jueves, 31 de diciembre de 2015

ANSIAS Y PREMONICIONES; POR RAFAEL SÁNCHEZ SAUS

Diario de Cádiz

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Ansias y premoniciones

RAFAEL / SÁNCHEZ SAUS | ACTUALIZADO 31.12.2015 - 01:00
DE los finales de año de mi lejana niñez, recuerdo bien el efecto que me causaban las viñetas de Mingote que solían representar al año viejo como un anciano de larga y blanca barba que se retiraba encorvado para dejar paso a un niño rollizo y en pañales, imagen del venidero. Si la memoria no me falla como es muy posible, esos dibujos, que levantaban en mi sentimientos encontrados de aflicción por lo que se iba y un inmediato apego al porvenir, solían anteceder en el periódico al copioso resumen de las noticias del año. En aquel batiburrillo no podían faltar muertes, guerras y calamidades, pero tampoco buenas noticias en su amplia diversidad. Lo que más me sorprendía e inquietaba era que algunas de ellas me parecían remotísimas, muy anteriores al año que se iba, mientras otras no me sonaban en absoluto a pesar de ser yo entonces un fiel lector del Abc que se compraba en casa. Con todo, mi perplejidad sobre esos detalles del inmediato y ya ignoto pasado era muy inferior al ansia que despertaba en mi la inminencia del futuro, tan concentrado me parecía éste en esas boqueadas de un año y comienzos del siguiente. Nada sabía yo entonces de los sueños premonitorios de las primeras noches de enero, algo que conocí mucho después, leyendo a Ernst Junger, y a los que el gran escritor alemán daba crédito y recogía con todo cuidado. 


No hay que soñar mucho para intuir por dónde irán los tiros en este 2016 que ya berrea. Nada podemos saber del año venidero excepto lo innegable: que es hijo del anterior. El signo del 2015 en España ha sido la división, la visible apertura de una grieta que ha cuarteado a la sociedad de forma hasta ahora desconocida y de la que los resultados electorales son sólo un aspecto, quizá el menos preocupante. Esa fractura de las tendencias y las voluntades afecta claramente a los partidos políticos, a la derecha y a la izquierda, perturba el entendimiento de los conceptos básicos sobre los que se asienta la ciudadanía democrática, paraliza a las grandes instituciones. Es el fruto de la siembra continua del odio y del cinismo, de la irresponsabilidad de los medios, del auge de la demagogia y de la penosa circunstancia de haber sido secuestrado el discurso de la moderación y el buen sentido por incapaces y corruptos. La huida al yermo hasta que la normalidad retorne puede ser la gran tentación del 2016.

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