Han pasado 800 años desde la llegada de los frailes a Oriente Medio y desde los inicios de esta aventura han cambiado muchas cosas. Sin embargo, no han cambiado el compromiso y la dedicación con los que, desde hace 800 años, los frailes custodian los santos lugares y trabajan a favor de la población local. Por eso, para entender lo que es la Custodia de Tierra Santa actualmente, hay que partir de ellos y de sus historias: vienen de todo el mundo, de países muy diferentes y cada uno de ellos tiene una misión específica
Fray Zacheusz Drazek, originario de Polonia, es sacerdote desde hace 15 años y llegó a Tierra Santa hace cuatro. Muchos peregrinos, probablemente, le han conocido o se lo encontrarán en su camino. Hoy presta servicio en el Santo Sepulcro como presidente de la fraternidad franciscana que vive en el convento que hay en su interior, según lo establecido por el Status Quo.
¿Por qué te hiciste fraile?
Cerca de mi casa había un convento franciscano y por eso toda mi infancia viví junto a los franciscanos. A los seis años era monaguillo y después siempre ayudaba a los franciscanos en sus distintas actividades y en sus grupos, como uno que se ocupaba de los enfermos. Estos frailes me mostraron lo que significa ser franciscano y por eso, ya desde niño, pensaba que podría llegar a ser fraile. Siempre me gustó el hábito franciscano y me atraía una vida fraterna de oracion, de encuentro, muy sencilla. Una vida de pobreza en la que poder dar algo a los demás. Los frailes que conocí eran muy abiertos. Así, al madurar, decidí comenzar mi periodo de noviciado.
¿Cómo conociste la Custodia de Tierra Santa y por qué quisiste formar parte de ella?
Mi provincia en Polonia tiene relaciones con Tierra Santa y aproximadamente diez frailes de esa provincia prestaron servicio aquí. Algunos estudiaron teología, otros estuvieron al servicio del Santo Sepulcro. Además, conocí a un hermano, Claudiusz, que había sido fraile en el Monte Tabor. Me hablaba mucho de Tierra Santa y yo estaba muy interesado. Siempre me preguntaba “¿dónde puedo pasar mi vida?”. Al principio pensaba que sería misionero en África, aunque luego mi vida misionera comenzó precisamente en Tierra Santa. También San Antonio me inspiró; él estuvo en Marruecos.
¿Cuál es tu misión en Tierra Santa?
Llegué hace cuatro años. Los frailes que vienen en misión desde otros sitios casi siempre son destinados a la basílica de la Resurrección. Mi vida está aquí, ante la Santa Tumba, en el Calvario y entre todos los peregrinos. Les digo siempre a los peregrinos que, sin los frailes que están aquí desde hace 800 años, los católicos no podrían celebrar aquí la liturgia, la misa.
¿Cómo se combina tu misión con ser franciscano?
Nuestra comunidad aquí es muy distinta de la de otros conventos. Tenemos oración con mucha frecuencia y desarrollamos nuestra vida franciscana con los peregrinos, con la gente que está de paso. La vida religiosa de un fraile franciscano es una vida frente al Señor.
¿Qué es lo que impulsa tu misión y tu vida espiritual?
La oración me ayuda a seguir adelante, pero también la vida fraterna. Aquí pasamos casi 24 horas juntos, nos vemos en los pasillos, en la capilla, para comer, etc. Tras la clausura a las nueve, ya no podemos salir del Santo Sepulcro. Somos diez, contando los hermanos laicos que trabajan en la sacristía y siete frailes religiosos. Cada uno tiene su misión específica.
¿Vivir en Tierra Santa ha cambiado tu relación con la religión?
Sí, mucho. Estar en Tierra Santa da la oportunidad de una vida más abierta: nos encontramos con gente de otros países, de otras lenguas. Tenemos la misma vida, pero con una mentalidad distinta. La comida, por ejemplo, es distinta según los países. La diversidad cultural nos enriquece mucho.
¿Cuál es tu relación con San Francisco?
Al hacerme fraile, estaba fascinado por San Francisco. Aún hoy, pero me esfuerzo cada día por encontrar el sentido de mi ser franciscano. ¿Qué significa hoy ser fraile? ¿Qué significa aquí, pero también en nuestro mundo, donde existen guerras y dificultades? ¿Cuál es el sentido de nuestra pobreza? Por ejemplo, aquí, en el Santo Sepulcro, no hemos cambiado los muebles desde hace 50 años. Debo preguntarme siempre: ¿qué querría hoy San Francisco?
¿Qué dirías a un joven que está en el momento de discernimiento sobre su vocación?
Siempre digo que no hay vida más bella que la de un religioso, la de un fraile. La vida es tan rica, tan diversa... No hay que tener miedo de dejarlo todo por Cristo, porque no faltará nada.
N.S. - B.G.
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