domingo, 5 de julio de 2015

LECTURAS Y EVANGELIO DEL DOMINGO

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Lectura del Profeta Ezequiel 2, 2-5

En aquellos días el espíritu entró en mí, me puso en pie y oí que me decía:
–Hijo de Adán, yo te envío a los israelitas, a un pueblo rebelde que se ha rebelado contra mí. Sus padres y ellos me han ofendido hasta el presente día. También los hijos son testarudos y obstinados; a ellos te envío para que les digas: «Esto dice el Señor.» Ellos, te hagan caso o no te hagan caso (pues son un pueblo re-belde), sabrán que hubo un profeta en medio de ellos.

Sal. 122, 1-2a. 2bcd. 3-4 R: Nuestros ojos están en el Señor, esperando su misericordia

A ti levanto mis ojos, 
a ti que habitas en el cielo.
Como están los ojos de los esclavos 
fijos en las manos de sus señores. 

Como están los ojos de la esclava 
fijos en las manos de su señora,
así están nuestros ojos en el Señor Dios nuestro, 
esperando su misericordia. 

Misericordia, Señor, misericordia, 
que estamos saciados de desprecios; 
nuestra alma está saciada 
del sarcasmo de los satisfechos, 
del desprecio de los orgullosos.

Lectura de la segunda carta del Apóstol San Pablo a los Corintios 12, 7-10

Hermanos: Por la grandeza de estas revelaciones, para que no tenga soberbia, me han metido una espina en la carne: un emisario de Satanás que me apalea, para que no sea soberbio. Tres veces le he pedido al Señor verme libre de él y me ha respondido:
–Te basta mi gracia: la fuerza se realiza en la debilidad.
Por eso, muy a gusto presumo de mis debilidades, porque así residirá en mí la fuerza de Cristo.
Por eso vivo contento en medio de mis debilidades, de los insultos, las privaciones, las persecuciones y las dificultades sufridas por Cristo. Porque cuando soy débil, entonces soy fuerte.

Lectura del santo Evangelio según San Marcos 6, 1-6

En aquel tiempo fue Jesús a su tierra en compañía de sus discípulos. Cuando llegó el sábado, empezó a enseñar en la sinagoga; la multitud que lo oía se preguntaba asombrada:
–¿De dónde saca todo eso? ¿Que sabiduría es ésa que le han enseñado? ¿Y esos milagros de sus manos? ¿No es éste el carpintero, el hijo de María, hermano de Santiago y José y Judas y Simón? ¿Y sus hermanas no viven con nosotros aquí ? Y desconfiaban de él.
Jesús les decía:
–No desprecian a un profeta más que en su tierra, entre sus parientes y en su casa.
No pudo hacer allí ningún milagro, sólo curó algunos enfermos imponiéndoles las manos. Y se extrañó de su falta de fe.

“Y se extrañó de su falta de fe”


La libertad para Jesús no era un fin en sí mismo, sino un medio para algo más importante, es decir: el cumplimiento de la voluntad de Dios. No somos llamados a ser perfectamente libres sino a hacer la voluntad de Dios. En cambio, no podemos hacerla si no somos lo más libre que nos sea posible. Esto, a nuestros oídos de hoy, suena a contradicción. Hablar de obediencia a la voluntad de Dios suena a imposición divina y sometimiento de la persona. Eso se debe a una imagen de Dios, como alguien que tiene un gran ego masculino y a que la voluntad de Dios o la de cualquier otra persona es puramente arbitraria. Pero esto no es lo que Jesús parecía sentir.
Los relatos evangélicos nos enseñan una sabiduría de humanidad que nos permiten aprender lo que es confiar en Dios, nos enseñan a verle como Padre y a adoptar una perspectiva de preocupación y responsabilidad por los otros. Nos permite buscar la curación de Jesús cuando nos damos cuenta que también nosotros, más frecuentemente de lo que pensamos, creemos que, a pesar del peso cultural y religioso de su figura, es el carpintero, el hijo de María y el hermano de Santiago Judas y Simón. No lo decimos con estas palabras, pero la dificultad que mostramos para poner el amor a los demás como el fin de nuestras acciones revelan esa necesidad de curación y de cambio.
 

Fr. José Ramón López de la Osa González 
Real Convento de Predicadores (Valencia) 

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