sábado, 4 de julio de 2015

* DESDE VILLALUENGA: PARA VOLVER A VOLVER...






El verano se ha instalado con toda las de la ley en Villaluenga del Rosario y el sol luce con fuerza durante el día aunque una leve brisa suaviza algo el ambiente alejándonos del tórrido calor que se puede percibir en otros lugares de nuestra bendita España.

Llevo un día sin salir de casa pues esta mañana, que bien podía haberlo hecho, no tenía ganas, me apetecía pasar la misma escribiendo o investigando aquél tema que tanto me gusta y tanto demoro a veces.

Ayer en la Venta Mesa Jardín, en Las Abiertas, a la salida de Arcos de la Frontera donde Irene, sus hermanos y Familia nos tratan como un miembro más de la misma sirvió de encuentro para que compartiéramos unos minutos Miguel Ángel Pacheco, Antonio Benítez Román y su hija Berta. La casualidades de la vida o la causalidades de Dios.

Por la tarde vinieron a casa en corta visita pues tenía que volver a poner rumbo a Jerez otros dos enamorados de Villaluenga como son Beltrán Castell López y su mujer Maya de Alba. Los cuatro nos sentamos en el patio conversando y proyectando ideas muy interesantes que se nos vienen a la cabeza con el único denominador común: Nuestro querido pueblo.


Fue a las nueve de la noche cuando esta querida pareja partieron dejando más que el corazón a las faldas del Caíllo y yo me quedé completamente solo cuando el día se tornaba en su ocaso con cierto frescor leyendo plácidamente mientras apuraba el resto de la copa de brandy que había compartido con mi querido amigo.

Esta mañana lo pensaba pues era de esos días en los que me sentía con ganas de escribir. Me levanto escritor y me acuesto lector.

Últimamente publico poco “desde Villaluenga” aunque escribo todos los días para Villaluenga y eso me hace estar recordando siempre este bendito rincón bendecido por la Virgen del Rosario que siempre nos cubre bajo su manto aunque nosotros con nuestras terquedad creamos ciertamente que no es así.

Villaluenga del Rosario es Paz además de sosiego, tranquilidad de espíritu, alegría desbordante y también mesurada. Es un cúmulo de sentimientos que se tornan ciertos cuando estás aquí y que se vuelven en verde esperanza, como sus prados, cuando te encuentras lejos de atisbar siquiera con la mirada la sombra del Caíllo.

Villaluenga del Rosario no solamente es un pueblo sino que es un lugar donde la vida es más vida aunque los que están las veinticuatro horas que tiene el día no se aperciban de ello.

Comprendo que muchos y sobre todo los jóvenes quieran salir a conocer otros lugares, disfrutar de otros ambientes, conocer mundo pues eso siempre es bueno y también recomendable para su desarrollo personal aunque después tienen la inmensa fortuna de volver a casa que te recibe con los brazos abiertos y te sientes siempre en Familia.

Siempre he dicho y lo reitero que en Villaluenga nunca te encuentras solo, no sientes sensación de soledad que puedes percibir en una gran ciudad donde todos miran a sus alforjas y ni se fijan en la cara que tiene el vecino. En este bendito pueblo todos se conocen, todos se respetan su intimidad, todos se ayudan, todos se quieren y todos se lloran cuando la muerte siega el campo de la vida.

Aquí no hace falta el mejor reloj pues las horas pasan a su hora y además el plácido sonido de las campanadas que cada sesenta minutos te recuerda con su melodía medida a la vez que armónica que es la hora que es.

Aquí se valora una buena conversación se hable de lo que se hable pues siempre se mantendrá un respeto casi irreconocible en los poblados lugares que nos circundan pues en Villaluenga todavía se sabe de buena tinta que significa respeto hacia los demás.

Villaluenga del Rosario es un todo que completa mi vida aunque os pueda parecer difícil de creer. Soy de los que opinan, y en estos sentimientos también me acompaña mi mujer, de que vivir aquí todos los días que tiene el año disfrutando de cada hora que parecen iguales aunque son diferentes, ver y sentir como cambia el tiempo, disfrutar del verano, del mar de mi pueblo que es la inmensa piscina de agua fría y que parece que cobijan las montañas, disfrutar de un paseo plácido a la atardecida o de la buena lectura cuando el sol es un recuerdo mientras sientes el frescor se deposita en tu cuerpo haciéndote pensar que no estás en esta época del año es un inmenso privilegio.


O disfrutar de un otoño que se divide en dos: Fresco y frío siendo este último cuando las chimeneas empiezan a exhalar el blanco humo como diciendo que pronto llega el invierno con sus fríos, sus lluvias, su aire gélido y también sus nieves mientras el crepitar de la chimenea nos indica que estamos en casa, que estamos en Villaluenga.

O gozar de una primavera única donde hay tiempo para todo y todo esta medido por la mesura y la tranquilidad.

Villaluenga del Rosario es así y así la quiero en toda su extensión.

Y Villaluenga es encontrarse con Dios en la inmensa y majestuosa soledad...

Comprendo, porque a me pasa lo mismo, cuando queridos payoyos que viven fuera y vienen a disfrutar de cada fin de semana, cada vacaciones y fiestas se les queda parte del alma en los brazos del Caíllo cada vez que el coche se encamina hacia la manga. Es una sensación que no se puede explicar con palabras pero si con sentimientos. Creo que en ese momento todos ponemos el kilometraje a cero y solo cuentan las horas que van faltando para volver a volver a Villaluenga.

Cuando escribo este artículo a modo de confesión personal me encuentro sentado en mi patio mirando a soslayo al horizonte que termina donde empieza la montaña y la oquedad de la sima todavía se percibe clara a la vez que imponente mientras el Caíllo hace unos minutos ha acogido al sol para decirle: ¡Descansa que ya hoy has brillado demasiado!

Son muchos los amigos que han ido visitando este privilegiado rincón en los años que llevamos viviendo aquí y otros que esperan hacerlo ya sean porque leen cuanto escribo, cuantas fotos publico o el ardor que pongo cada vez que hablo de este lugar que siento tan mío porque me habéis ofrecido el inmenso honor de sentirme de aquí, de adoptarme, porque aunque mis ojos se abrieran en otro lugar rodeado de mar quiera Dios que los cierre en este bendito pueblo rodeado entre montañas.

Dice una canción de Raphael: “Para volver a volver no te marches ahora de una vez quédate…”

Pues eso, espero algún día poderme quedar para siempre y que mis ojos se extasíen al contemplar cada día tanta y tanta belleza.

A todos os doy un abrazo desde Villaluenga del Rosario donde se vive a diario “La Pureza de lo Auténtico”.


Jesús Rodríguez Arias

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