jueves, 25 de mayo de 2017

* DESDE VILLALUENGA: MATEO Y CRISTÓBAL




Los puedes ver sentados en ese poyete a modo de banco al final de los Arbolitos mirando con sus vistas cansadas por los años y también por los sufrimientos a ese horizonte que se construye ante ellos hecho cuando la memoria se echa para atrás.

Horizonte roto por la montaña que es  principio y también final de sus miradas aunque pienso que ellos no miran esa mole rocosa sino sus vivencias de un tiempo que no volverá y que se mantiene vivo a base de recuerdos.

Octogenarios ya aunque a uno le queda muy poco para entrar en esta década y otro la ha sobrepasado con creces. Con los achaques de quienes han vivido mucho, han trabajado más, han padecido los rigores de una época que ellos mencionan trazos con los que consideran de su confianza.

Uno con sus problemas circulatorios y otros con esos “resfriados” tan malos que coge de vez en cuando y que duran tanto los malditos. Los dos con sus bastoncillos, su paso ligero subiendo y bajando las empinadas calles con esa soltura que solo tienen los que han nacido y vivido siempre en Villaluenga del Rosario.

Me cuentan que han estado malillos y que hasta han tenido que visitar el hospital pero ahora ya mejorados se les vuelve a ver su entrañable figura por este pueblo que los quiere de verdad.

Son Cristóbal y Mateo, son Mateo y Cristóbal...

Sobre Cristóbal escribí hace algún tiempo y os puedo decir que generó mucho cariño en torno a este buen hombre, mucha emoción apenas contenida por los que lo quieren tanto y a lo mejor estas palabras salidas del afecto que le profeso hizo de detonante para que se hicieran sentimientos.

Él agradeció mis palabras con gesto serio, emocionado y con un abrazo cuya fortaleza aun siento en mi cuerpo.

¿Cómo estáis? Los saludo.

¡No estamos muy peor! ¿Y la mujer? ¡Qué graciosa es la perrilla! ¡Y buena, es una perra buena!

Empieza una de nuestras conversaciones que duran lo que tienen que durar. Me cuentan sus males y Mateo me hace incapié sobre los gatitos, Rubi, las gallinas y el gallo que tienen a las afueras del pueblo. ¡Cada día son más!

Dentro de nada vendrá Pilar a traerles de comer y con ella seguro que sus nietos.

Pilar, mujer de Mateo, es ese tipo de personas que solo una palabra las define: ¡Buenas! Servicial al máximo siempre anda ocupada atendiendo a su marido, a sus hijos, nietos o quienes sean.

Pilar, mujer enjuta casi siempre vestida en tonos negros, tiene esa clase de fortalezas que sin aparentarlo pueden mover el Caíllo entero si hiciera falta. Mujer que rehúye toda clase de protagonismos, mujer que le gusta estar en la última fila que al contrario de lo que se piensa es donde mejor se ve y se divisa todo.

Pilar, cuando atardece, coge sus bolsas con esos recipientes lleno de las sobras de la comida para alimentar a los gatitos que cada día son más, las gallinas, el gallo y el fino perrillo de rubio pelaje que ladra cuando ladra y cuando no mira con sus ojillos hechos a la inmensidad de cuanto le envuelve.

Mateo y Pilar, una vida juntos, han sabido crear una Familia en los que se nota su mano, los valores donde han sido criados, el valor de la honradez, del sacrificio como estandartes y su Fe...

Podrás ver a Mateo y Pilar rodeado de niños que entran y salen de su casa que está justo al lado de la Casa Consistorial o nuestro pequeño y encalado Ayuntamiento que es el lugar donde se rige el pueblo.

Podrás ver a Pilar rezando en su banco lo más atrás posible a la Santísima Virgen del Rosario mientras su hija Paqui prepara todo para la Misa.

Las campanas de la Iglesia de Villaluenga no tocan solas. Antes lo hacía José Miguel y ahora es Paqui la que ha cogido el testigo para anunciar cualquier celebración que tenga lugar en ese Templo de paredes blancas donde habita Dios y su Madre la Virgen del Rosario.

La casa de Mateo y Pilar, que está pegadita al Ayuntamiento, tiene una pequeña rampa que al subirla te encuentras con la casa de Rogelio y Charo, sus consuegros.

Cristóbal y Mateo siempre tienen una sonrisa en los labios y aunque pierdan la mirada en sus propios ayeres se les puede ver esa pizca de ilusión, de esperanza que los hacen levantarse todos los días y seguir con sus cosas, con las que sean, con sus recuerdos.

Cristóbal le gusta da su paseo, sentarse bajo un árbol con buena sombra cuando el calor aprieta o bajo el invernal sol que caliente los huesos del frío que reina por esta zona, le gusta ir a “La Posada” y tomarse ese refresco mientras ve a su hija Ana que a esa hora ya trastea en la cocina. Allí charla con los vecinos o los hijos de amigos queridos que viven fuera aunque la verdad ya van quedando menos de su edad con los que poder charlar.

Mateo es más de paseo, de hacer esto o aquello en su corral, con sus gatos, gallinas, gallos o sentarse en la puerta del viejo caserón que sirve para guardar los aperos mientras se toma una bebida isotónica, toma el sol con esa inmensa sonrisa que tanto lo define.

A veces pienso que Mateo es un niño grande y esa expresión la pude percibir toda vez que tiene cohete o petardo para que empiece o termine alguna fiesta de nuestro bendito pueblo.

El otro día me los volvía a encontrar, estaban los dos sentados en su sitio de siempre charlando de sus cosas. Les dije que quería hacerles una fotografía porque en ella se condensa todo el cariño y admiración que les profeso a ellos como a sus Familias.

Era por la tarde y el sol buscaba el Caíllo para resguardarse detrás. Si hubiera sido de mañana seguro que la reunión hubiera estado más concurrida y hasta Rogelio estaría allí contando esto o aquello, se oiría de carcajada transparente de este gran hombre que todos los días coge también su bastoncillo y su sombrero y se echa una caminata pues se lo ha recomendado el médico con lo bien que está en casa y con lo que ha tenido que caminar cada día de su vida por medio de la Sierra donde tenía sus labores, ocupaciones y obligaciones.

Me he detenido pues Enriqueta le encanta oler todas las hierbas y florecillas silvestres de Villaluenga y me he girado. Los he visto levantarse y empezar a caminar sin prisas, sin pausas, pues el tiempo para Cristóbal y Mateo, Mateo y Cristóbal es diferente al nuestro con diferencia.

Jesús Rodríguez Arias




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