EL ALBA SE ASOMA A MI ORACIÓN: "Estaba precisamente en la sinagoga un hombre que tenía un espíritu inmundo, y se puso a gritar: - ¿Qué quieres de nosotros, Jesús Nazareno? ¿Has venido a acabar con nosotros? Sé quién eres: el Santo de Dios.- Jesús lo increpó: -Cállate y sal de él.-" (Evangelio del día). A veces escuchamos una lectura de este tipo y pensamos: y esto ¿que tiene que ver conmigo? Porque cavilamos que nosotros, "hombres curtidos en la fe", no estamos para estas "historias". Quizás porque centremos más nuestra atención más en el "espíritu inmundo" que en el milagro. Y, liberada la persona del mal espíritu, discurrimos que mejor se vaya a su casa y me deje seguir con la Eucaristía. Vamos, que nos afecta poco. Craso error, porque nosotros, de una forma o de otra, también tenemos "ataduras" y, aunque no tengamos "espíritus inmundos", algunos nos rondan y algún ramalazo nos llega. Por ello necesitamos descubrir nuestra realidad, ver como "anda" nuestro interior y empezar a "limpiar". De esta forma, la Eucaristía no será un mero trámite sino que constituirá un momento salvífico y un espacio –aunque no sólo este– donde los milagros "me afectan y me llegan". Y, en este caso, si el espíritu inmundo reconoce a Jesús como el Santo de Dios, nosotros porqué a veces, no siempre ¡eh!, ¿vivimos la Eucaristía como un trámite? Pues a ello, a "limpiar" nuestras pequeñas o grandes "oscuridades" y a vivir con intensidad y plenitud la santidad de Dios y el milagro de Jesús, ¿no estamos habitados por el Espíritu Santo? Santa María de Caná, ruega por nosotros. Una posdata porque ayer tuvimos Escuela de Evangelizadores: "...cuando se proclamó el Evangelio entre vosotros, no hubo sólo palabras, sino además fuerza del Espíritu Santo y convicción profunda (del Oficio de Lecturas de hoy).
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