El caso del indigente muerto en Cádiz, cuando dormía en un portal de la avenida Ramón de Carranza, se presta a todo tipo de demagogias. También a tentaciones populistas, que en otros tiempos se hubieran practicado y que ahora nos podemos ahorrar. Pero incide en algo a lo que ya me he referido: que los indigentes duerman en las calles de Cádiz no es lo normal. En esa misma zona de Canalejas tienen montado el hotel de las Tortugas, que es una vergüenza para Cádiz. Y, por supuesto, no es un problema estético porque molesten, o resulte feo a la vista, o tire pellizquitos en las conciencias acomodadas, sino que es un problema ético: resulta intolerable y es justo que se solucione.
Hay oenegés y grupos solidarios, como Calor en la Noche, y otras asociaciones, como Caballeros Hospitalarios, que realizan una gran labor humanitaria con esas personas. Las atienden y les prestan servicios esenciales para que sobrevivan en condiciones adversas. Con esa gran labor se cubre lo más básico, que es la supervivencia, pero no se puede justificar la raíz del problema: no hay unos albergues adecuados. Así que algo gordo está fallando en el sistema de atención social en Cádiz.
Es una pena que aquí la acción social se utilice en un sentido estrictamente panfletario. Interesa la política barata por encima de las personas humanas. Cuando apareció un informe en el que se demostraba que los gastos de ayudas sociales habían bajado un 20% en Cádiz con el Ayuntamiento del cambio, los de Podemos Unidos forzaron otra modificación del presupuesto, para maquillarlo de cara a la galería. Fue curioso que en ese pleno no habló Martín Vila, ni tampoco Eva Tubío, que son los representantes de lo que queda de IU, mientras que el PSOE de Fran lo criticó y luego lo aprobó, como por pena, o por no liarlos más.
Es una tristeza que los partidos municipales, y sobre todo el equipo de Gobierno local que preside José María González Santos, sean incapaces de atajar el origen del mal. No entienden que si hay pobres tirados por las esquinas, y por los bancos y las casapuertas de Canalejas, es por culpa de ellos. Son ellos quienes deben ofrecer el remedio. Pero es más fácil hacer ruido que buscar fórmulas para solucionarlo o cumplir lo que se acuerda. Y es más fácil subvencionar voluntarios para que se partan la cara por los indigentes sin techo, en vez de ofrecer unos albergues dignos y con más capacidad.
Insisto en que no es sólo un problema estético, sino ético. Suponiendo que haya alguna ética laica que les interese.
José Joaquín León
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