Hace dos mil años el Espíritu Santo descendió sobre los discípulos en la “habitación de arriba” donde estaban reunidos. Precisamente allí, en el Cenáculo, después de dos milenios, los frailes franciscanos de la Custodia de Tierra Santa han animado la celebración con motivo de la fiesta de Pentecostés.
Los católicos pueden realizar oraciones oficiales en el Cenáculo solo dos veces al año, ya que es un lugar todavía objeto de polémica con el Estado de Israel en cuanto al reconocimiento de propiedad. De hecho, su propiedad es reivindicada por los franciscanos, que lo adquirieron en 1333, como regalo de los soberanos de Nápoles, y de donde fueron expulsados en 1552 por los otomanos. Actualmente, no se pueden celebrar misas, pero los franciscanos van allí en oración el Jueves Santo, en que se recuerda la Última Cena, y el día de Pentecostés, cuando el Espíritu Santo descendió sobre los discípulos.
Siguiendo la tradición, los frailes de la Custodia se reunieron primero por la mañana, junto a fieles y peregrinos, para la misa en la iglesia parroquial de San Salvador en Jerusalén. “Hoy es la fiesta de la parroquia de Jerusalén: Pentecostés, de hecho, nos recuerda el nacimiento de la primera comunidad cristiana, que fue justo aquí, en Jerusalén”, dijo el padre Nerwan Al-Bana, párroco de San Salvador. Durante la homilía, el sacerdote habló del significado de Pentecostés, reflexionando sobre tres aspectos: “El primero es que, inmediatamente después de la Ascensión, los primeros discípulos empezaron a dar su testimonio sobre la vida de Jesús. El segundo es que la gente, cuando escuchaba la predicación de Pedro, comenzaba a preguntarse qué debía hacer; su respuesta era: arrepentíos y bautizaos. El tercero es que todos los discípulos, tras recibir el Espíritu, se convirtieron en testigos para anunciar la Palabra hasta el fin del mundo”.
Por la tarde fue el momento de las vísperas en el Cenáculo, presididas por el Custodio de Tierra Santa, fray Francesco Patton. Mientras cantaban, los frailes se dirigieron en procesión a la pequeña estancia contigua a la gran cámara cruzada del Cenáculo, donde la tradición sitúa el episodio de Pentecostés. “Poder celebrar aquí en el Cenáculo las vísperas de Pentecostés es muy importante porque es el vínculo con el lugar donde descendió el Espíritu”, dijo fray Patton. El Custodio de Tierra Santa subrayó el poder del Espíritu Santo: “El don del Espíritu Santo les hizo valientes, capaces de proclamar la muerte y resurrección de Jesús”. La imagen del Espíritu como lenguas de fuego es especialmente significativa para fray Patton.: “Él es la luz que ilumina nuestras mentes y nos hace capaces de acoger el anuncio de la pasión, muerte y resurrección de Cristo – afirmó -. Él es la llama que ensancha nuestros corazones para introducirnos en una relación de amor con Dios y con los hermanos”. El Custodio rezó para que en estos tiempos difíciles el Espíritu Santo envíe su aliento para crear diálogo y reconciliación, más allá de los conflictos y las divisiones en Tierra Santa y en el mundo.
Beatrice Guarrera
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