sábado, 4 de abril de 2015

* ¡¡FELIZ PASCUA DE RESURRECCIÓN!!

Dicen que la noche más corta o larga son cuando cambiamos la hora según llegue el otoño o la primavera.

El otoño y sobre todo el invierno es sinónimo de frialdad, de oscuridad, de malos presagios pues se barruntan tormentas, lluvias, grandes nevadas. Cielo gris y triste entristece el ambiente así como nuestro carácter se amilana haciéndonos introvertidos y casi temerosos.

Así he vivido estas horas de luto y pesar en las cuales Jesús ha desaparecido pues entre todos lo hemos matado.

¿Qué mal has hecho Señor para que sufrieras nuestra impiedad, nuestra asquerosa cobardía, nuestra podredumbre?

Creo que el peor mal que hiciste a este mundo fue quitarnos la careta y descubrirnos tal cual éramos, tal cual somos. Ni más ni menos.

Cuando nos descubren y sacan nuestras miserias a relucir nos volvemos recelosos, miramos hacia otro sitio, volvemos la cara, nuestra cara dura, hacia otro lado y decimos para los que nos quieran oír y escuchar: ¡Yo no soy así!

Sí, Jesús pusiste el dedo en la llaga y nos descubriste no a los ojos de los demás sino a nosotros mismos y eso no se perdona, no se puede perdonar porque porque no hay nada peor que descubrir nuestras miserias cuando en verdad sin Ti somos unos miserables.

Pero no nos señalabas con dedo inquisidor, como hacemos nosotros, sino que ponías las cartas hacia arriba para decirnos que ese no es el camino, que hay otro, que podemos cogerlo y ser felices limpiando nuestros pecados y nuestra impiedad: El Camino del Amor de Dios.

Porque viniste para hacer el Bien, para demostrarnos que se puede hacer, para que comprendiésemos que entregándonos a los demás es el mejor modo de servir a Dios, que amando a nuestro prójimo, queriéndolo, nos hace grande en nuestra pequeñez. 

Y demostraste que con solo una Palabra tuya, con solo rozar tu manto, con solo acercarnos a Ti podemos ser curados de nuestras cegueras que son nuestros insanos vicios, que podemos volver a caminar cogiendo nuestra camilla que nos postraba a la inmundicia de este pérfido mundo, que teniendo fe seremos capaces de mover montañas y caminar sobres las aguas, que el Señor no está en los sabios y entendidos sino en los humildes de corazón, los que han hecho de la mansedumbre su vida, los que miran con ojos y corazón de niños. Y nos demostraste con hechos que se puede perdonar a los enemigos.

¿Y aún me puedo preguntar porque fuiste y eres tan odiado? ¿Por qué fuiste entregado por treinta asquerosas monedas, demostrando que el dinero es el mal de mundo, martirizado, crucificado y muerto?

Jesús eras, y eres, demasiado perjudicial para un mundo que había pedido su parte de la herencia y se negaba a volver a la Casa del Padre como hijos pródigos y por eso trapicheaba, cual vulgares usureros, vendiendo y comprando voluntades e incluso almas.

A Dios cuanto más lejos mejor dicen los que  manejan el mundo porque está al servicio del Mal. Ellos no quieren a nadie más que sus mezquinos intereses que es sacar tajada de todo y de todos para su propio enriquecimiento cual mediocre mercaderes aunque esta vez el producto a comprar, vender y eliminar son los seres humanos.

Aquí el Amor, la Bondad, el hacer el Bien, el servicio a los demás, el querer al prójimo sea quien sea no vale porque eso no se cotiza en bolsa y para los indeseables de todos los tiempos el tener la bolsa del poder, del dinero, del prestigio, de los honores, de los puestos relevantes está muy por encima de esas sandeces del amor . Que aniquilan a cristianos que son perseguidos, como Tú, por esos mundos donde el fanatismo es el brazo ejecutor de tantos intereses: ¡Qué se haga!

Tenías que morir Jesús, sabías que ocurriría, porque eras, eres, demasiado molesto para tantos intereses... ¡Y te dieron muerte!

Cuando expiraste y tus ojos se cerraron se abrieron los del cielo y los que allí estaban manifestaron llenos de pavor: ¡En verdad este era el Hijo de Dios! Fue en Tu muerte cuando se produjo la primera manifestación de tu divinidad.

Había que enterrarte pronto y ligero porque querían que tu recuerdo fuese eso: ¡Un simple y lejano recuerdo!

Pensaban que te pudrirías y que con el pasar de los años no quedarían de ti ni los huesos, tenían que olvidarte para que nosotros también lo hiciéramos, tenían que enterrarte y sellar tu sepulcro para que nunca más se supiera de ti, se hablara de ti. Tenían tanto miedo a perder lo que eran, lo que somos, que había que echar piedra sobre tierra como si no hubieras existido. ¿Qué era eso de hacer el Bien a todos sin mirar a quien y de Amar a nuestro prójimo que también son nuestros enemigos? ¡Qué insensatez!

Y Tu Madre y los que te querían de verdad lloraban tu ausencia como la he llorado desde que te mataron porque nos sentimos huérfanos del mejor Hermano, del auténtico Amigo, de Jesús en el que puedo confiar a todas las horas del día, de la noche sin tiempo ni lugar. Ayer cuando visité la Iglesia para asistir a la Adoración de la Santa Cruz, bendito madero impregnado en tu Sangre, vi oscuro, vacío sin vida el lugar donde voy a verte todos los días. Ayer, Viernes Santo, el Sagrario estaba vacío porque Tú no estabas porque entre todos te habíamos matado.

Luto, dolor y duelo en mi corazón.

Pero ahora es distinto porque la llama que todos los día arde en mi corazón y que en estas horas he sentido apagada ha vuelto a brotar. No sé como explicarlo pero en mi alma calcinada de dolor vuelve a crepitar esa sensación ardorosa de sentirte cerca, de sentirte Vivo.

Mi mente, porque mis ojos te han visto muerto, me dice que estás muerto aunque mi corazón me dice lo contrario porque palpita y siente un calor extraño, único, que me dice que Jesús Vive, que ha Resucitado de entre los muertos. ¡Y no sé que pensar...!

Pasan los minutos y una honda emoción me asevera que Vives, que has triunfado a la muerte y que por tu Resurrección nos ha salvado de la misma a todos los demás. Has pagado por mis culpas y me has limpiado para siempre.

El Sepulcro está vacío,
ya no está tu cuerpo inerte,
has Resucitado Jesús mío,
has vencido a la Muerte.

Sí, Jesús Vive, ha Resucitado nuestros corazones se sienten de nuevo vivo, con ganas de llevar a la práctica cuanto nos dijo y nos dice a diario.

Amar a Dios, Amar a nuestro prójimo como a nosotros mismos, Amar a nuestros enemigos, Amar a los humildes y desfavorecidos, Amar a la Vida, Amar tan solo Amar porque el principal mandamiento que nos dejó impreso en nuestros corazones a costa de su Sangre derramada es el del Amor.

Porque si Amamos a Dios, al prójimo y también nos queremos, con nuestras virtudes y defectos, a nosotros mismos no puede haber guerras, hambre, intransigencia, pobreza, crueldad, exterminio, envidia, rencor, odio, compra-venta de voluntades, honores a costa de lo que sea porque el Amor es un maremoto que destruye lo malo que nos pueda rodear haciendo que en nuestra vida reine la Paz, el sosiego, la tranquilidad y la auténtica Felicidad.

El Amor que nos demanda Jesús Resucitado es el Amor que debemos hacer nuestro para entregarlo a manos llenas a todos los demás.

Y cuando veas a esa persona que tanto mal te ha hecho, tantas mentiras ha vertido sobre ti asesinándote ante los demás, que te odia aunque tu no puedas llegar a saber el cómo y por qué de esta situación, a ese que te ha hecho un mal que crees que es difícil de perdonar pon su rostro en el rostro de Jesús, que es el mejor marco, y entonces viéndole verás a Cristo que también nació, predicó, fue martirizado, murió y ha resucitado por él y entonces tu corazón no sentirá odio, rencor o desprecio sino que sentirás amor y rezaras por él y entonces será cuando habrás dejado entrar a Jesús en tu vida.

¡Jesús Vive y nosotros con Él!

A ver si es verdad...

Recibe, mi querido hermano, un fraternal abrazo en el Amor de Jesús Resucitado.

¡¡Feliz Pascua de Resurrección!!

Jesús Rodríguez Arias


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