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La soledad del piropeador de fondo
Llevo con relativa paciencia que discutan o relativicen mis elogios gracias a mi mujer, que me tiene perfectamente entrenado. Un diálogo que nos cruzamos todos los días:
Yo: ¡Qué guapa eres!
Ella: Yo no.
Pero ayer percibí una leve variación:
Yo: ¡Qué guapa eres!
Ella: Ya no.
¡Ah! No quise montar un alboroto diciendo que acaba de reconocer que yo había tenido razón en 21 años de noviazgo y matrimonio de piropeador de fondo. Y que eso me hacía confiar en que dentro de otros veinte años me dé la razón que tengo también ahora. Que claro que la tengo.
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