«¡Han sido los mejores momentos de mi vida!» En los momentos finales del campamento de verano de la parroquia de San Francisco en Alepo, los testimonios de los niños son unánimes, ¡el campamento ha sido un verdadero éxito! También los padres están satisfechos: «Los niños esperaban con impaciencia la mañana para ir al Oratorio y, cada día, volvían habiendo aprendido cosas nuevas». «Gracias a las actividades del campamento, los niños han podido salir de la depresión en la que permanecíamos durante estos seis años de guerra». Incluso los voluntarios, que deseaban «sembrar buenas semillas en el corazón de los niños, afirmaban haber recibido tanto como han dado, de hecho, sin duda han recibido incluso más».
Las cifras resultan difíciles de creer. El campamento fue organizado por la parroquia de San Francisco de Alepo que ya había reunido el año pasado a 350 niños. Pero este año ha congregado, cada día y durante dos meses, 860. ¡860! Y seguían llegando peticiones pero no había más sitio y tuvieron que cerrar las inscripciones. Ni un solo rincón de los locales de la parroquia quedaba olvidado; todos los patios, todas las salas, vibraban al ritmo de las actividades. Los niños tenían de 4 a 15 años, y entre ellos había toda la variedad de los ritos cristianos.
Para atenderles, unos sesenta voluntarios, catequistas y profesionales, que impulsaron multitud de talleres: teatro, dibujo, música, canto, baloncesto, natación, danza, manualidades, cine y religión. Porque, si hay una creencia querida por la parroquia de San Francisco y especialmente por su párroco, el padre Ibrahim Al Sabagh, es precisamente que el Señor es el primero, en la actual situación en Siria, que quiere y puede consolar a su pueblo.
Por otra parte, el campamento de verano, que en Alepo se llama El Oratorio, tenía un lema: “Con Jesús, coloreo mi vida”. Todos los colores se desplegaban en la ciudad que la guerra ha cubierto de un denso polvo gris: eran los colores de las camisetas de los niños que, por edades, se dirigían al campamento o salían para alguna actividad.
De lunes a viernes, de las 9 de la mañana a las 13:00, los chicos se reunían en la parroquia. El sábado, en grupos y en varios horarios, todos iban a la piscina. Y el domingo, la misa de las 11 estaba reservada para ellos. Se reunían para dar gracias al Señor por todos sus beneficios y las riquezas recibidas durante la semana recién terminada y para confiarle la nueva semana que empezaba.
Cada semana, un tema diferente permitía a los niños, a través de las diferentes actividades, profundizar sobre el tema general y fortalecer la relación con Jesús. Todos los gastos del campamento, incluida la merienda diaria para cada participante, corrieron a cargo de la parroquia. Comenzado a primeros de junio, el campamento finalizó a finales de julio con dos días de celebración. El 26 de julio se organizó una gran exposición de las obras realizadas por los chicos durante estos dos meses. Las familias fueron invitadas a verlas y estaban impacientes por descubrirlas. «Jesús no solo ha coloreado la vida de los niños sino que también la nuestra ha recuperado el color viendo su alegría y cómo han florecido», manifestaban los padres, felices y conmovidos, mientras sus hijos les mostraban emocionados sus creaciones.
El 28 de julio, en el colegio de Tierra Santa, tenía lugar un gran espectáculo final ante 3200 personas, entre padres y niños, con la asistencia del padre Ibrahim pero también de Mon. Abou Khazen, vicario apostólico de los latinos, y de tres sacerdotes venidos de Italia con una delegación de sus feligreses. Un símbolo para los chicos de la universalidad de la Iglesia y de la presencia en la oración y en la generosidad de muchos cristianos del mundo.
Al fondo, un inmenso Jesús, sonriente y con los brazos abiertos, formado por el conjunto de los dibujos realizados por los niños durante los dos meses. El artista que lo ha creado quería mostrar que «esta es la misión confiada a cada cristiano, ser testigo de Jesucristo en cada momento de nuestra vida diaria: el trabajo, el juego, la oración».
Con este retrato, Jesús estaba allí donde el padre Ibrahim lo quiere enraizar: en el corazón de los fieles, en el centro de nuestras vidas. «Los brazos abiertos de Jesús expresan su disponibilidad y su voluntad de abrazar a todos, de abrazar en su corazón la multitud de familias… adultos… niños… cuyas heridas aún no han cicatrizado, cuyas lágrimas aún no se han secado…
La abundancia de rayos de varios colores que salen de sus manos indica que es Él quien da color a nuestra vida.» En su discurso, el párroco no olvidó mencionar que todas las actividades de la parroquia se han realizado en el contexto de las celebraciones de los 800 años de presencia franciscana en Oriente Medio.
Un fallo eléctrico durante el espectáculo no consiguió borrar la sonrisa de sus rostros: «Esto nos recuerda que no estamos en Hollywood, sino en Alepo…» comentaba un visitante con una sonrisa.
Por primera vez después de seis años, el campamento se ha realizado sin escuchar ni tener miedo de los misiles. Especialmente emotivo para los organizadores, el testimonio dejado discretamente por una familia originaria de Raqqa que en 2015 pudo escapar de la ciudad controlada por el Isis para refugiarse en Alepo. «Gracias a los animadores que se han mostrado tan compresivos ante el comportamiento, a veces inadecuado, de nuestros hijos». Testigos en Raqqa de los horrores del llamado Estado islámico, hoy tienen que reconstruirse. Y su padre daba las gracias calurosamente, explicando cómo ha mejorado su actitud después de estos dos meses. Un cambio de comportamiento dentro de la familia del que numerosos padres han sido testigos.
Para ellos, como también para muchos otros niños, ha sido la primera vez en 6 años, y en algunos casos la primera vez en su vida, que descubrían el juego, la piscina y la inocencia de su edad.
El Oratorio, este año, se diseñó como un modelo presentado a los padres para el acompañamiento y la formación integral que afecta a todas las dimensiones de la persona – explican los organizadores -. Nuestra esperanza es que cada familia haya percibido las prioridades de la formación para mejorar el acompañamiento de los niños.
Las luces de la fiesta se han apagado pero brillan aun en sus ojos y en sus corazones. Todos tienen la sensación de haber cumplido su misión cuando oyen decir: «Me he acercado más a Jesús, he adquirido la costumbre de rezar por la mañana y por la noche. Realmente, Él ha dado color a mi vida».
Los habitantes del distrito parroquial también tienen el corazón encogido. No verán más estos cientos de camisetas de todos los colores por las calles cada mañana. Pero los colores que han dejado al rehacer las señales de las aceras, darán testimonio durante largos meses de su alegre paso por allí.
«Damos gracias al Señor por todo el bien, por todas las maravillas que ha hecho en estas frágiles, vulnerables y pequeñas criaturas. Todas las curaciones, las alegrías y las esperanzas sembradas en sus corazones. Solamente Él vuelve a dar la vida, el color, el sentido a la vida… nosotros mismos y las actividades del Oratorio hemos sido únicamente instrumentos de Su Mano. ¡Alabado seas, Señor!»
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