Tal vez recuerden a aquel patriarca que confiesa a un amigo suyo más cultivado: "Tengo un poblema en casa..." "Será un problema", corrige el otro. "No, no, un problema es cuatro más cuatro, ocho; lo mío es un poblema". Había dado con un arquetipo platónico: sabía lo que se decía. Y más ahora que la moda es hablar en pedagogía de las inteligencias múltiples.
Lo he recordado al ver la foto de un ejercicio infantil que me manda Miguel d'Ors de su colección particular de disparates reales. Son matemáticas y el ejercicio reza: "En la caja había diez caracoles y ahora sólo quedan dos. ¿Cuántos caracoles faltan?" Estaban los cuadrados típicos para poner los números y luego unas líneas para escribir, encabezadas por la palabra "Solución". En los cuadraditos, el niño o la niña ha escrito: 10-2=8. O sea, que la inteligencia matemática, perfecta. Pero en la línea de la solución, en vez de relatar la operación matemática, para qué tanta redundancia, resuelve: "poner un tapón encima". Ahí están las inteligencias múltiples: la matemática y la práctica. O si se quiere, la solución, primero, del problema y, después, sin solución de continuidad, la del poblema.
Tenemos todos que aprender muchísimo del niño del ejercicio. Nos empeñamos en solucionar poblemas como si fuesen problemas o viceversa. Por poner un ejemplo de máxima actualidad: el problema con el nacionalismo catalán es muy sencillo, casi dos más dos, cuatro: bastaría aplicar la Constitución. Para solucionar el poblema habría que poner el tapón, y para eso hay que tener resolución. Pasa mucho, ¿cuántos problemas de fe no son, en realidad, poblemas? ¿Y los sentimentales, qué?
Por eso es fundamental, frente a cualquier nudo gordiano (el gordiano original era, justamente, un poblema) preguntarse qué es, si problema o lo otro, y actuar en consecuencia: u operación aritmética o tapón de caracoles. Con cualquier enseñanza que demos, hemos de examinar si ofrecimos las herramientas para distinguirlos bien y, luego, los instrumentos para solucionar tanto una operación intelectual más mecánica como otra más vital, compleja, volitiva, anímica... Sin fomentar y fortalecer la voluntad, la flexibilidad, el sentido del humor y el común, las virtudes y, por último, los principios, nunca enseñaremos a enmendar poblemas. Y es cierto que la vida es muy problemática, por supuesto, pero eso es lo más fácil. También es muy poblemática, ojo.
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