miércoles, 2 de abril de 2014

* DESDE VILLALUENGA.


Hetepheres, Mateo y "Micaela".
Hacía frío cuando llegamos, ese frío seco y tan particular que nos acoge desde hace ya unos meses como el mejor compañero de viaje, como si de un vecino más se tratase. El cielo estaba nublado y se notaba en el ambiente que había llovido hace poco. 

Abrimos nuestra casa, organizamos un poco las cosas que llevábamos, nos vestimos con ropa de abrigo y nos dispusimos a dar un buen paseo, la verdad es que muchas ganas no tenía pues me notaba ciertamente débil, que atravesaría todo el pueblo. Cogimos por el paseo que rodea a Villaluenga por la carretera hasta llegar a la fuente e hicimos nuestra entrada por la Avenida de los Arbolitos. Nos paramos con los preciosos gatos de Mateo para darle un poco de comer y enseguida continuamos con nuestra marcha. 


Ascendimos por la cuesta llamada del Calvario hasta llegar a la parte alta del pueblo para así ir rodeándolo y presenciando las imágenes que se destacaban entre la verde arboleda. El “Caíllo” imponente se alzaba delante nuestra como máximo protector material de todos los vecinos que allí tenemos nuestras casas. Seguimos andando hasta llegar a la Glorieta cuyo camino de ida nos costó hacerlo bastante energía. Allí nos encontramos con Rogelio y un poco más adelante con Ana. Nuestros mayores nos siguen dando ejemplo de fortaleza y tenacidad. 

Debo reconocer que mientras caminaba iba cogiendo fuerza superando la debilidad que mi enfermedad que tiene sometido hace bastante tiempo aunque las piernas las iba notando algo cansadas. Lo mismo le ocurría a Hetepheres. 

Llegamos hasta el final, hasta los chopos, y la rodeamos por el camino hasta que se termina y deja paso a la carretera. Cuesta abajo caminábamos animadamente hacia nuestra casa. En poco más de una hora recorrimos más de seis kilómetros. El tiempo había cambiado y un imponente sol se había instalado en el cercano cielo y hasta habíamos sudado por el esfuerzo realizado en la caminata. 

Le dije a Hetepheres que para reponernos tomaríamos un refresco en el vecino Mesón “Los Caños”. Entramos y nos encontramos con Pepe y con Antonio Benítez, el cual veloz nos invitó a una copa. Allí en animada conversación estuvimos. Más tarde llegó Nito y su pequeña Alba, seguimos hablando y compartiendo, después lo haría Pedro Piña y Juande. Hetepheres se fue para casa pues quería hacer la comida y arreglar varias cosas y yo permanecí largo rato en  “Los Caños” con Pepe, Antonio, Nito, Pedro, Juan Carlos y Juande. Sé que pasó bastante pero cuando uno lo pasa bien y está entre sus buenos amigos a los que considera como si de la familia se tratase no se nota. 

A eso de las tres y cuarto subí a casa para almorzar. Ya Hetepheres lo tenía todo dispuesto. Antes me había despedido de Juande el cual me dijo que seguramente por la tarde saldría a dar una vuelta al campo su Espe. 

Almorzar y dormir una plácida siesta fue todo uno. ¡Cómo se duerme en Villaluenga no se hace en ningún lado! A lo lejos, en mi subconsciente, escuchaba las campanas que avisaban a Misa. No era un sueño, era la realidad que hizo despertarme. 

Cuando entramos en el Templo, cinco minutos antes de las seis de la tarde, había poca concurrencia de fieles. Rezar en la intimidad que da esa tranquila soledad ensancha el corazón. Poco a poco se fue llenando las paredes de la Iglesia con los habituales así como el grupo Scouts de la Parroquia de San José de Jerez de la Frontera que este fin de semana ha estado en la antigua Casa del Cura. 

Siempre digo que comulgar y retirarse a orar ante el Sagrario de Villaluenga del Rosario y alzar la mirada y encontrarte con el coqueto y sencillo Tabernáculo y encima del mismo la poderosa y bella imagen de mi querida Virgen del Rosario es único y solo reservado para los que saben gozar de la Presencia de las Presencias junto al Amor de la Madre de nuestra bendita Patrona. 

Terminada la Santa Misa nos encaminamos hacia “La Posada” para tomarnos algo allí. Nos dio mucha alegría encontrarnos a Miguel Ángel Pacheco, este querido amigo es un buen hombre, gran persona, de los que vale mucho la pena. Nos sentamos en una mesa al calor de una buena copa que nos sirvió de forma magistral María Jesús Alberto, extraordinaria directora del hotel y mejor amiga, y empezamos con una buena tertulia. Al poco en la mesa contigua se sentaron María y Juani Moreno y Pilar mientras que José Luis Márquez, actual presidente del Casino, lo hacía en la nuestra. Tarde de sábado, tarde de buena tertulia, de bromas, risas, de compartir amistad, sentimientos y conocimientos. Tarde única con unos buenos y queridos amigos.
Cuando nos quisimos dar cuenta eran las ocho de la tarde cuando salimos de "La Posada", antes ya se había marchado Miguel Ángel al cual visitamos, correspondiendo a su amable invitación, en su casa y al calor de la chimenea conversamos largo rato.
Serían las nueve de la noche cuando llegamos a casa exhaustos de felicidad que aporta el estar rodeado de buenos amigos en el pueblo que amas. Terminar de actualizar el blog, cenar y acostarnos fue lo único que hicimos y en ese orden.
La noche la dormí de un tirón, con cambio de hora incluida, y me despertó Hetepheres pasadas las diez de la mañana. ¡Cosa inaudita en mi!
Tomar un café, escribir mi meditación diaria e irnos a desayunar a "Los Caños" fueron los siguientes pasos.
Yo, a base de aire puro, de descansar plácidamente, me encontraba con fuerzas para subir la empinada cuesta que lleva al puerto de Las Viñas. ¡Me costó!
En el camino nos encontramos a Mateo y su padre que bajaban en coche con los cuales estuvimos hablando y le encargamos leña pues la primavera no ha llegado todavía a Villaluenga.
Subir, respirar ese aire puro que impregna los pulmones de salud, observar y admirar el paisaje, el cercano cielo, las nubes que se reflejan en el "Caíllo" ofreciendo unos claroscuros indefinibles, hizo que me viniera arriba del cansancio y el desgaste que me produjo la costosa subida en mi actual estado y forma física.
La bajada fue muy animada, con el fresco aire dándonos en la cara, admirando nuestro pueblo que teníamos enfrente, en esas nos encontramos a Mateo que subía con "Micaela" nuestra vaquita apadrinada y que está preciosa. Es dócil, cariñosa y mullida.
Cuando estuvimos abajo nos dirigimos directamente para casa. El sol nos alumbraba aunque hacía cierto frescor que no nos invitaba a sentarnos en el patio. Nos pusimos frente a la chimenea que ofrecía un calor inigualable con el crepitar de las vivas llamas y emprendimos la aventura de leer plácida y tranquilamente hasta que se nos hizo la hora de almorzar.
Después de una buena siesta ante y con el calor de hogar nos preparamos para volver a volver a nuestra rutina, obligaciones, a nuestro particular día a día que por razones de trabajo hace que no podamos vivir donde tenemos fijada nuestra residencia, donde somos tan felices y nos sentimos tan bien.
Quedan tan solo día y medio para volver a Villaluenga del Rosario, a nuestro querido pueblo, con nuestra gente, con nuestra particular forma de vida.

Jesús Rodríguez Arias

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