Señoras y Señores les anuncio que la vida es un Carnaval...
Y de Carnaval, a modo de Don Carnal, de las cofradías que institucionalmente se pringan en estas fiestas, de los cofrades que quieren ser políticos y políticos que interesan de los cofrades va mi artículo.
Una opinión que es en verdad una crítica como crítico es en sí el Carnaval...
Jesús Rodríguez Arias
DON
CARNAL
Como ocurre cada año en tan
solo dos días se mezclaran dos celebraciones antagónicas como es Don Carnal y
la Cuaresma. Serán tan solo unos días en las que coincidirán y en una u otra
manera las dos se harán notar por la idiosincrasia propia de las mismas aunque
hay que decir que la primera por lo burlesco, por las agrupaciones o por el
condicionante humano que se desfoga entre bromas y lo que no lo son tiende a
copar el espacio público mientras el tiempo litúrgico que invita a la reflexiva
penitencia se vive más desde la intimidad de los templos o de cada cual.
En lugares como puede ser
Cádiz es muy normal y ciertamente corriente que grandes y reconocidos
carnavaleros sean a su vez prestigiosos cofrades pues en una ciudad como la
Trimilenaria tienen esos sentimientos muy acendrados y los compatibilizan desde la mayor
naturalidad.
Pero en La Isla, será por sus
particulares connotaciones, hemos sabido separar la fiesta propia de Don Carnal
de lo que es la Cuaresma. ¿Qué hay carnavaleros que son cofrades? ¡Por
supuesto! Pero no en la cuantía que la vecina Cádiz y siempre a título
particular.
Pertenezco a una generación
que se ha embebido en las enseñanzas de grandes y prestigiosos cofrades de San
Fernando que siempre supieron hacer la necesaria separación de lo que es el
Carnaval de la Cuaresma, de lo que es ser miembro de una hermandad o de su
junta de gobierno de la política. De los dos casos siempre nos decían que
nosotros por nuestra propia vocación apostólica no deberíamos mezclar lo uno
con lo otro pues si así lo hacíamos perdíamos autenticidad, esa pureza e
independencia que había que tener y mantener.
Ahora todo ha cambiado, ahora
todo está como entremezclado, ahora una hermandad, como corporación, puede
participar activamente en actos propiamente carnavalescos y ahora muchos
cofrades “saborean” la tan renombrada erótica del poder que dicen ofrece a
manos abiertas la política. Sí, ahora, aunque ya llevamos años con esta rara
mezcolanza, una cofradía de penitencia la puedes ver en actos propios de Don
Carnal y a conocidos cofrades pertenecer a las direcciones o incluso formar
parte de listas electorales para acceder a un determinado cargo público por
medio de un partido político.
Y no digo que no esté bien,
Dios me libre, pero a mí personalmente me choca, al igual que lo señeros
cofrades de La Isla de mi infancia, ver a dirigentes cofrades postulándose en
ejecutivas, listas electorales o ejerciendo cargos públicos pues esta
situación, no nos quepa la menor duda, quita independencia a la labor propia
del apostolado que realizan las HH.y CC ya que en alguna ocasión el ejercicio
del cargo público entrará en verdadera fricción con los pilares que fundamentan
nuestra Fe y el aborto, la eutanasia o la ideología de género bien podría ser
ejemplos palpables de lo que estoy defendiendo en este artículo. Todo esto lo
digo desde el mayor de los respetos como no podría ser de otra forma.
Es verdad que necesitamos
católicos en la vida pública, católicos consecuentes, coherentes que defiendan
con valentía la Fe ante la innegable invasión de mensajes que hacen vayamos
acondicionando nuestra vida lejos de Dios en el que decimos creer, de la
Iglesia a la que decimos pertenecer, de las necesidades reales de nuestro
prójimo al que decimos servir. ¿Un católico no puede ser político? No es que no
pueda es que debe serlo pero sin que los principios que fundamentan la Fe sean
conculcados por los intereses que interesan en cada momento a ese espectro
llamado política.
Hay que ver lo que ha dado de
sí este artículo porque hemos pasado de Don Carnal a la Cuaresma, de lo cofrade
a la política, y esto ocurre porque estos temas son de palpitante actualidad ya
que entre unos y otros hemos hecho que esta vida sea un auténtico carnaval.
Jesús Rodríguez Arias
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