EL ALBA SE ASOMA A MI ORACIÓN: "Señor, ¿quién soy yo para que entres bajo mi techo?" (Evangelio del día). Estas palabras del centurión pueden parecer contradictorias con el mensaje, y los actos, que proclama Jesús. Pero el centurión lo dice dentro de un contexto muy determinado, porque es consciente de que los romanos oprimen al pueblo judío y él se siente indigno. Reflejando la situación en nosotros, podríamos pensar: ¿Cómo vas a venir, Jesús, a mis casa con lo desastre que soy? La pregunta lleva, entre líneas, el doble mensaje: ¡Señor, si estoy deseando que vengas! Resonancias: –reconozco mi pecado, pero anhelo que el Señor venga a mi vida–. No en vano, esto lo decimos antes de comulgar. Y el centurión prosigue: "Basta que lo digas de palabra". Dicho de otro modo podría ser: "No es necesario que vengas «tocable y humano», sino que lo pronuncies", demostrando con ello la fe que tiene en la acción de Jesús. Y es ahí donde debe llegar nuestra fe hoy: –no estará el Señor «tocable y humano» sino que lo tenemos, muy presente, en la Eucaristía–. Hoy, Inmaculado Corazón de María, término con la lectura de las Laudes,
"Desbordo de gozo con el Señor, y me alegro con mi Dios: porque me ha vestido un traje de gala". Gracias, Señor, porque nos sentimos revestidos por Tí y en Tí. Santa María, primer Sagrario, ruega por nosotros.
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