las cuatro de la tarde el ejército rebelde había evacuado Ronda emprendiendo una precipitada fuga ante el temor de ser copado por las tropas liberales. La consigna era reunirse en Atajate con el resto del Cuerpo de Ejército que se enfrentará finalmente a los gubernamentales en la batalla del Majaceite, donde probablemente hubiesen muerto muchos grazalemeños si la pretendida leva se hubiese llevado finalmente a cabo, tal como pretendía el general carlista.
La omisión del saqueo y la recluta forzosa de los mozos se tuvo por milagro de la Patrona, la Virgen de los Ángeles, testigo divino de lo que pasaba a la puerta de su ermita para proteger con su presencia, una vez más, a su pueblo.
Al poco de este hecho la ley de 29 de julio de 1837, declaró de propiedad nacional los bienes raíces, rentas, derechos y acciones de las comunidades, institutos religiosos, hermandades y cofradías.
Como consecuencia de esta desamortización la Hermandad de los Ángeles perdió sus propiedades y rentas que garantizaban el mantenimiento del culto y del edificio de la ermita. Sin embargo, la hermandad supo reinventarse manteniendo no sólo el culto sino su propia existencia como hermandad, Dificultades que no le impidieron recibir en su seno a los frailes carmelitas que permanecieron en el pueblo tras la exclaustración de su convento y que encontraron su eterno descanso en su cementerio como acreditaban hasta hace pocos años las lápidas de sus enterramientos.
A partir de ese momento, la hermandad habrá de acudir al patronazgo de varias familias de la burguesía grazalemeña para cubrir las necesidades a las que no alcanzaba las cuotas y limosnas de los hermanos.
Grande ha sido la nómina de benefactores de la hermandad desde la desamortización. El primero de esta lista fue el grazalemeño don Diego José Benítez Chacón. (1768-1848), Doctor en Teología y en Derecho, Rector de la Universidad de Osuna, del Seminario de Málaga, Magistral de la Catedral de Málaga, Arcediano de Ronda y uno de los predicadores más afamados del S. XVIII, y cuya contribución al sostenimiento del culto de la hermandad fue recordada especialmente mediante la dedicación del conocido grabado que hemos mencionado más arriba y en el que puede leerse:
“Nuestra Señora de los Ángeles. Que se venera en su ermita extramuros de la Villa de Grazalema, copia de su original según se celebra en su festividad ocho de septiembre. Dedicado a la memoria del Dr. D, Diego José Benítez Chacón. Canónigo Dignidad Arcediano de Ronda por su Mayordomo Marcos Benítez García. El Excmo. e Ilustrísimo Sr. Don Juan Nepomuceno Cascalla. Obispo de Málaga concede 40 días de indulgencias por cada acto de devoción que se haga ante esta imagen.”
Su hermano don José Benítez Chacón, y su sobrino Marcos Benítez García serán los Mayordomos de la Virgen hasta bien entrado el siglo XIX; aguardando el día de la resurrección a los pies de la Virgen como reza la lápida que cubre sus restos en el suelo de la ermita.
“Descansen en paz las almas de don José Benítez Chacón, de su ejemplar esposa la Sra. Doña Micaela García Pérez, de sus cristianos hijos don José, don Marcos, y doña Josefa e hijo político don Francisco de Rueda Barreda y otros individuos de la familia. A cuya grata memoria, para que los restos de quienes tanto se amaron en vida reunidos esperen el día de la resurrección, dedican esta sepultura, doña Ana Benítez García de Rueda Barreda y dona Elena Benítez García de García Gil. Hija de los referidos esposos. Año 1.882”.
El afamado terremoto del año 1.884 y sus réplicas volvieron a mover el inestable terreno donde se asienta la ermita, lo que provocó su ruina, demolición y posterior reconstrucción, como queda constancia por una lápida que agradece la generosidad de otro miembro de esta familia que asumió el coste de la obra y que recientemente se ha recuperado y ubicado en el atrio del santuario. Su texto dice:
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“Esta ermita fue levantada de cimientos en los años 1889 y 1890, debido a la generosidad de la piadosa Sra. Doña Ana Benítez y García viuda de Rueda Barreda. Se bendijo el día 7 de septiembre de 1890, por el Sr. Cura Arcipreste de esta Villa don Fernando Naranjo Barea y celebróse solemne función de Dedicación.”
El Siglo XX, nos dejó las primeras imágenes fotográficas de su edificio que se reconstruyó siguiendo el gusto goticista imperante durante estos años, dotándolo de una crestería de dicho estilo que remata el vértice del tejado. Algunos retratos de estos años nos muestran las peregrinaciones escolares de nuestros bisabuelos, en un rito que todavía se mantiene y en el que se nos dibuja una ermita recoleta y aislada de la villa en las alturas de la ladera de la Sierra.
A principios del Siglo XX, era arcipreste de Grazalema el presbítero grazalemeño don Carlos Jiménez Rodríguez, que continuó la protección sobre el santuario que había iniciado la familia Benítez a la que pertenecía por línea materna. Su madre isabel Rodríguez Benítez, que había quedado huérfana en su niñez había sido criada por su tío y tutor José Benítez Chacón, mayordomo de la Virgen y hermano del Arcediano de Ronda don Diego José Benítez Chacón. Nos es pues de extrañar que ante una nueva ruina de la ermita promoviera su restauración en 1916, tras varios años de abandono del santuario. Finalizadas las obras del Santuario, se produjo el solemne traslado de la Virgen de los Ángeles desde la Parroquia en abril de 1.918, bajo la presidiencia del Obispo de Apolo. Título que ostentaba en aquellos años, como Obispo Auxiliar de Málaga, el futuro Beato don Manuel González.
Don Carlos Jiménez transmitió la devoción secular de su familia a nuestra patrona a a su sobrina doña Amidéa Jiménez La Iglesia, hija igualmente del grazalemeño de grato recuerdo don José María Jiménez y que ha continuado de forma fecunda sus descendientes.
De 1933 es el inventario cuyo original se conserva en el Archivo de la Catedral de Málaga y que nos muestra el completo ajuar de la Virgen y del santuario, y que nos permite conocer igualmente el resto de las imágenes que eran objeto de devoción de los grazalemeños:
“Iglesia de Los Ángeles. Tiene:
-1 altar de madera pintado y dorado con su hornacina y dentro de ella la imagen de Ntra. Sra. De los Ángeles, que tiene sus manos de madera tallada y el cuerpo de barandilla.
-En el retablo hay tres repisas. En la parte superior una con la imagen de Santa Ana y de San Antonio, y otras dos a los lados con las imágenes de Santa Rita y Santa Lucía, pequeñas y vestidas.
-1 traje completo de tisú de plata bordado en oro.
-1 traje de seda en amarilla con flores chinescas.
-1 traje de seda ranurado en encarnado.
-1 traje en seda morado ranurado en amarillo.
-1 vestido en seda blanca ranurado en amarillo.
-2 camisas de hilo.
-2 enaguas blancas de hilo
-1 cadena de oro que contiene 270 anillas con dos varas de largo muy buena.
-1 collar de esmeraldas montadas en oro que contiene 40 esmeraldas grandes montadas en oro, 12 esmeraldas colgando y 6 pequeñas sumando un total de 78 esmeraldas.
-1 par de zarcillos de lazo, con las esmeraldas montadas en oro.
-1 rosario de oro con cruz y cuentas negras.
-1 collar de metal dorado con perlas con dos hilos y una crucecita de oro con 78 perlas. La cruz fue donada por don Carlos Jiménez párroco que fue de esta villa.
-1 alhaja en forma de lazo y cruz de oro con esmeraldas.
-3 coronas. 1 de plata sobredorada, otra de plata y otra de metal dorado con piedras.
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-2 cetros, uno de plata sobredorada con esmeraldas y otro de plata sencillo.
-1 par de zarcillos de oro con esmeraldas.
-1 media luna de plata
-2 casullas negras
-2 casullas blancas.
-2 casullas encarnadas.
-1 altar.
-1 amito.
-2 cajoneras de pino y una de nogal
-2 misales viejos.
-1 atril de madera.
-2 candelabros de velas para 3 velas cada uno.
-2 lamparitas de plata
-15 candelabros, 5 de metal blanco, y 10 dorados
-1 crucifijo de metal blanco de altar.
-8 cuadros, 5 de lienzo.
-1 Aguamanil.
.1 trono de madera tallado y dorado para la imagen de Ntra. Sra. de los Ángeles.
-1 trono sencillo y pequeño para el camarín.
-1 mesa pequeñas para credencia.
-1 campana de torre.
-1 juego de manteles.
-1 ara para el altar.” (8)
Nadie podía pensar que todo el patrimonio de la hermandad desaparecería tan sólo tres años más tarde a raíz de la victoria del Frente Popular en la elecciones del 16 de febrero de 1936, que supuso el acceso al poder de algunos de los partidos más violentos y exaltados de la izquierda española, que iniciaron una campaña de huelgas, incendios, asaltos y otras alteraciones del orden público que los más moderados de dicha coalición no supieron evitar.
La Iglesia fue quizás el objetivo primordial de dicha campaña organizada de acoso y violencia revolucionaria. Grazalema no fue una excepción cuando:
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“El Ayuntamiento formado por el triunfo del Frente Popular, prohibió el toque de campanas, el viático solemne y los entierros católicos”. (9)
El clima anticlerical se fue incrementando hasta que “El 20 de abril de 1936, comenzaron a saquear la Parroquia e Iglesias de San José, San Juan e incendiaron la de la Aurora y el Calvario”. (9)
Ese mismo día se hizo sentir un fuerte terremoto, por lo que esa noche, los habitantes de los campos colindantes, ajenos a lo que estaba ocurriendo en el pueblo, no pudieron dormir y salieron de sus casas viendo un gran resplandor, que se divisaba proveniente de Grazalema. Eran las hogueras donde ardían junto con otras imágenes, la imagen de la Virgen del Carmen. Este espectáculo conmocionó, a los muchísimos devotos de la Virgen que interpretaron, el terremoto como una señal de ira divina, por el despropósito llevado acabo.
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En la casa del ermitaño, vivían en aquellos años Juana Ramírez Garcia, “Juana la de la ermita”, y su marido José Fernández Ruiz, “José el Dios o el Hurrelo”, hijos devotos de la Virgen y hermanos predilectos de nuestra hermandad; quienes temiendo que la Virgen de los Ángeles fuese objeto de la violencia iconoclasta que se había desatado en el pueblo envolvieron la imagen en el pernil de un pantalón, protegiéndola con un culero de lana para evitar que se dañara. Envuelta la imagen, José la llevo a lo más alto de las peñas que protegen la ermita y la escondió en una grieta.
No tardaron en llegar en busca de la imagen para destrozarla, cuando Juana sin llegar a mentirles, les anunció que ya se la habían llevado, aprovechando la visita para mutilar la ermita destrozando y quemando todo su contenido.
La simulación fue tan absoluta y perfecta que una vez tomada la población por las tropas rebeldes a la república, el nuevo párroco siguió en la creencia de la destrucción de la imagen y así lo informó al Obispado; arrastrándose desde entonces la creencia de que la imagen de la Virgen de los Ángeles es de nueva hechura, aunque muy parecida a la antigua.
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Tras la guerra la ermita quedó arruinada y quebrantada, su techo derruido y el cementerio abandonado durante largos años. Para colmo de males durante un temporal en el invierno de 1.951 el centenario ciprés del atrio, testigo de los avatares del siglo XIX se desplomó sobre la iglesia y el cementerio, agravando aún más la ruina del santuario.
Todo hacía presagiar que la ermita correría la misma triste suerte que hoy sufre nuestro abandonado Calvario. Hasta se comenzó a trasladar los restos de los difuntos al cementerio municipal; cuando llegó a Grazalema la providencial figura del sacerdote don José Espejo García, que muy devoto de la Virgen, supo reavivar su devoción, consiguiendo aunar los esfuerzos necesarios para lograr la reconstrucción de la ermita y el cementerio; entronizando la Virgen en un recompuesto retablo cuyos restos habían quedado a salvo de las inclemencias del tiempo, al mantenerse en pie la sección del tejado de la ermita que cubría la zona del presbiterio.
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Mucha fue la inventiva de don José, y los hermanos de la Virgen de los Ángeles para restaurar el templo. Una de ellas, fue la recordada charlotada organizada con el fin de recaudad fondos y de la que conservamos el cartel que la anunciaba.
Hombre de vivo ingenio, aprovechó la estancia en Grazalema durante ese mismo año del equipo de rodaje de la película “Carne de Horca”, para promover entre técnicos y actores de reparto, con los que el pueblo entabló una amigable relación, la obtención de los fondos necesarios para la adquisición del actual trono de la patrona que inspirado en el desaparecido se ejecutó en la ciudad de Ronda, sustituyendo a las provisionales andas en las que se procesionaba la imagen desde el fin de la Guerra Civil.
Cinco mil pesetas de aquellos años, se recaudaron de Ladislao Vadja, Enma Penella, Pepe Isbert, Rossano Brassi José Nieto, Francisco Arenzana y otros actores y miembros del equipo, cuyos nombres dejamos recogidos en agradecimiento a su generosidad y que completados con las contribuciones de sus devotos grazalemeños completaron el precio concertado.
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Todo ello con la colaboración de un joven Sebastíán Vázquez que se hizo cargo de presidir la Hermandad, protegiéndola hasta su vejez. Son los tiempos de la subida de la Virgen a la Parroquia durante la feria de agosto para su novena y de la posterior procesión por las calles del pueblo hasta su ermita el día 8 de septiembre. Fiesta de la Natividad de la Virgen María y que tradicionalmente es elegido para celebrar las fiestas de las patronas de la mayoría de los pueblos de nuestro país.
Eran procesiones en la que la escasez de medios, sustituía el acompañamiento musical con el ritmo acompasado de las “lajas” que las niñas recogían del cauce del Guadalete, mientras los niños frotaban los “cañamones” como antecedente humilde de las actuales antorchas, en unos años en los que nuestros padres suplían una pobreza elegante y sobria con un cariño y devoción que nuestra sociedad actual no puede emular a pesar de sus mayores recursos.
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