El tiempo de Adviento sirve para construir la paz en la propia alma, en la familia y en el mundo, sin buscar excusas para hacer la guerra. Lo recordó Francisco en su homilía de la misa matutina celebrada en la Casa de Santa Marta el primer martes de diciembre
Debora Donnini – Ciudad del Vaticano
Prepararse a la Navidad tratando de construir la paz en la propia alma, en la familia y en el mundo. Es la exhortación del Santo Padre en su homilía de la misa matutina celebrada en la capilla de la Casa de Santa Marta. Hacer la paz – recordó – es un poco como imitar a Dios, haciéndose humildes, sin hablar mal de los demás y sin herirlos. Su reflexión se articuló a partir de la Primera Lectura (Isaías 11,1-10) y del Evangelio (Lucas 10,21-24) de la Liturgia del día.
En las palabras de Isaías hay una promesa de cómo serán los tiempos cuando vendrá el Señor: “El Señor hará la paz” y “todo estará en paz”, recordó el Papa. Isaías lo describe con “imágenes un poco bucólicas” pero bellas: “El lobo vivirá junto al cordero”, “el leopardo se echará junto al cabrito” “y un niño pequeño los guiará”. Esto significa – explicó Francisco – que Jesús trae una paz capaz de transformar la vida y la historia, razón por la cual se lo llama el “Príncipe de la paz”, puesto que viene a ofrecernos esta paz.
Pedir al Príncipe de la paz que nos pacifique el alma
Por lo tanto, el tiempo de Adviento es, precisamente, “un tiempo para prepararnos a esta venida del Príncipe de la paz. Es un tiempo para pacificarse”, exhortó el Papa. Y dijo que se trata de una pacificación ante todo “con nosotros mismos, pacificar el alma”. “Muchas veces nosotros no estamos en paz” sino “con ansiedad”, “con angustia y sin esperanza”. Y la pregunta que nos dirige el Señor es: “¿Cómo está tu alma hoy? ¿Está en paz?”. Si no lo está, el Papa Bergoglio exhortó a pedir al Príncipe de la paz que la pacifique para prepararse al encuentro con Él. “Nosotros estamos acostumbrados a mirar el alma de los demás” pero – fue la invitación del Papa – “mira tu alma”.
Pacificar la familia: ¿hay puentes o murallas?
Después es necesario “pacificar la casa”, la familia. “Hay tantas tristezas en las familias, tantas luchas, tantas pequeñas guerras, tanta desunión a veces”, afirmó Francisco e invitó – también en este caso – a preguntarse si la propia familia está en paz o en guerra, si uno está contra el otro, si hay desunión, si hay puentes o “murallas que nos separan”.
Preguntar a los niños: ¿intimidas o haces la paz?
El tercer ámbito que el Papa pide que se pacifique es el mundo donde “hay más guerra que paz”, “hay tanta guerra, tanta desunión, tanto odio, tanta explotación. No hay paz”:
¿Qué hago yo para ayudar la paz en el mundo? “Pero el mundo está demasiado lejos, padre”. Pero, ¿qué hayo yo para ayudar la paz en el barrio, en la escuela, en el lugar de trabajo? ¿Yo recurro siempre a alguna excusa para entrar en guerra, para odiar, para hablar mal de los demás? ¡Esto es hacer la guerra! ¿Soy manso? ¿Trato de construir puentes? ¿No condeno? También preguntemos a los niños: “¿Qué haces en la escuela? Cuando hay un compañero, una compañera que no te gusta, que es un poco odioso o es débil, ¿tú intimidas o haces la paz? ¿Tratas de hacer la paz? ¿Perdono todo?”. Constructores de la paz. Se necesita este tiempo de Adviento, de preparación a la venida del Señor que es el Príncipe de la paz.
Hacer la paz es un poco como imitar a Dios
La paz siempre va adelante, jamás está detenida, “es fecunda”, “comienza desde el alma y después vuelve al alma tras haber hecho todo este camino de pacificación”, evidenció el Papa Bergoglio y añadió:
Y hacer la paz es un poco imitar a Dios, cuando ha querido hacer la paz con nosotros y nos ha perdonado, nos ha enviado a Su Hijo para hacer la paz, para ser el Príncipe de la paz. Alguien puede decir: “Pero padre, yo no he estudiado cómo se construye la paz, no soy una persona culta, no sé, soy joven, no sé…”. Jesús en el Evangelio nos dice cuál debe ser la actitud: “Te alabo, oh Padre, Señor del cielo y de la tierra, porque has escondido estas cosas a los sabios y a los doctos y las has revelado a los pequeños”. Tú no has estudiado, no eres erudito… Hazte pequeño, hazte humilde, hazte servidor de los demás. Hazte pequeño y el Señor te dará la capacidad de comprender cómo se construye la paz y la fuerza para hacerla.
Detenerse ante la posibilidad de una pequeña guerra
Por lo tanto, la oración de este tiempo de Adviento debe ser aquella que “pacifica”, vivir con la paz en nuestra alma, en la familia y en el barrio:
Y cada vez que nosotros vemos que existe la posibilidad de una pequeña guerra, tanto en casa como en mi corazón, en la escuela o en el trabajo y tratar de hacer la paz. Jamás, jamás herir al otro. Jamás. “Y padre, ¿cómo puedo hacer para no herir al otro?” – “No hablar mal de los demás, no tirar el primer cañonazo”. Si todos nosotros hiciéramos sólo esto – no hablar de los demás – la paz avanzaría más. Que el Señor nos prepare el corazón para la Navidad del Príncipe de la paz. Pero que nos prepare habiendo hecho nosotros de todo, nuestra parte, para pacificar: pacificar mi corazón, mi alma, pacificar a mi familia, la escuela, el barrio, y el lugar de trabajo. Hombres y mujeres de paz.
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