El tiempo, sí, el tiempo pone las cosas en su sitio. Y tira al piso los esquemas, vence el pulso que le echamos a las cosas. Lo digo por la sentencia del Supremo sobre Las Aletas, sobre el suelo de Delphi. Y sobre todo porque, finalmente, el puerto de Cádiz va ser lo que algunos se han resistido siempre a aceptar.
Va a ser como el Golfo de Cádiz, como la Bahía de Cádiz. Atención al hallazgo: no sólo de la ciudad de Cádiz. Entonces, en la otra orilla, estará el futuro que ya estuvo en el pasado y que no se quiso ver, no se hizo. Con una miopía más que notable. Como poco. Frente al actual puerto, sin los terrenos necesarios para afrontar los retos de estos tiempos, y de los venideros, está el suelo sobre el que se podría construir el puerto del siglo XXI. Como se suele decir: para luego es tarde. Lo ha visto la Autoridad Portuaria y muchos que yo conozco.
Es el momento, no hay demora. El puerto de la ciudad, bajo otro esquema, sería un refugio de cruceros, una zona deportiva y comercial. Todo lo industrial, todo lo que no sea un muelle de la ciudad, como el Maremagnum de Barcelona, como el nuevo puerto de Málaga, que no tiene enfrente sino al Mediterráneo, que sea el puerto de Cádiz del siglo XXI.
¿Caerá el panecillo al suelo por el lado de la mantequilla otra vez? Será necesario establecer un acuerdo de todos, eso tan difícil de lograr en España, un acuerdo de todos. Y una vez alcanzado, que posible es, será llegado el momento de mirar un horizonte ordenado. Ya está bien de ser profetas del pasado y tener el remedio para todos los males en la barra de un bar con una jarra de cerveza bien fría para pontificar.
Hay remangarse de una vez, sumar y no restar, imaginar sobre el mapa un puerto de Cádiz del siglo XXI, un puerto en el que Cádiz no sea el nombre de la ciudad y vale ya, que sea el nombre de un espacio mayor en el que se incluya. Es como lo del aeropuerto de Jerez, que se resisten a ponerle un guió y añadirle el nombre de la provincia, que no es sólo el de la ciudad trimilenaria.
Hablamos de este futuro en un presente que arde, un presente que trae el fuego a nuestras casas en formas de cenizas que pone el viento sobre los alféizares y las azoteas.
Algunas veces las metáforas vienen hechas, las imágenes son de impacto a poco que sepamos mirarlas. Hablamos de lo que nos importa, por favor.
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