Para la Jornada Mundial de las Comunicaciones Sociales de este año el Papa Francisco nos invita a reflexionar en torno al lema: “Comunicar esperanza y confianza en nuestros tiempos”. El Papa nos estimula a buscar un estilo comunicativo abierto y creativo que encuentre las posibles soluciones a los asuntos. De este modo, invita a favorecer una actitud activa y responsable en las personas a las cuales va dirigida la noticia. Se trata de “Comunicar con confianza y esperanza en la verdad, en la era de la postverdad».
Francisco en su Mensaje para esta Jornada de las Comunicaciones Sociales, anima a los comunicadores a promover esperanza y confianza en nuestro tiempo. En un contexto global en el que crece la desconfianza de unos y otros por la situación política, social y económica de muchos países, por los conflictos de ese terrorismo lejano que nos hace cercanos, por la llegada a nuestras fronteras de inmigrantes y refugiados, propone comunicar confianza y esperanza. Nos invita a ser portadores de la “buena noticia”, a los hombres de nuestro tiempo, y pide a los comunicadores el esfuerzo de ofrecer «buen trigo» que enriquezca a las personas y les permita crecer en humanidad. El Papa actualiza así la experiencia de la Iglesia en su misión de anunciar el Evangelio, y recuerda precisamente que solo la verdad produce confianza y esperanza verdaderas. Por difícil que sea de entender y aceptar en ocasiones, la verdad ilumina la realidad, señala al hombre el camino del auténtico progreso y permite la realización de su humanidad. Por eso, en el centro del mensaje de la Iglesia está Jesucristo, quien se presenta a sí mismo como «camino, verdad y vida» (cf. Jn 14, 6). Es Jesús, el Resucitado, quien ofrece al mundo la esperanza definitiva sobre el pecado y sobre la muerte al proclamar con su vida que el pecado es perdonado, que la muerte ha sido vencida. Como dice el papa Francisco, «continuamente vemos, y veremos, problemas cerca de nosotros y dentro de nosotros. Siempre los habrá, pero en esta noche hay que iluminar esos problemas con la luz del Resucitado, en cierto modo hay que “evangelizarlos”. Así es: hay que evangelizar los problemas. No permitamos que la oscuridad y los miedos atraigan la mirada del alma y se apoderen del corazón, sino escuchemos las palabras del Ángel,“el Señor no está aquí. Ha resucitado” (v. 6); Él es nuestra mayor alegría, siempre está a nuestro lado y nunca nos defraudará». Del mismo modo que la presencia de Jesucristo es causa de esperanza, de confianza y de vida, se puede decir que su ausencia es causa de temor, de error y de muerte. Donde Jesús desaparece o es ocultado, el hombre queda desconcertado, desorientado: queda sin camino, sin verdad y sin vida. La desconfianza y la desesperanza son el fruto de la mentira o de la ocultación de la verdad.
En nuestro tiempo surge una nueva era que se denomina de la postverdad y que es consecuencia lógica del relativismo moral,por un lado, y por otro, de la modernidad líquida, pues tiene su fundamento en ambos. Todo ello da origen a un mundo precario sin nada estable, ni tierra firme, cuyas consecuencias se pueden ver ya en la concepción de la familia, en las relaciones personales, en el compromiso social y en la vida pública: la fidelidad ha sido sustituida por la flexibilidad. Se crea así una situación líquida, un tiempo provisional, sin principios sólidos, sobre el que no se puede construir el futuro. El tiempo de la postverdad lleva consigo, inevitablemente, el tiempo de la postbondad y el tiempo de la postbelleza. Cuando se pierde la referencia objetiva de la verdad desaparece también la bondad como guía de la acción humana orientada por la verdad y la belleza como expresión artística del bien y la verdad, valiosa por sí misma y agradable para los demás. La postverdad nos aboca a un mundo sin bondad ni belleza, un mundo sin amor ni alegría, un mundo en el que no cabe ni el progreso, ni la confianza ni la esperanza.
He aquí la llamada que nos corresponde si queremos asegurar lo humano: Permanecer en la verdad, crecer y mantenernos en el terreno firme de la verdad. En este servicio a la verdad, muchas personas han entregado su vida. A ellos agradecemos su generosidad y su entrega, y pedimos que sean recompensados con la Vida, por el Señor de la Verdad. A todos nosotros, colaboradores de la verdad, que la encontramos en Jesucristo, Camino, Verdad y Vida, nos corresponde ofrecerla a nuestro tiempo. Es el servicio que el Señor nos pidió en el día de su Ascensión al Cielo: la buena noticia que anunciamos siembra esperanza y confianza en nuestros tiempos. Quiera Dios que los comunicadores hagan suyo este mensaje y que todos nosotros lo seamos también, como veraces testigos de la verdad y portavoces del Verbo de la Vida.
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