Queridos amigos y hermanos de ReL: ¡Cuánta inquietud nos producen nuestras ocupaciones y, sobre todo, nuestras preocupaciones, en especial las que se refieren a nuestras necesidades! En este octavo domingo del Tiempo Ordinario, la liturgia y Jesús nos exhortan a “confiar en Dios constantemente”. Nuestra confianza no es una aventura irresponsable, es la lógica respuesta al amor providente de Dios.
En un período de prueba había dicho Israel: “El Señor me ha abandonado, el Señor me ha olvidado” (Is 49, 14); pero por boca del profeta le responde el Señor: “¿Acaso olvida una madre a su niño de pecho?... Pues aunque ésas llegasen a olvidar, yo no te olvido” (ib 15). Es un absurdo que Dios abandone a la criatura que ha llamado a la vida en un acto de amor. Sin embargo, cuando las pruebas se agolpan, los hombres son fáciles en dudar del amor de Dios y de su asistencia paternal. Jesús revelador de Dios-Padre, trató muchas veces este tema: “No andéis preocupados por vuestra vida, qué comeréis, ni por vuestro cuerpo, con qué vestiréis” (Mt 6, 25). Jesús introduce el discurso sobre la confianza en la providencia diciendo: “Nadie puede servir a dos señores” (ib 24). El dinero es un pésimo amo que tiraniza al hombre quitándole la libertad de servir y amar a Dios y a los hermanos. Dios, en cambio, único y supremo Señor, es tan bueno que, cuando el hombre se pone a su servicio y se abandona con confianza en sus manos, lo libra de los afanes de la vida y, dándole seguridad en su providencia, le hace generoso con los demás. “Pues si la hierba del campo, que hoy es y mañana va a ser echada al horno, Dios así la viste, ¿no lo hará mucho más con vosotros, hombres de poca fe” (ib 30). En realidad es la poquedad de la fe la que torna al hombre tan inseguro de Dios y tan preocupado de sí. Jesús tiene esta conducta como digna de paganos: “Por todas esas cosas se afanan los gentiles” (ib 32). Es como decir: el que tiene fe no puede portarse como si no existiese la providencia. Es fácil aun para el cristiano dejarse apoderar de esta mentalidad puramente terrena, no ver más allá de los horizontes materiales y creer sólo en lo que se tiene a mano. Hay que “convertirse” y formarse una mentalidad evangélica. No para dispensarse del esfuerzo y de los deberes del propio estado, sino para, atendiendo a ellos con empeño, no descuidar la “única cosa necesaria” (Lc 10, 41) y creer que adonde el hombre no llega, llega la providencia del Padre celestial. “Buscad primero el Reino de Dios y su justicia, y todas esas cosas se os darán por añadidura” (Mt 6, 33). Queridos hermanos: “no estéis agobiados”, nos ha repetido Jesús hoy cuatro veces en su Evangelio. La liturgia ha sido un canto el amor providente de Dios, que no olvida a sus hijos y los cuida con amor paterno. Confiemos en él, entreguémonos a él, ¡nunca seremos defraudados! Con mi bendición. Padre José Medina “Intimidad divina” es un libro de meditaciones sobre la vida interior para todos los días del año, todo un clásico, cuyo autor es el P. Gabriel de Santa María Magdalena, carmelita descalzo, (1893-1953). Es uno de los grandes maestros del siglo XX, estas meditaciones en texto y en audio, síntesis y readaptación de las suyas, las presento como un sentido homenaje y con el sincero empeño, de darlo a conocer a las nuevas generaciones de cristianos. |
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domingo, 26 de febrero de 2017
"NO OS AGOBIÉIS POR EL MAÑANA"; POR EL PADRE JOSÉ ANTONIO MEDINA PELLEGRINI
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