La debilidad de los laicos
Hay una insuficiente e inadecuada presencia de los laicos católicos en la vida pública
Por: . | Fuente: ForumLibertas
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La razón fundamental es que su condición católica queda diluida por las categorías del mundo secular, por sus marcos de referencia. Reducen la fe a una cuestión interior sin traducción encarnada en la vida colectiva, cuando precisamente el hecho católico es esencialmente encarnado y comunitario. La eucaristía es su centro. Entre las causas que motivan esta pobre actuación cristiana, que ha criticado el Papa Francisco, hay en ocasiones un déficit de valor para afrontar el mundo y las repercusiones negativas que comporta, en nuestro país y en gran parte de Europa, el profesar la fe y actuar en consecuencia en la vida pública. En la política ciertamente, pero también en los ámbitos profesionales y sociales hay mucho de una deficiente formación espiritual, teológica y doctrinal. Esta insuficiencia educativa no se explica si solo nos remitimos a los laicos, porque en la Iglesia este tipo de formación recae esencialmente en los pastores. Hay en consecuencia una insuficiente capacidad para dar una buena preparación espiritual, teológica y doctrinal por parte de sacerdotes y obispos, y este segundo problema nos remite más lejos y más hondo. Porque, si esto es así, quiere decir que los seminarios y otros medios educativos de la Iglesia no hacen del todo bien su papel.
El laico católico ha de ser capaz de hacerse presente en el mundo y presentarse en él con un relato hecho desde el marco de referencia cristiano. Esto quiere decir pensar en categorías de la Doctrina Social de la Iglesia, en aquello que es más específico de la vida pública, y, con carácter más general, pesar en términos catequéticos. Dicho breve y claro: tenemos un compendio de Doctrina Social y un Catecismo que deberían ser el fundamento, pero los tenemos olvidados. El laico ha de formarse sobre aquel fundamento, ha de evitar toda interpretación de la fe desde la ideología, ha de estar lejos de supeditarlo a un pretendido dogma económico o a toda sumisión al interés del partido o de la organización, sea cual sea. Y todo esto sin perder de vista algo que es importante y en cierta medida nuevo: las doctrinas expresadas por los partidos políticos tal y como llegan al siglo XXI están agotadas, son insuficientes, incapaces de resolver la acumulación de crisis generadas por la Modernidad y Postmodernidad. Es precisamente en el cristianismo, en la Doctrina Social de la Iglesia, donde pueden encontrarse las fuentes renovadoras capaces de aportar respuestas.
Hay otros factores de menor entidad que también debilitan la presencia del laicado cristiano. Una es la excesiva tendencia de demasiados movimientos y entidades católicas a aferrarse a sus propias iniciativas, evitando que una parte de su gente colabore con otros laicos en los asuntos públicos. Bien está lo propio, la especificidad, la escuela de espiritualidad, pero esto no puede significar nunca el ser un ente autoreferenciado en el seno de la propia Iglesia, sin participación activa en los asuntos comunes, uno de los cuales es precisamente el de la acción en la plaza pública.
Un segundo factor es el predominio de la reacción sobre la proposición, lo que significa que la posición inicial es siempre defensiva. Así es muy difícil ganar espacio.
Finalmente, el predominio del monocultivo. Muchas entidades se dedican a algunos temas irrenunciables, vida y familia, aunque generalmente entendidos de forma limitada. Pero a su lado, no en lugar de ellos, sino a su lado, repitámoslo, faltan misiones, presencias y propuestas en todos los otros órdenes del campo social, económico y cultural. Y sobre todo faltan propuestas que vayan a la raíz de la cosa, que se dirijan al conjunto de la polis, es decir, propuestas políticas, no en el sentido del partido político, sí en tanto en cuanto hacen referencia a cuestiones que nos afectan a todos.
El laico católico ha de ser capaz de hacerse presente en el mundo y presentarse en él con un relato hecho desde el marco de referencia cristiano. Esto quiere decir pensar en categorías de la Doctrina Social de la Iglesia, en aquello que es más específico de la vida pública, y, con carácter más general, pesar en términos catequéticos. Dicho breve y claro: tenemos un compendio de Doctrina Social y un Catecismo que deberían ser el fundamento, pero los tenemos olvidados. El laico ha de formarse sobre aquel fundamento, ha de evitar toda interpretación de la fe desde la ideología, ha de estar lejos de supeditarlo a un pretendido dogma económico o a toda sumisión al interés del partido o de la organización, sea cual sea. Y todo esto sin perder de vista algo que es importante y en cierta medida nuevo: las doctrinas expresadas por los partidos políticos tal y como llegan al siglo XXI están agotadas, son insuficientes, incapaces de resolver la acumulación de crisis generadas por la Modernidad y Postmodernidad. Es precisamente en el cristianismo, en la Doctrina Social de la Iglesia, donde pueden encontrarse las fuentes renovadoras capaces de aportar respuestas.
Hay otros factores de menor entidad que también debilitan la presencia del laicado cristiano. Una es la excesiva tendencia de demasiados movimientos y entidades católicas a aferrarse a sus propias iniciativas, evitando que una parte de su gente colabore con otros laicos en los asuntos públicos. Bien está lo propio, la especificidad, la escuela de espiritualidad, pero esto no puede significar nunca el ser un ente autoreferenciado en el seno de la propia Iglesia, sin participación activa en los asuntos comunes, uno de los cuales es precisamente el de la acción en la plaza pública.
Un segundo factor es el predominio de la reacción sobre la proposición, lo que significa que la posición inicial es siempre defensiva. Así es muy difícil ganar espacio.
Finalmente, el predominio del monocultivo. Muchas entidades se dedican a algunos temas irrenunciables, vida y familia, aunque generalmente entendidos de forma limitada. Pero a su lado, no en lugar de ellos, sino a su lado, repitámoslo, faltan misiones, presencias y propuestas en todos los otros órdenes del campo social, económico y cultural. Y sobre todo faltan propuestas que vayan a la raíz de la cosa, que se dirijan al conjunto de la polis, es decir, propuestas políticas, no en el sentido del partido político, sí en tanto en cuanto hacen referencia a cuestiones que nos afectan a todos.
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