Jesús fue obligado a escapar de Herodes. “Él es el real defensor de los prófugos de hoy”. Su huida nos reclama a no permanecer insensibles frente a este drama
AIN-. (Asianews) El Niño Jesús fue un refugiado, obligado a escapar de las intenciones homicidas de Herodes. “Él es el real defensor de los prófugos de hoy”. Su nacimiento reclama a todos a no permanecer insensibles frente al drama de los miles de migrantes de nuestro tiempo, entre los cuales hay tantos niños que tienen derecho a la vida, a la educación y al crecimiento dentro de sus propias familias.
El mensaje de Navidad del Patriarca ecuménico Bartolomé I, está centradoparticularmente en la condición de quien está obligado a emigrar, y subraya que la ayuda y la asistencia a cada uno de esos hermanos, “para el Señor que nace, serán dones más preciosos que los que le entregaron los Reyes magos”.
“La dulzura de la Santa Noche de Navidad- escribe Bartolomé- envuelve otra vez al mundo. Y en medio de las penas y de los sufrimientos de la humanidad, de la crisis y de las crisis, de las pasiones y de las enemistades, de las inseguridades y de las desilusiones prevalece con la misma fascinación de siempre, real y actual como nunca, el misterio de la Encarnación de Dios”. “Lamentablemente, aún en nuestra época muchos hombres piensan como aquél asesino de niños, Herodes, ese innoble y despiadado hombre, anulando a su prójimo de diversos modos”.
Para salvarse de las intenciones homicidas, el Niño Jesús “fue obligado a huir a Egipto, constituyendo así, diríamos según la terminología de nuestra época, “un refugiado político”, junto a su Madre María, la Santísima Madre de Dios, y a José, su esposo”.
“En nuestra época, considerada como una época de progreso, muchos niños están obligados a convertirse en prófugos, siguiendo a sus propios padres, para salvar sus vidas, vida que los muchos enemigos miran con sospecha. Tal hecho, constituye una ignominia para el género humano”.
En cambio, todas las sociedades, “deben asegurar un crecimiento social, que puede les ser asegurada a través de la alimentación y de la instrucción en el ámbito de la familia tradicional, basada en los principios del amor, de la filantropía, de la paz, de la solidaridad, bienes que el Señor encarnado nos ofrece. El Salvador que nació, nos llama a todos a acoger este mensaje de salvación de los hombres. Es verdad que a través de la historia del hombre, los pueblos han realizado muchas migraciones y asentamientos.
También esperábamos que después de las dos guerras mundiales y las declaraciones sobre la paz de líderes eclesiásticos y políticos, las sociedades de hoy, asegurarían la convivencia pacífica de los hombres en sus propios países. Lamentablemente, los hechos desilusionan la esperanza, siendo que grandes masas de seres humanos, ante la amenaza de su aniquilación, están obligados a tomar el camino de la migración”.
“Tal situación, creada con la ola continuamente creciente de los prófugos, acrecienta la responsabilidad nuestra, que aún tenemos la bendición de vivir en paz y con algunas comodidades, para no quedarnos insensibles frente al drama cotidiano de miles de hermanos nuestros, sino de expresarles nuestra tangible solidaridad y nuestro amor, con la certeza de que cada beneficencia hacia ellos, llega al rostro del Hijo de Dios que nació y se encarnó, y no vino al mundo como un rey, o como un dominador, ni como un potente, ni como un rico, sino que fue generado como un niño desnudo e indefenso, en un pequeño establo, sin un hogar, así como viven en estos momentos miles de nuestros hermanos, y fue obligado en los primeros años de Su vida terrena a expatriarse hacia una tierra lejana, para salvarse del odio de Herodes. Podríamos decir que la tierra y el mar beben la sangre inocente de los niños prófugos de hoy, mientras que el alma de Herodes “recibió el juicio”.
“Este Divino Niño nacido y llevado a Egipto es el real defensor de los prófugos de hoy, de los perseguidos por los Herodes de hoy. Él, el Niño Jesús, nuestro Dios, “se hizo débil con los débiles” (1 Cor. 9,22), similar a nosotros, a los privados de fuerza, a los humillados, a aquellos que están en peligro, a los prófugos. La asistencia y nuestra ayuda hacia los perseguidos y a nuestros hermanos deportados, independientemente de la raza, estirpe y religión, serán para el Señor que nace, dones más preciosos que los regalos de los Reyes magos, tesoros más dignos que el oro, el incienso y la mirra” (Mt.2,11), riqueza espiritual inalienable y única, que no se arruinará por más siglos que pasen, sino que nos esperará en el reino de los Cielos.
Entonces, cada uno de nosotros ofrezca lo que pueda al Señor, a quien vemos o descubrimos en el rostro de nuestros hermanos prófugos.Ofrezcamos al pequeño Cristo dado a luz hoy en Belén, estos venerables dones de amor, de sacrificio, de filantropía, imitando su bondad y postrémonos ante Él con los Ángeles, los Magos y los simples pastores, gritando “Gloria a Dios en las alturas y paz en la tierra a los hombres que Él ama” (Lc. 2,14), junto a todos los Santos. ¡La gracia y la copiosa Misericordia del prófugo Niño Jesús esté con todos vosotros!”.
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