Para algo tan humilde como el horario de un instituto de secundaria, hemos preparado ocho modelos según las variables, que no son tantas. Supongo que el Gobierno, que tiene muchísimos más medios humanos y económicos, asuntos infinitamente más graves y responsabilidades muy serias, habrá previsto un montón de escenarios y actuaciones para la cuestión catalana.
Indudablemente, conociendo a Rajoy, habrán previsto que no pase nada de nada; pero espero que también tengan un modelo de aplicación del artículo 155 de la Constitución, otro de la del 8.1, un protocolo para contrarrestar una marcha verde y/o estelada, y así. Entre las variables, se habrán puesto en la peor, y habrán imaginado un cataluñexit.
Está la tentación de la analogía del divorcio, tan a mano, y tan del gusto de Giménez Caballero, que veía a España como un amante despechado de Cataluña. Es un error, porque para los occidentales, en cualquier pareja existe una igualdad esencial, que no es el caso. La relación amorosa entre España y Cataluña sería incestuosa. O -más púdicamente- extravagante, como la de alguien enamorado sólo de su ombligo. Uno prefiere a Unamuno, cuando replicó a Millán Astray, que hablaba de resignarse a la independencia: "Una España sin las Vascongadas ni Cataluña sería como usted, mi general, tuerta y manca". La metáfora de la amputación resulta más respetuosa con la realidad histórica y social de nuestro país.
Por eso, quisiera que la primera medida, en el caso hipotético de una Cataluña independiente, fuese cambiar de nombre: nos convendría Expaña. Luego habría que hacer un riguroso examen de conciencia de todas las instituciones y transiciones que nos hayan llevado hasta allí. La autocomplacencia sistémica del político y el periodista medio estarán de más. Habría que anatomizar las autonomías y hacer la autopsia a la Constitución.
¿Hay un plan para amparar a los catalanes que siguen siendo y sintiéndose españoles (que son mayoría, pese al ruido y al bulto que hacen los otros)? ¿Y de cómo evitar que los catalanistas sigan chupando a control remoto del Estado español, tanto en deuda pública, como en instituciones, relaciones europeas e internacionales, presupuesto de seguridad, etc.?
Lo ideal y lo probable es que nunca se llegue a aplicar ese protocolo, pero 1) deberíamos saber que existe, 2) me encantaría leerlo, por curiosidad, y 3) convendría que se filtrase, como por casualidad.
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