Llega el miércoles de cada semana y con él nuestro ya tradicional artículo publicado en "Raíces de Grazalema" que creara con la ilusión de perpetuar la historia, las tradiciones, las devociones, las casas, cosas, casos y las gentes de Grazalema por parte de nuestro siempre querido y recordado Diego Martínez Salas.
Hoy traigo uno que hace referencia a una tradición de este querido pueblo y la cual he escuchado por boca de sus vecinos en más de una ocasión.
Tradiciones del Domingo de Pascua en Grazalema se titula y os puedo decir que es sumamente interesante.
Para conocer un pueblo, un lugar, siempre es bueno el conocer aparte de su historia también sus tradiciones que es lo que nos diferencia uno de otros y hace únicos, diferentes.
Sirva este semanal artículo como mi particular homenaje a la memoria de nuestro siempre recordado Diego que junto a sus colaboradores hizo de este sitio web llamado "Raíces de Grazalema" un lugar imprescindible para los que gustan de conocer un poco más de este pueblo.
Este homenaje también lo traslado a su viuda, hijos, madre, familia, amigos así como a toda Grazalema y los grazalemeños.
Recibid todos un abrazo con sabor a eternidad,
Jesús Rodríguez Arias
raicesdegrazalema.wordpress.com
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Tan pronto como se vislumbraban las primeras luces del Domingo, los grazalemeños bajaban de todos los rincones del pueblo a la Iglesia de la Encarnación para proclamar la Resurrección del Señor.
Tras la misa, que ponía fin a los rigores cuaresmales; salía por las calles de Grazalema, la procesión del Niño Jesús perdido. La imagen se denominaba de esta forma, porque representaba a un niño de corta edad; probablemente la que tenía Jesús cuando se perdió de sus padres y fue hallado en el templo, discutiendo con los doctores de la ley.
Esta bellísima imagen, era vestida para la ocasión con una rica túnica blanca bordada en oro, y portaba una cruz de plata, sobre la que se colocaba una banderola blanca; símbolo del sudario que envolvió a Jesús y de su triunfo sobre la muerte. Igualmente lucía para la procesión unas potencias de plata, de más calidad que las que utilizaba ordinariamente en la capilla donde se veneraba, y que se cubría con un retablo de madera tallado y dorado en el lugar que hoy ocupa la capilla de San Isidro. (1)
La devoción al Niño Perdido, o al Dulce Nombre de Jesús, como realmente se denominaba, y que se celebraba los días 1 y 2 de enero, tenía por fin desagraviar al Señor por las blasfemias, sacrilegios, profanaciones e irreverencias de la que era objeto.
La propagación de esta devoción estaba encomendada, a la Orden de Santo Domingo, que la extendió durante el siglo XVII, a muchas localidades de la Diócesis de Málaga, fundamentalmente durante el largo mandato del obispo dominico Fray Alonso de Santo Tomás (1664-1692), que encomendó a los miembros de su orden, varias misiones que visitaron las parroquias más importantes de la diócesis. De hecho sabemos que el propio Fray Alonso, visitó al menos en dos ocasiones Grazalema, lo que indudablemente debió de contribuir a consolidar esta devoción y otras devociones propias de la orden de predicadores. (2)
La influencia de los dominicos durante estos años del siglo XVII, debió de ser de importancia pues no sólo salieron de Grazalema varios frailes de la orden, el más conocido Fray Raimundo del Valle, sino que hasta la guerra civil, existió en la Iglesia de la Encarnación:
“… un retablo de madera dorado y pintado, muy viejo. En su hornacina sin cristal se encuentra una imagen de vestir de Santo Tomás de Aquino, con un traje completo de seda con los colores de la orden dominica, uno viejo para el camarín y otro nuevo para sus fiestas. La imagen tiene una custodia de plata en su mano izquierda y una pluma también de plata en su derecha. Debajo de la hornacina del santo hay otra hornacina pequeña con una imagen de mármol de Santo Domingo de Guzmán”. (3)
La imagen del Niño Perdido, de una altura aproximada de un metro veinte centímetros, estaba atribuida a la escultora Juana Roldán, “La Roldana”; (4) presentando algunos de los rasgos propios de la madurez artística de esta importante escultora, tales como expresividad del rostro, la gracia en la postura fuera de todo hieratismo, la boca pequeña en forma de triángulo, el arqueo de las cejas, o las pequeñas bolsas bajo los parpados, etc., Caracteres que hacen de esta imagen, lamentablemente destruida en 1936, una escultura de una extraordinaria calidad; y cuya recuperación mediante la recreación de una nueva que se inspirase en ella, constituye todo un reto deseable para la Iglesia y las hermandades de Grazalema.
No hay que confnndir la imagen del Niño Perdido de la Iglesia de la Encarnación con la otra efigie que se encontraba vinculada a la Hermandad de Ntra. Sra. de la Soledad que recibía culto en la ermita del Calvario y que era sacada el Domingo de Resurrección a su atrio para la veneración de los fieles durante dicho día.
Concluida la procesión, los niños de Grazalema recibían de sus padrinos y de sus padres los hornazos de Pascua, con los que marchaban de excursión a distintos puntos como el Calvario, la ermita o la era próxima a ésta.
Hornazo de Grazalema, hecho por Herminia Ríos Lerena y Carmen González Ríos
El hornazo de pascua, se elaboraba dando a la masa del pan o a la del bollo de almendras, propio de la cuaresma, la forma deseada. Normalmente era redonda para las niñas y en forma de trenza para los niños, aunque también podía adoptar otras formas, como tortugas, gallinas etc,. Al hornazo se le colocaba en su centro un huevo cocido que se solía tintar de azul o de rosa, según a quien fuera destinado. Hoy día se puede usar colorante alimentario para dar el color, pero cuando estos “inventos”, no existían se solían tintar sumergiendo el huevo en agua que se había coloreado previamente con algún cartón rojo o azul. Sobre el hornazo se colocaban figuritas de animales, cestitos etc,. Para evitar que el huevo se cayera, se sujetaba a la masa con dos tiras de la misma masa formando una cruceta. Algunos eran un verdadero ejercicio de habilidad como el elaborado hornazo que que ilustra este artículo realizado por Herminia Ríos Lerena y su hija Carmen González Ríos.
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El origen del hornazo, se encontraba en la prohibición que existió durante muchos años de comer huevos durante la cuaresma, pues se les asimilaba a la carne al objeto de quedar vedado su consumo. (5) Así durante los cuarenta días previos a la Semana Santa, se cocían los huevos, y se pintaban de colores para distinguirlos de los frescos. El Domingo de Pascua, las gentes regalaban los huevos a sus parientes y allegados, aprovechando para alegrar el día a los más pequeños, con las divertidas formas de los hornazos. Con el paso de los años, desapareció la prohibición, pero se conservó la tradición de los hornazos, hasta no hace muchos años. Hoy día, solo nos queda su recuerdo con el del cariño que nos demostraban nuestras madres y abuelas al regalárnoslos.
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Notas:
(1)Archivo Catedral de Málaga. Legajo 874.48.
(2)GUEDE LISARDO. Historia de Málaga III. Episcopologio. Pag. 40.
(3)Archivo Catedral de Málaga. Legajo 874.48.
(4)ROMERO DE TORRES. ENRIQUE. Catálogo Monumental de la Provincia de Cádiz. Tomo I. Grazalema. Año 1.907.
(5)Por esta razón huevos, leche, mantequilla, queso y manteca de puerco están prohibidos (Santo Tomás, Summa, II-II, Q. cvii, art. ult., ad 3).
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