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lunes, 1 de junio de 2015
EL ALBA SE ASOMA A MI ORACIÓN; POR JOSÉ ANTONIO SIGLER
EL ALBA SE ASOMA A MI ORACIÓN. «Dichoso quien teme al Señor y ama de corazón sus mandatos.» (Salmo del día). Hoy me he quedado pillado con este versículo, parece un contradicción. Temer a Dios y amarlo: parece una religión de masoquismo. Amar a Dios, de corazón, eso lo deseamos todos los que tenemos alguna experiencia de Dios. Y ese amor es el que te provoca "cumplir" sus mandatos. Entonces, ¿Donde está la clave del "temer"? Ayer, dentro del desarrollo de los Cursos Alpha, tuvimos un efusión del Espíritu Santo (no alarmaros, no es nada mágico, ni esotérico ni ningún tipo de espiritismo –ni así hay que tomarlo–. Es una oración de intercesión de unos por otro para pedir al Señor que llene de Espíritu Santo a la persona por la que se ora). Hubo muchas manifiestaciones y liberaciones sensibles y la conversión o el fortalecimiento de la fe de lo asistentes, retornando "al Amor primero". Volviendo al salmo, es muy recurrido decir que "temer" se refiere a "temer perder" a Dios, que no deja de tener su razón. Pero, ¿y si lo vemos en el sentido de que lo que tenemos que "temer" son nuestros propios abandonos? Dichosos los que "temen" al Señor, no porque el Señor te someta, sino porque te ofrece sus "mandatos" para que no pierdas la gracia recibida en tu conversión. Dichoso si te sientes "educado" por Dios, como un padre hace con su hijo, si "temes" a tu padre porque te hace crecer en la vida. ¡No!, temer a Dios nos es un flagelo ni una denigración, sino una bendición que te mantiene unido, con un vínculo de amor y misericordia, a su persona y a su acción. Santa María de Caná, ruega por nosotros.
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