miércoles, 25 de febrero de 2015

LA CARTUJA DE MIRAFLORES (BURGOS).




Contrasta la sobriedad de las dependencias claustrales con la mayor riqueza de la iglesia, única parte visitable


Por: Centro Virtual Cervantes | Fuente: cvc.cervantes.es



Fundación de la monarquía castellana en las proximidades de Burgos, a tan sólo tres kilómetros del centro de la ciudad. Actualmente se llega a este monumento por la carretera de la Quinta, que asciende por la margen izquierda del río Arlanzón.

En este emplazamiento, el rey Enrique III había decidido erigir unos palacios en los que practicar su afición favorita, la caza. Pero, en 1441, Juan II decidió entregarlos a los cartujos para que establecieran allí una comunidad, lo que sucedió en febrero del año siguiente, 1442. La nueva fundación surgió también con el propósito de que sirviese como panteón funerario del fundador; se puso bajo la advocación de san Francisco por la devoción que hacia este santo habían sentido el propio monarca y su padre.

Al principio, los frailes se instalaron en el antiguo palacio, pero un incendio acaecido en el mes de octubre de 1452 provocó su total destrucción. Este es el origen del edificio actual y también del cambio de denominación; pasó a llamarse de «Santa María de Miraflores».

Muerto Juan II en 1454, parece que Enrique IV descuidó el proyecto de su padre. Para entonces ya existían unas trazas diseñadas por Juan de Colonia y llevadas a cabo, en principio, bajo su dirección. En 1460 estaba terminado el claustro grande, veinticuatro celdas y el refectorio, que sirvió de templo provisional; en 1461 se había concluido también el claustro pequeño. Las obras de la iglesia estuvieron durante algún tiempo paralizadas. Sería Isabel la Católica la encargada de alentar la obra de sus progenitores. A Juan de Colonia le sucedió en la maestría primero Garci Fernández de Matienzo y después su hijo Simón. Cuando en 1483 la reina visitó el cenobio, los trabajos estaban muy avanzados; apenas quedaban las obras complementarias (retablo, sepulcros, sillería). En 1499, realizado el retablo del altar mayor, se inauguró el templo.

Contrasta la sobriedad de las dependencias claustrales con la mayor riqueza de la iglesia, única parte visitable. Su planta responde al modelo cartujano, de una sola nave y sin capillas, pero ligeramente modificado por tener que cumplir la función de panteón real; esto obligó a dar más profundidad y anchura a la cabecera, donde se iban a ubicar los sepulcros. El alzado de la nave es muy sencillo; se cierra con muros rectos, sólo animados por las ventanas abiertas entre los arcos que determinan el abovedamiento (cinco bóvedas de crucería con terceletes). Las bóvedas de la cabecera enriquecen sus nervios con decoración gótica muy calada (cairelados). El exterior refleja fielmente la estructura interior; altos contrafuertes marcan los tramos y rematan en una crestería con pináculos.

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