Por desgracia muchas veces el paso del tiempo hace que alguien muy querido pase a ser solo un recuerdo. Esto ocurre con María Ana de Jesús, tan querida por los madrileños que, cuando el Papa Pío VI la declaró beata en el año 1783, el Ayuntamiento la declaró copatrona junto con san Isidro Labrador.
María Ana nació en el centro de Madrid en el año 1565, y fue bautizada en la parroquia de Santiago. A los 23 años decidió romper su compromiso con un joven por la determinación de entrar en un convento. Ante la oposición de su padre, se cortó el pelo y, según la tradición, se desfiguró el rostro con unas tijeras para verse rechazada por su prometido. Después de su muerte en el año 1624, el artista Carducho le hizo la máscara mortuoria donde se aprecia dicha desfiguración.
De salud débil y enfermiza, vivió en una pequeña casita junto al convento de Santa Bárbara de los Mercedarios Descalzos. Allí dedicó su vida a la oración y a la penitencia, destacando su devoción a la Virgen y a la Eucaristía.
María Ana recorría Madrid asistiendo a los necesitados, y era frecuente ver cómo estos acudían a su casita para ser asistidos. Su fama se hizo rápida y se le atribuyeron toda clase de prodigios, que después de su muerte aumentaron. Uno fue el milagro de la lluvia que cayó en Castilla después de una época fuerte de sequía en el año 1613.
Su cadáver fue expuesto durante varios días, y enseguida comenzó su proceso de beatificación, alentado por el pueblo, la nobleza y el propio rey Felipe IV, gran devoto suyo.
En el año 1627 se abrió su sepultura, y se comprobó que el cuerpo se encontraba intacto y exhalaba una fragancia agradable. Solo la cara estaba peor conservada, por la máscara mortuoria. Su cuerpo incorrupto se conserva en el convento de don Juan de Alarcón (Mercedarias) en la calle Valverde, donde todos los 17 de cada mes madrileños agradecidos pasan a venerar a su beata y allí reparten alimentos a los necesitados. El 17 de abril, día de su muerte y fiesta litúrgica, el cuerpo se expone para que sea venerado por el pueblo de Madrid.
Su causa de canonización se encuentra en Roma en su última fase y subirá a los altares como santa, si Dios quiere, en breve tiempo, llevando su Madrid al cielo.
Jesús Junquera
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