Al principio de la noche me dijo muy serio que tenía que escribir un artículo sobre el CETA o Tratado de libre comercio con Canadá, porque estaban todos equivocados. Haría lo que pudiese, le prometí, pero tendría que encontrar algo coherente que defender, a ver si se pensaba que yo era Pedro Sánchez, al que le basta con el "no es no" para ir tirando mal que bien. Con la fiesta se fue animando, y volvió para decirme que, de verdad, echaba de menos una cosa de mis artículos. A ver. "Que titules uno 'El chiste', y cuentes un chiste, y la gente me diga por la calle que se ha partido el bazo leyéndote; que sólo me dicen (gracias, de corazón, a los que se lo dicen, por cierto) que escribes muy bien, pero yo, que tanto te quiero, quiero que se partan de risa. El día que lo hagas, te voy a invitar a cenar". (Cualquiera que me conozca, sabe que prometerme eso es venirse muy arriba.)
Pero yo me vine abajo. He contado a veces chistes en los artículos, pero fue o por su enseñanza moral o por su utilidad retórica. En el fondo, los chistes no me gustan y, por lo visto, se me nota. Su humor me resulta una gracia enlatada, industrial. Prefiero la chispa de una anécdota real, recreada, crecida en los intersticios de la vida verdadera. O que, cuando menos se espere, salte la liebre de una verdad agazapada en una paradoja y uno exclame, asombrado de que la realidad sea divertida: "¡Anda!". Pero quién sabe si todo eso son excusas, como pensará mi amigo, me advertí, psicoanalizándome. Quizá el problema venga de mi diastema y mi falta de ortodoncia. Con una dentadura más brillante tal vez sería más de reírme a carcajadas y contar chistes mondantes sin parar. Ahora me he hecho a la sonrisa, entre discreta y tímida.
Recuerdo de otro, amigo del del chiste, que me dijo, en otra noche desinhibida, que estaban bien mis artículos, sí, pero que era un desperdicio imperdonable que no hablase de cosas tan preciosas como tenía El Puerto, y levantó la mano y con ojos llorosos ponía como ejemplo el Vaporcito de Cádiz, creo que cantando por carnaval. Al poco tiempo, como si maldecido, se hundía el Adriano III. Con ese precedente, estoy buscando sin esperanza algún chiste sobre el tratado de libre comercio con Canadá. A ver: "De ZP a CETA-pe, el próximo líder del PSOE será directamente alucinógeno: Seta-pe"? No, no creo que valga. Además, seguro que mi amigo prefiere no reírse y ahorrarse la cena.
No hay comentarios:
Publicar un comentario