Cuarenta y un senadores franceses han firmado un manifiesto de apoyo a los golpistas catalanes y todos nos ponemos a replicarles. Hasta que recordamos que Rufián es diputado, y que ser senador no añade más mérito intelectual, moral o personal al que ya traías de casa o no. Realmente funciona a la perfección el sistema representativo y el parlamento tiene que hacer un hueco a los que representan a cierto tipo de ciudadanos no tan preclaros. Es la fiesta de la democracia o carnaval.
Para no quedarse atrás, López Obrador ha escrito una carta al Rey de España pidiéndole que pida perdón por el Descubrimiento de América y toda la pesca. Al final, van a hacer de Pedro Sánchez y sus ganas de desenterrar a Franco un tipo pegado a la más rabiosa actualidad. Denle carrete a López Obrador y se empeña en exhumar a Carlos I de España y V de Alemania. Cuanta menos historia se estudia en las escuelas y en las universidades más se la manosea en la política y en los platós. No sé qué contestará Felipe VI, que es muy señor, pero lo suyo sería un profundo silencio ultramarino.
Vivimos en la época de los selfies y todos los políticos tienen que hacerse el suyo declarativo con una bobada gorda que levante cierta polvareda mediática. Desde que lo importante es que hablen de uno, bien o mal, pero mejor mal, esto se está volviendo insoportable.
Hijo de mi tiempo, yo no quiero ser menos, así que ahueco la voz, meto los mofletes y me hago mi selfie a humo de pajas. Exijo a los 41 senadores franceses que pidan perdón ahora mismo por la decapitación de Luis XVI, que era un buen hombre y cuya muerte encendió la espita de una edad contemporánea que ha sido un sinvivir. María Antonieta merece un homenaje.
Al presidente mexicano, mientras espera sentado la disculpa real, yo quiero hacerle mi confesión particular. Me alegro lo indecible del Virreinato de Nueva España, qué regalo para el mundo y para la Hispanidad, con su Virgen de Guadalupe, con sus universidades, con su Derecho de Indias y con Sor Juana Inés de la Cruz, tan española como yo, y con cuánto talento. Alfonso Reyes, Octavio Paz, Jaime Sabines y Vicente Quiriarte ya no eran legalmente españoles, pero los leo como si fuesen mis vecinos pared con pared, porque qué separa el mar, el mar que se mueve sin descanso, que no aúne una lengua. Por encima de las bobadas, yo quiero darle a México, a Nueva España, un abrazo oceánico, con perdón.
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