El Corazón de Cristo es símbolo de la
fe cristiana
El Corazón de Jesús, síntesis de la
Encarnación y de la Redención
El Sagrado Corazón, manantial de
bondad y de verdad
El Corazón de Jesús, expresión de la
buena nueva del amor
El Sagrado Corazón, palpitación de una
presencia en que se puede confiar
1.- El Corazón de Cristo es símbolo de
la fe cristiana, particularmente amado tanto por el pueblo como por los
místicos y los teólogos, pues expresa de una manera sencilla y auténtica la
"buena noticia" del amor, resumiendo en sí el misterio de la
encarnación y de la Redención.
2.- La solemnidad litúrgica del
Sagrado Corazón de Jesús es la tercera y última de las fiestas que han seguido
al Tiempo Pascual, tras la Santísima Trinidad y el Corpus Christi. Esta
sucesión hace pensar en un movimiento hacia el centro: un movimiento del
espíritu guiado por el mismo Dios.
3.- Desde el horizonte infinito de su
amor, de hecho, Dios ha querido entrar en los límites de la historia y de la
condición humana, ha tomado un cuerpo y un corazón, para que podamos contemplar
y encontrar el infinito en el finito, el Misterio invisible e inefable en el
Corazón humano de Jesús, el Nazareno.
4.- En mi primera encíclica sobre el
tema del amor, el punto de partida ha sido precisamente la mirada dirigida al
costado traspasado de Cristo, del que habla Juan en su Evangelio (Cf. 19,37; Deus
caritas est, 12).
5.- Este centro de la fe es también la
fuente de la esperanza en la que hemos sido salvados, esperanza que ha sido el
tema de mi segunda encíclica.
6.- Toda persona necesita un
"centro" para su propia vida, un manantial de verdad y de bondad al
que recurrir ante la sucesión de las diferentes situaciones y en el cansancio
de la vida cotidiana.
7.- Cada uno de nosotros, cuando se
detiene en silencio, necesita sentir no sólo el palpitar de su corazón, sino,
de manera más profunda, el palpitar de una presencia confiable, que se puede
percibir con los sentidos de la fe y que, sin embargo, es mucho más real: la
presencia de Cristo, corazón del mundo.
8.- Os invito, por tanto, a cada uno
de vosotros a renovar en el mes de junio su propia devoción al Corazón de
Cristo.
9.- Uno de los caminos para
revitalizar esta devoción al Corazón de Cristo es valorar y practicar
también la tradicional oración de ofrecimiento del día y teniendo presentes las
intenciones que propongo a toda la Iglesia.
10.- Junto al Sagrado Corazón de
Jesús, la liturgia nos invita a venerar el Corazón Inmaculado de María.
Encomendémonos siempre a ella con gran confianza.
(Extracto de textos de
Benedicto XVI realizado por
Jesús de las Heras,
director de la revista Ecclesia)
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