SU PROPIO AFÁN
ENRIQUE / GARCÍA / MÁIQUEZ / | ACTUALIZADO 01.06.2016 - 01:00
Vino viejo
CON gran alegría me he encontrado con un paisano de El Puerto de Santa María en las páginas de la prensa nacional. Se trata de don Francisco Parra, y el motivo de su salto a la fama es que ostenta un récord extraordinario. Es el español con más años cotizados a la Seguridad Social. Lleva trabajando en las Bodegas Caballero nada menos que desde 1947, cuando acaba de cumplir 17 años. 71 años (capicúa) de trabajo.
Hay que brindar por una noticia así de la provincia de Cádiz, que suele salir por la cruz del paro, y no por la cara de la cotización. Pero también por sus 86 años tan bien llevados; por su apellido, que remite al origen; por la jubilación parcial, que permite que siga en el tajo según es su voluntad; y, de paso, por la espléndida continuidad de Bodegas Caballero. Sin empresas que den empleo, no hay buenas noticias que valgan.
Brindo, pues, porque la ocasión lo merece, pero también por interés. Parra, que goza de tanta salud como ánimo, tiene costumbres frugales: toma un café en el hogar del jubilado y media botella de vino fino, media, en el almuerzo. Tate. Yo tengo muy comprobado que los bebedores de vino tienen vidas felices, obviamente, y, además, largas. Es la Fuente de la Eterna Juventud. Leonor Gómez, la abuela de mi mujer, que llegó a los 97 años en plena forma, aseguraba que sólo se tomaba una copita de jerez al día. La llenaba como el capitán Haddock, hasta que rebosaba, y, si uno no miraba, la copita se rellenaba sola.
Recuerdo a menudo que el discurso de ingreso de mi padre en la Real Academia de Farmacia versó sobre los usos medicinales del jerez. Repasó viejas fórmulas que tenían como base el vino para emulsionar las medicinas. Al hilo, citó el caso de Manuel María González, al que, siendo un bebé gravemente enfermo, casi desahuciado, le dieron a la desesperada una cucharadita de jerez, y volvió a la vida. Habría que hacer un estudio del jerez como medicina sin necesidad de añadirle nada, que no hace falta. El gran Falstaff recetó, con ojo clínico: "Un buen jerez calienta la sangre, la cual, antes fría e inmóvil, dejaba los hígados blancos y pálidos, señal de apocamiento y cobardía. Pero el jerez la calienta y la hace correr de las entrañas a las extremidades", y apostillaba que al corazón lo deja "reforzado y entonado". La media botella de fino de Parra, nuestro modélico paisano, es otro caso modélico. Hay que brindar por él, tan ejemplar.
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