AIN-.La fiesta de la Natividad de Jesucristo, portador de justicia y paz, fermento de amor entre los hombres, es una de las mayores fiestas que celebran millones de cristianos en todo el mundo y, en particular, en Iraq.
Una verdadera fiesta siempre nos brinda la ocasión de acordarnos de un hecho o una persona excepcionales, portadores de alegría y esperanza, y su celebración nos hace más fuertes para el día a día. Sin embargo, este año los cristianos iraquíes van a celebrar la Navidad en unas condiciones deplorables: por un lado, debido al deterioro de la situación a todos los niveles en nuestro país, y, por otro, ciertamente debido a lo que han vivido como cristianos, a saber, como víctimas de segregación y exclusión.
Desde hace un año y medio, el Estado Islámico (Daesh) ocupa Mosul y también los poblados de la Llanura de Nínive. 120.000 cristianos han sido expulsados de sus casas por el solo motivo de pertenecer a la religión de Cristo. Nadie a excepción de los que han planificado esta limpieza religiosahubiera imaginado nunca una catástrofe tal. Estos cristianos, desplazados a lugares lejanos de sus lugares de origen, viven desde hace un año y medio en condiciones lamentables, en campos desprovistos casi totalmente de servicios, salvo los que les ofrecen la Iglesia o las organizaciones de la sociedad civil.
En Bagdad, las casas de los creyentes son objeto de la codicia de los milicianos, que se apropian sus bienes. Esto es lo que le ha ocurrido hace algunas horas a una familia cristiana que vive en el barrio Palestina, en el centro de Bagdad: ¡los han amenazado y robado en pleno día!
También desde el punto de vista legislativo, somos víctimas de discriminaciones. Hasta el día de hoy, los diputados no han modificado la injustísima ley relativa a la tarjeta de identidad, que consiste en obligar a los hijos menores de familias cristianas, mandeas o yazidíes a hacerse musulmán si uno de sus padres se convierte al Islam. El comportamiento de aquellos que deberían representarnos, nuestros diputados, ha herido a las familias cristianas y sus hijos, pues es como si la libertad y los derechos más fundamentales no fueran de aplicación para nosotros y solo estuvieran reservados a los demás. Todo esto nos priva de la alegría de la fiesta de la Navidad.
La situación es tanto más dolorosa si consideramos que los musulmanes ven en Cristo y su madre “las maravillas de los mundos” (Profetas: 91) y en los cristianos a “los más cercanos a ellos en afecto” (La Tabla, 82).
Además, los musulmanes no dejan de repetirnos que somos los ciudadanos fundadores del país, mientras que, en la práctica, nos tratan como a ciudadanos de segunda y no hacen nada por que las libertades públicas, la igualdad ante la ley y la seguridad se apliquen al conjunto de la población y no solamente a una parte.
En vista del avance del Estado Islámico, el Parlamento iraquí debería haber contrarrestado la visión del Daesh afirmando que la cohesión de la nación se deriva de la instauración de derechos iguales para todos los iraquíes, que forman una sola familia sin distinción por etnia o religión.
Como prueba de dicha cohesión nacional, esperamos que nuestros diputados conviertan la Navidad en un día festivo para todo el país, como fue anunciado por el anterior primer ministro iraquí y como ya es el caso desde 2012 en Kirkuk y en la región del Kurdistán. Naturalmente, ya hemos presentado esta petición. Esto sería un importante signo dirigido a favorecer la coexistencia entre las comunidades y a hacer progresar la fraternidad en nuestro país.
Por desgracia, esta fraternidad no hace más que menguar.Recientemente, los cristianos han sido incluso amenazados directamente: en Bagdad, el domingo, 13 de diciembre, unas personas –probablemente, miembros de las milicias chiíes– han pegado en los muros de las casas de familias cristianas carteles con la imagen de la Virgen María acompañada de un mensaje con el que se invita a las mujeres cristianas a imitar a la Santa Virgen y a llevar el velo.
Estos carteles atentan contra la libertad de vestirse como quieran de los cristianos. ¡La Santísima Virgen vivió hace dos mil años, en una sociedad y una cultura diferentes, y el verdadero velo es el velo del espíritu y de la moralidad! Queremos aprovechar la ocasión para volver a repetir con toda franqueza que no cederemos ante la injusticia. Al contrario, seguiremos apegados a nuestra tierra y a nuestro patriotismo, y seguiremos viviendo nuestro amor por nuestros conciudadanos, por la sencilla razón de que son nuestros hermanos.
En Iraq vamos a celebrar el nacimiento de Jesús, que penetra en nuestro corazón en silencio y con lágrimas, sin manifestaciones ni recepciones festivas. No obstante, seguimos habitados por la paz interior que perpetúa la alegría de la fe y la esperanza que, pese a las dificultades, nos conducen hacia un país más justo y hacia un futuro mejor.
Su Beatitud el Patriarca Mar Louis Raphael Sako, en su calidad de cabeza de la mayor iglesia cristiana iraquí, quiere dirigir su más sincera gratitud hacia todos aquellos que han sostenido y sostienen la causa de los derechos humanos en Iraq. También da las gracias a los que apoyan a los cristianos y promueven los derechos de todos los ciudadanos iraquíes sin distinción.
“Gloria a Dios en el cielo y en la tierra paz a los hombres que ama el Señor”.
Deseamos la paz para Iraq.
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