martes, 20 de octubre de 2015

EVANGELIO DEL DÍA Y MEDITACIÓN

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Lectura de la carta del apóstol san Pablo a los Romanos 5,12.15b.17-19.20b-21

Lo mismo que por un hombre entró el pecado en el mundo, y por el pecado la muerte, y así la muerte pasó a todos los hombres, porque todos pecaron. Si por la transgresión de uno murieron todos, mucho más, la gracia otorgada por Dios, el don de la gracia que correspondía a un solo hombre, Jesucristo, sobró para la multitud. Por el delito de un solo hombre comenzó el reinado de la muerte, por culpa de uno solo. Cuanto más ahora, por un solo hombre, Jesucristo, vivirán y reinarán todos los que han recibido un derroche de gracia y el don de la justificación. En resumen: si el delito de uno trajo la condena a todos, también la justicia de uno traerá la justificación y la vida. Si por la desobediencia de uno todos se convirtieron en pecadores, así por la obediencia de uno todos se convertirán en justos. Si creció el pecado, más desbordante fue la gracia. Y así como reinó el pecado, causando la muerte, as! también, por Jesucristo, nuestro Señor, reinará la gracia, causando una justificación que conduce a la vida eterna. 

Sal 39,7-8a.8b-9.10.17 R/. Aquí estoy, Señor, para hacer tú voluntad

Tú no quieres sacrificios ni ofrendas,
y, en cambio, me abriste el oído;
no pides sacrificio expiatorio,
entonces yo digo: «Aquí estoy.» R/.

«–Como está escrito en mi libro–
para hacer tu voluntad.»
Dios mío, lo quiero,
y llevo tu ley en las entrañas. R/.

He proclamado tu salvación
ante la gran asamblea;
no he cerrado los labios:
Señor, tú lo sabes. R/.

Alégrense y gocen contigo
todos los que te buscan;
digan siempre: «Grande es el Señor»
los que desean tu salvación. R/.

Lectura del santo evangelio según san Lucas 12, 35-38

En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos: «Tened ceñida la cintura y encendidas las lámparas. Vosotros estad como los que aguardan a que su señor vuelva de la boda, para abrirle apenas venga y llame. Dichosos los criados a quienes el señor, al llegar, los encuentre en vela; os aseguro que se ceñirá, los hará sentar a la mesa y los irá sirviendo. Y, si llega entrada la noche o de madrugada y los encuentra así, dichosos ellos.»

II. Compartimos la Palabra

  • Por la obediencia de uno todos se convertirán en justos

Si Pablo es fecundo en afirmaciones que bien dibujan la debilidad de la condición humana (todos los humanos estamos bajo el pecado), no lo es menos a la hora de subrayar el bello poderío de la gracia por mor de Jesucristo, el que, cual nuevo Adán, nos libera de todas las servidumbres que nos deshumanizan. El apóstol cifra en el pecado y en la muerte la irresponsable acción del hombre, expresión del primer y desobediente Adán; pero es el segundo Adán, Jesucristo, quien personifica la obediencia al Padre y recaba para todos nosotros la justicia, la salvación. Pablo no silencia la inmensa asimetría existente entre el delito humano y la gracia que, por la generosidad del perdón de Cristo, recibimos. Y sin mérito alguno por nuestra parte, sino por pura generosidad de un Dios que es Padre que ha puesto todo el peso de su amor en la servicial entrega de su Hijo: desobediencia del primer hombre al plan de Dios frente al cumplimiento total de su voluntad por parte del segundo Adán, Cristo, el único nombre que nos salva. Al panorama desolador de una historia de pecado, nuestro Padre, y en su Hijo Jesús, nos ofrece un derroche de amor y bendición, de perdón y de ternura. Así suele hacer las cosas nuestro Padre Dios.
  • Dichosos los criados a quienes su señor los encuentre en vela

Siempre ha dado mucho que pensar el tiempo intermedio, el comprendido entre la resurrección de Jesús y su vuelta definitiva el final de los tiempos. Este período, el del Pueblo de Dios, demanda de nosotros una imprescindible actitud, la de vigilar. Pero ¡cuidado!, que, a poco que nos descuidemos, derivamos a expresiones de espiritualidad un tanto extrañas. Este vigilar del texto evangelio a veces lo hemos entendido como una forma de prepararnos para bien morir (cuando al fin nos recoja su mano), cuando todo el evangelio, desde el principio al fin, es la mejor invitación para el bien vivir de todos, aquí y ahora, en este preciso momento de luz que vale la pena lo vivamos a tope, en plenitud de gracia y misericordia. Por apuntar tan alto (cuando seamos llamados a la vera del Padre) nos perdemos las mejores ocasiones s privamos de no pocos destellos de luz y amor, posibles en cada instante de nuestra existencia. Vigilar es vivir el seguimiento del Maestro con confianza, con la alegría que nos da el saber que hicimos la mejor opción que es capaz de humanizar cada minuto nuestro y de los hermanos. Vigilar es sentirnos capaces, por la fuerza del Espíritu, de dar razones de nuestra esperanza en un mundo que mucho la necesita y de actualizar nuestra condición de testigos de Jesús el Señor.
¿Nos ocupa y preocupa el “bien vivir” al modo evangélico?
Ante el mundo de hoy ¿los cristianos desarrollamos actitudes de misericordia y compasión?
Fr. Jesús Duque O.P. 
Convento de San Jacinto (Sevilla) 

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