Cuando Pelham Grenville Wodehouse, el genio de la literatura de humor del siglo XX, escribía de una pareja de enamorados, decía que «sus corazones latían al unísono». No siempre eran un hombre y una mujer los protagonistas del latido cardíaco compartido y unánime. El conde Spencer Ersmworth, propietario del castillo de Blandings, estaba profundamente enamorado de su cerda «Emperatriz de Blandings», a la que dedicaba una buena parte de sus horas y de su conversación. Esas parejas cuyos corazones latían al unísono, no duraban mucho en el amor en las novelas de Wodehouse, a excepción de la formada por el conde y la cerda, que fue un amor duradero, leal, desinteresado y a todas luces, ejemplar.
Meses atrás, en el ámbito político, y dentro de él, en el socialista y gubernamental, los corazones de Alfredo Pérez Rubalcaba y Carmen Chacón, latían al unísono. Al día de hoy, la distancia anímica que se ha establecido entre los sístoles de uno y los diástoles de la otra, abruman toda esperanza de reconciliación. Pierre Daninos, el gran escritor francés, definió el desamor como «el hastío de la dulzura». Y el formidable Pittigrilli, que con Giovanni Guareschi y Giovanni Mosca se mantuvo en lo más alto de la genialidad humorística italiana, nos regaló la más áspera y desconcertante definición del amor. «El amor es un beso, dos besos, tres besos, cuatro besos, tres besos, dos besos, un beso»… Tengo para mí que el amor entre Rubalcaba y Chacón está a un paso de salirse del último beso de la definición pittigrilliana, y lo que es más grave, arrastrando por culpa de su ruptura emocional a un socialismo dividido y enfrentado. Se antoja decepcionante que en un partido político tan fuerte en su militancia, los dos únicos dirigentes con capacidad de convocar adeptos sean dos miembros del Gobierno de Zapatero, y por ende, dos responsables directos del desastre electoral del PSOE. El sistema que funciona en el PSOE parece impedir la candidatura de otros militantes menos contaminados por el zapaterismo saliente. Y a quien escribe, esto le huele a intereses personales y no a proyectos de regeneración y de futuro. ¿Qué cambio presentarían los socialistas con Rubalcaba o Carmen Chacón? Ninguno. Más de lo mismo. Si Rubalcaba fuera el vencedor, nos hallaríamos ante la victoria del gran derrotado. Y de serlo Carmen Chacón, ante la evidencia de que el PSOE, en los próximos años, estaría liderado por una sombra. La de Miguel Barroso, el esposo de la señora Chacón y maestro en manejar el guiñol socialista oculto tras el escenario. El socialismo necesita con urgencia aclarar de una vez por todas su descaminada y nefasta política territorial. Necesita un dirigente que no sufra espasmos labiales cuando pronuncia la palabra «España». Necesita un hombre o una mujer que nada tengan que ver con la exaltación de los resentimientos. Necesita una persona que no mire hacia el pasado y se atreva a desterrar del socialismo el derroche del dinero público. Un secretario general que rompa definitivamente con los que quieren un PSOE ideológicamente instalado en sus cavernas y apueste por una socialdemocracia sin puños en alto y melancolías sindicalistas. Nada de esto lo pueden garantizar Chacón o Rubalcaba, que tanto desmontan, desmontan tanto, uno y otra o una y otro.
Nos hallamos ante el divorcio de una pareja que parecía estable. Asistiremos en los próximos días a una pugna feroz y nada edificante. Las heridas no se curan con navajas, y de las heridas del PSOE ellos, los dos, son culpables.
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