Los puedes ver sentados en ese
poyete a modo de banco al final de los Arbolitos mirando con sus vistas
cansadas por los años y también por los sufrimientos a ese horizonte que se
construye ante ellos hecho cuando la memoria se echa para atrás.
Horizonte roto por la montaña
que es principio y también final de sus
miradas aunque pienso que ellos no miran esa mole rocosa sino sus vivencias de
un tiempo que no volverá y que se mantiene vivo a base de recuerdos.
Octogenarios ya aunque a uno
le queda muy poco para entrar en esta década y otro la ha sobrepasado con
creces. Con los achaques de quienes han vivido mucho, han trabajado más, han
padecido los rigores de una época que ellos mencionan trazos con los que
consideran de su confianza.
Uno con sus problemas
circulatorios y otros con esos “resfriados” tan malos que coge de vez en cuando
y que duran tanto los malditos. Los dos con sus bastoncillos, su paso ligero
subiendo y bajando las empinadas calles con esa soltura que solo tienen los que
han nacido y vivido siempre en Villaluenga del Rosario.
Me cuentan que han estado
malillos y que hasta han tenido que visitar el hospital pero ahora ya mejorados
se les vuelve a ver su entrañable figura por este pueblo que los quiere de
verdad.
Son Cristóbal y Mateo, son
Mateo y Cristóbal...
Sobre Cristóbal escribí hace
algún tiempo y os puedo decir que generó mucho cariño en torno a este buen
hombre, mucha emoción apenas contenida por los que lo quieren tanto y a lo
mejor estas palabras salidas del afecto que le profeso hizo de detonante para
que se hicieran sentimientos.
Él agradeció mis palabras con
gesto serio, emocionado y con un abrazo cuya fortaleza aun siento en mi cuerpo.
¿Cómo estáis? Los saludo.
¡No estamos muy peor! ¿Y la
mujer? ¡Qué graciosa es la perrilla! ¡Y buena, es una perra buena!
Empieza una de nuestras
conversaciones que duran lo que tienen que durar. Me cuentan sus males y Mateo
me hace incapié sobre los gatitos, Rubi, las gallinas y el gallo que tienen a
las afueras del pueblo. ¡Cada día son más!
Dentro de nada vendrá Pilar a
traerles de comer y con ella seguro que sus nietos.
Pilar, mujer de Mateo, es ese
tipo de personas que solo una palabra las define: ¡Buenas! Servicial al máximo
siempre anda ocupada atendiendo a su marido, a sus hijos, nietos o quienes
sean.
Pilar, mujer enjuta casi
siempre vestida en tonos negros, tiene esa clase de fortalezas que sin
aparentarlo pueden mover el Caíllo entero si hiciera falta. Mujer que rehúye
toda clase de protagonismos, mujer que le gusta estar en la última fila que al
contrario de lo que se piensa es donde mejor se ve y se divisa todo.
Pilar, cuando atardece, coge
sus bolsas con esos recipientes lleno de las sobras de la comida para alimentar
a los gatitos que cada día son más, las gallinas, el gallo y el fino perrillo
de rubio pelaje que ladra cuando ladra y cuando no mira con sus ojillos hechos
a la inmensidad de cuanto le envuelve.
Mateo y Pilar, una vida
juntos, han sabido crear una Familia en los que se nota su mano, los valores
donde han sido criados, el valor de la honradez, del sacrificio como
estandartes y su Fe...
Podrás ver a Mateo y Pilar
rodeado de niños que entran y salen de su casa que está justo al lado de la
Casa Consistorial o nuestro pequeño y encalado Ayuntamiento que es el lugar
donde se rige el pueblo.
Podrás ver a Pilar rezando en
su banco lo más atrás posible a la Santísima Virgen del Rosario mientras su
hija Paqui prepara todo para la Misa.
Las campanas de la Iglesia de
Villaluenga no tocan solas. Antes lo hacía José Miguel y ahora es Paqui la que
ha cogido el testigo para anunciar cualquier celebración que tenga lugar en ese
Templo de paredes blancas donde habita Dios y su Madre la Virgen del Rosario.
La casa de Mateo y Pilar, que
está pegadita al Ayuntamiento, tiene una pequeña rampa que al subirla te
encuentras con la casa de Rogelio y Charo, sus consuegros.
Cristóbal y Mateo siempre
tienen una sonrisa en los labios y aunque pierdan la mirada en sus propios
ayeres se les puede ver esa pizca de ilusión, de esperanza que los hacen
levantarse todos los días y seguir con sus cosas, con las que sean, con sus
recuerdos.
Cristóbal le gusta da su
paseo, sentarse bajo un árbol con buena sombra cuando el calor aprieta o bajo
el invernal sol que caliente los huesos del frío que reina por esta zona, le
gusta ir a “La Posada” y tomarse ese refresco mientras ve a su hija Ana que a
esa hora ya trastea en la cocina. Allí charla con los vecinos o los hijos de
amigos queridos que viven fuera aunque la verdad ya van quedando menos de su
edad con los que poder charlar.
Mateo es más de paseo, de
hacer esto o aquello en su corral, con sus gatos, gallinas, gallos o sentarse
en la puerta del viejo caserón que sirve para guardar los aperos mientras se
toma una bebida isotónica, toma el sol con esa inmensa sonrisa que tanto lo
define.
A veces pienso que Mateo es un
niño grande y esa expresión la pude percibir toda vez que tiene cohete o
petardo para que empiece o termine alguna fiesta de nuestro bendito pueblo.
El otro día me los volvía a
encontrar, estaban los dos sentados en su sitio de siempre charlando de sus
cosas. Les dije que quería hacerles una fotografía porque en ella se condensa
todo el cariño y admiración que les profeso a ellos como a sus Familias.
Era por la tarde y el sol
buscaba el Caíllo para resguardarse detrás. Si hubiera sido de mañana seguro
que la reunión hubiera estado más concurrida y hasta Rogelio estaría allí
contando esto o aquello, se oiría de carcajada transparente de este gran hombre
que todos los días coge también su bastoncillo y su sombrero y se echa una
caminata pues se lo ha recomendado el médico con lo bien que está en casa y con
lo que ha tenido que caminar cada día de su vida por medio de la Sierra donde
tenía sus labores, ocupaciones y obligaciones.
Me he detenido pues Enriqueta
le encanta oler todas las hierbas y florecillas silvestres de Villaluenga y me
he girado. Los he visto levantarse y empezar a caminar sin prisas, sin pausas,
pues el tiempo para Cristóbal y Mateo, Mateo y Cristóbal es diferente al
nuestro con diferencia.
Jesús Rodríguez Arias
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