Su teléfono ha dejado de funcionar, el de su casa y también el móvil. Pegados a sus talones tiene continuamente a agentes de la seguridad el estado desde que, el 18 de enero, regresó desde EE.UU. a La Habana para protagonizar una importante acción en la que se ha convertido ya en su misión: continuar la labor de su padre, Oswaldo Payá, el carismático líder del Movimiento Cristiano de Liberación, fallecido en extrañas circunstancias en 2012.
Confiesa que siente inquietud, casi miedo. Los seguimientos se han intensificado en las últimas horas, a medida que se acerca el gran momento: la entrega este miércoles al uruguayo Luis Almagro, secretario general de la Organización de Estados Americanos (OEA), del premio «Oswaldo Paya Libertad y Vida», que por primera vez concede la Red Latinoamericana de Jóvenes por la Democracia, organización presente en 20 países de América Latina que preside la propia Payá.
«Es un acontecimiento muy importante para todos los cubanos», afirma la joven de 28 años, contada por Alfa y Omega a través del teléfono de otro opositor. Cuba, que aspira a reincorporarse a la OEA (de la que fue expulsada hace medio siglo), va a ser escenario de un reconocimiento público al actual responsable máximo de esta organización, galardonado por «su coherencia» en defensa de «la democracia y los derechos humanos» en Venezuela, la gran aliada del régimen castrista.
El intento de establecer paralelismos es claro. «También los cubanos, en medio de este clima de represión y violencia, necesitamos gestos de solidaridad efectiva que nos permitan hacer sentir que no estamos solos». «Esperamos reacciones de la comunidad internacional a favor de los derechos humanos, como una señal clara contra la impunidad, contra la violencia, contra la represión del régimen».
«Esta –añade Rosa María Payá– debe ser también la voz de la Iglesia». «Creo que la Iglesia tiene un rol que jugar. Hacer política no es el papel de la Iglesia, pero sí acompañar al pueblo cubano; mantenerse del lado de los oprimidos. Y levantar la voz en lo posible para detener la impunidad».
El arzobispo de la Habana y el nuncio han sido invitados a la entrega del galardón este miércoles, a las 11, en la propia casa de la familia Payá. No tiene confirmación de su asistencia, ni tampoco del resto de invitados, con quienes lleva días sin poder establecer contacto, desde que el régimen castrista le dejó prácticamente incomunicada. Una petición que lanza a este semanario es: «publiquen la hora del acto».
En contacto permanente con el Vaticano
Como «laica católica» comprometida «la libertad, con mi país y con los derechos de todos los cubanos», Rosa María Payá dice sentir «todos los días» la cercanía de muchos católicos de a pie, «y también de muchas personas que no son creyentes y nos acompañan en esta lucha». En lo que se refiere a la jerarquía, «podría estar un poco más activa en la defensa de los oprimidos –afirma–, no desde una convicción política, pero sí con actitud profética y evangélica».
Payá tuvo una audiencia privada con el Papa en 2014. Desde entonces, asegura que ha estado en permanente contacto con la Santa Sede, «no directamente, pero sí a través de la Nunciatura». Después de aquella audiencia, el Vaticano llevó una mediación entre el régimen cubano y EEUU. Payá entiende que la motivación fue mejorar las condiciones de vida de la población, pero lamenta que «el pueblo cubano realmente quedó excluido del proceso».
«No estamos pidiendo de la Iglesia ni al Vaticano una mediación», aclara. «Sí estamos pidiendo un acompañamiento. Estamos pidiendo observación, una actitud alerta y activa. Y que se alce la palabra de la Iglesia a favor de todos los cubanos».
«Oswaldo Payá fue asesinado»
Otra reivindicación que espera ver cumplida algún día es una investigación independiente sobre las circunstancias en las que murió su padre. «Todas las evidencias, como ha publicado la Human Rights Fundation de Nueva York, indican que mi padre fue asesinado en un “accidente” provocado por accidentes de seguridad del régimen cubano. Debe abrirse una investigación. Fue un atentado y esto es importante denunciarlo», afirma, mientras mira de reojo a los agentes que la están siguiendo en La Habana. «No sabemos qué va a hacer la gente de la seguridad del estado después de perseguirte, de dejarte incomunicado… Pero sabes que puedes sufrir un atentado».
Ricardo Benjumea
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