El obispo de San Sebastián, José Ignacio Munilla, ha denunciado el «cada vez mayor intervencionismo público» en la educación de los niños. Durante la homilía de la Misa en la basílica de Loyola, el obispo ha destacado que una de las aportaciones clave desde el humanismo cristiano es «el subrayado del reconocimiento del derecho-deber primigenio de la familia hacia la educación de los hijos»
San Ignacio se sentó con 40 años «en un pupitre rodeado de niños y adolescentes para reforzar sus conocimientos de gramática, retórica y métrica». La educación, como lo fue para el santo, «también es un desafío contemporáneo», tal y como los obispos vascos destacaron en su última carta pastoral conjunta. Es una preocupación para la Iglesia, ya que «es una cuestión nuclear de cara a la construcción de una sociedad humana, justa y fraterna», afirmó el obispo de San Sebastián durante la celebración de la Misa en la basílica de Loyola, ante cientos de jesuitas, fieles y autoridades públicas –el Lehendakari Urkullu, entre otros–.
En sus palabras, el prelado ha insistido en la importancia de «la inspiración cristiana en la tarea educativa»; tal vez, «más importante que nunca». La primera aportación que hace el cristianismo al campo educativo es «su compromiso con una filosofía realista, necesaria para superar la indiferencia y el relativismo». Una segunda aportación clave en el momento presente «es la referente a la educación en el amor humano, que integre adecuadamente la afectividad y la sexualidad. Sin una visión integrada de la afectividad, la sexualidad y el amor, la tarea educativa está condenada al fracaso». Y, por último, una tercera aportación clave «es el subrayado del reconocimiento del derecho-deber primigenio de la familia hacia la educación de los hijos». Si bien es cierto que «en teoría nadie se atreve a cuestionar este principio, en la práctica, por la vía de los hechos consumados, es obvio que caminamos hacia un cada vez mayor intervencionismo público, que limita, e incluso usurpa en ocasiones, el derecho-deber de los padres hacia la educación de sus hijos», destacó el obispo de San Sebastián.
Monseñor Munilla puso como ejemplo en este punto «el dictamen del Tribunal de Estrasburgo que sentenció la eutanasia para el bebé británico Charlie Gard, imponiendo tal criterio contra la voluntad de sus padres. La sociedad europea ha asistido impasible a este drama, sin la conciencia necesaria de lo que supone que nuestro máximo órgano jurídico se arrogue el derecho último sobre la vida de un niño, por encima del criterio de sus padres. El Papa «ofreció sin éxito que el niño pudiese ser trasladado al territorio del Vaticano, en medio de un mutismo clamoroso de las autoridades políticas europeas».
Alfa y Omega
Fecha de Publicación: 01 de Agosto de 2017
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