Hace unos meses, a Manuel, un sacerdote jerezano de 41 años y 16 de ministerio, un grupo de animalistas le montó una campaña en contra –bastante desagradable y violenta– porque le vieron en los toros con clériman. Nadie le preguntó, sin embargo, por la labor que hace desde hace cinco años en el tanatorio de Jerez. Hoy no solo no ha dejado de ir con clériman, sino que se pasea así, bien visible, entre las salas de velatorio para que quien quiera pueda acercarse a él, y él pueda acercarles a Cristo. Porque, como explica, «la Iglesia tiene que estar presente siempre en las situaciones de frontera, en todas las situaciones de dolor y de sufrimiento, porque Cristo da la respuesta con su cruz al sufrimiento, a la muerte y al dolor»
Hay quien dice que la fe es un invento de los débiles ante el temor de la muerte. ¿Qué aporta la gracia de Dios para vivir la muerte de un ser querido?
La fe no solo es consuelo, sino certeza de que nos veremos en el cielo, y de que volveremos a vivir cuando Cristo regrese al final de los tiempos. El dolor existe, pero el cristiano no huye de él, sino que lo enfrenta cara a cara, como María ante la cruz.
Muchos católicos tienen miedo a la muerte…
Miedo no, ¡pánico! Aunque eso se arregla con la fe. Somos hijos de nuestra cultura, y antes la muerte era algo cotidiano desde niños; incluso se velaban a los muertos en casa. Hoy la muerte es un tabú que se oculta.
Su labor en el tanatorio, ¿le ha cambiado la forma de ver la evidencia de su propia muerte (que esperemos sea dentro de mucho tiempo)?
Claro, porque me ayuda a confiar en Dios y a vivir con la esperanza de saber que después de todo el sufrimiento habrá una vida eterna en la que, como dice el Apocalipsis, ya no habrá ni llanto, ni luto, ni dolor, sino paz y alegrías eternas.
Además de celebrar las exequias de quien lo pide, ¿qué hace un capellán de un tanatorio?
Transmitir esperanza en medio del dolor. A quien lo solicita, trato de ofrecerle un servicio lo más personalizado posible, escuchando más que hablando.
Con el lío de estos días en torno a la cremación, se ha hablado mucho del respeto al cuerpo del difunto, y poco de la resurrección del cuerpo. ¿De verdad nuestro cuerpo va a resucitar, o es una forma de hablar?
Efectivamente, no es una forma de hablar: nuestro cuerpo va a resucitar. Si no creyésemos en la resurrección de Cristo y en la resurrección de la carne, la fe cristiana no tendría sentido. Tenemos el profundo convencimiento de que la resurrección de la carne, como la expresa el credo, se va a dar cuando Cristo vuelva al final de los tiempos.
¿Cómo se acompaña a quien se enfada con Dios?
Ante la muerte es normal que surja la ira, porque tendemos a buscar al culpable de la separación. Cuando los nervios están a flor de piel, el capellán tiene que dejar que la persona llore y exprese sus sentimientos. Cuando la muerte es dramática, es frecuente que te digan: «¿Por qué me hace esto? ¿Dónde está Dios?».
¿Y qué responde?
Que Dios está contigo, porque estás sufriendo. Muchas veces no podemos entender la muerte, pero Dios está siempre en el corazón del que sufre.
También es capellán del hospital de Jerez. ¿Ha tenido que acompañar a la familia de algún enfermo a quien hubiese atendido?
Sí. Y es una experiencia muy dura. Cuando acompañas a un enfermo, has celebrado con él la unción de enfermos y te llaman para decirte que ha fallecido, se pasa muy mal. Pero eso permite también hacer un acompañamiento más completo.
¿Y mantiene el contacto después?
Sí. Algunas familias me han llamado y he ido a sus casas. Incluso en situaciones muy dramáticas, como la muerte de un bebé, Dios da consuelo. En algunos casos hasta nos hemos hecho amigos. Es un servicio de Dios a domicilio, para ayudarles a elaborar el duelo, que es un proceso muy complejo.
José Antonio Méndez
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