BUENOS AIRES, 28 Feb. 17 / 02:19 am (ACI).- El Arzobispo de La Plata en Argentina, Mons. Héctor Aguer, reflexionó sobre la importancia de vivir “la espiritualidad del abandono” en un mundo lleno de inquietudes, donde “vivimos con los pelos de punta” y es difícil encontrar la calma incluso en los momentos de oración.
La gente moderna “nos creemos muy protagonistas de todo y a Dios lo invocamos cada tanto para que nos ayude en nuestras empresas. Pero no sé si la cosa va por ahí”, advirtió el Prelado en su programa semanal “Claves para un Mundo Mejor” emitido por Canal 9.
“¿Cómo se puede hacer para tranquilizarse un poco especialmente en aquellos momentos en los cuales nos dedicamos a la oración o estamos a solas?”, cuestionó el Arzobispo, quien propuso acudir al Salmo 130 (131) para encontrar una respuesta.
“Señor, mi corazón no es ambicioso, ni mis ojos altaneros; no pretendo grandezas que superan mi capacidad; sino que acallo y modero mis deseos, como un niño en brazos de su madre. Espere Israel en el Señor ahora y por siempre”, canta el salmista.
Mons. Aguer explicó que en la cultura bíblica “el niño mamaba hasta los tres o cuatro años de su mamá y la idea que el salmo quiere expresar es que cuando el niño está prendido al pecho de la madre y necesita su leche está ansioso, está como angustiado”.
Por el contrario, cuando el niño está saciado “entonces reposa tranquilamente en su regazo”.
El Arzobispo de La Plata subrayó que el salmo “nos habla de un Dios que es padre y madre. El amor de Dios tiene un carácter maternal y por eso uno puede descansar en su regazo sin inquietud alguna, sin necesidad de prenderse demasiado a Él y esto implica la confianza”.
Por lo tanto, para obtener la tranquilidad en Dios es necesario la “espiritualidad del abandono en saber que Dios es nuestro Padre. Es nuestro Padre que tiene un amor maternal por nosotros”.
La actitud del niño en los brazos de su madre, de la que habla el salmista, es el “espíritu que hay que tratar de ir consiguiendo. Espero que esto nos sirva para algo en nuestra vida”, concluyó Mons. Aguer.
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