¡Eh, tú¡ ¡A
ti te lo digo!
¿Como te
sientes tras vaciar el estercolero de tus entrañas mofándote y riéndote hasta
de la misma muerte?
¿Qué bien
estar bajo ese anonimato que ofrecen las redes sociales verdad? Porque si
pusieras nombre y apellidos a lo mejor, y solo en el mejor de los casos,
podrías ser denunciado y quién sabe si hasta juzgado aunque tú tranquilo porque
gracias a Zapata se ha instaurado en España el uso, también abuso, del “humor
macabro”.
Te mandaría
a la mierda si no estuvieras ya en ella pues eres como ese resto de seres que
escupen a diestro y siniestro según la voluntad toda clase de frases y mensajes que no es que insulten ni duelan, no
tenéis tanta importancia, sino que realmente asquean y nos hacen pensar a donde
hemos llegado esta sociedad donde hemos sido capaces de crear e incentivar a
verdaderas cañerías humanas.
Te diría que
eres un “hijodelagranputa” pero sé que tu madre es la principal víctima de
haber engendrado un hijo del mismo demonio.
Te diría que
me das asco pero eso pienso que no hace falta que ni te lo diga.
Ayer, hoy,
ha sido Rita Barberá, antes fue Victor Barrio o cualquiera en los que fijéis
vuestra empozoñada mirada. No respetáis ni la vida ni la muerte sino solamente
vuestro odio, vuestro “sagrado” rencor, vuestra maldad envolvente.
Y mientras
vuestros representantes realizando los mandatos de quienes los eligieron. No,
aquí no se guarda un minuto de silencio por nadie salvo de los que vosotros
queráis, los que son de vuestra cuerda, los que quieren lo mismo que vosotros.
No se
abrieron las bocas cuando murió Bolinaga harto de pinchos y tampoco de Otegui
ni de Juana Chaos. Preferís mil veces a los asquerosos asesinos que han inundado
a España de sangre inocente que a la gente normal y corriente que solo quieren
vivir en paz.
Las redes
sociales gracias a vosotros se han ido convirtiendo en un inmenso estercolero
donde vale y cabe todo. Llegáis a millones de personas, lo sabéis, y por eso
bajo ese anonimato de la desvergüenza, de la villanía, de la más crapulosa
cobardía, os dedicáis a emitir toda clase de chistes, soflamas, mensajes,
comentarios no solo hirientes sino putrefactos.
Lo malo es que
hay muchos que os ríen las gracias y no porque estén de acuerdo sino porque no
quieren ponerse en contra de vosotros pues saben como os vengáis. Es lo que se llama miedo a los cobardes.
Y los que os
critican hay que darles “leña al mono” utilizando los resortes que bien sabes,
sabéis, conozco de primera mano pues nunca me he escondido, siempre he dado la
cara defendiendo mi opinión y desnudando la vuestra.
Podréis
amenazarme, insultarme, aunque no lo que conseguiréis nunca es “cagaros en mis
muertos” pues ellos están a una altura que vosotros no llegáis ni de coña.
Nuestros muertos viven aquí en la tierra en la dignidad de nuestras memorias y
vosotros no sabéis que es de lo que os estoy hablando.
Ustedes
defendéis la memoria sesgada creando bando y divisiones donde no tiene por qué
haberlas. La memoria de un país, con sus cosas buenas y malas, es nuestra, es
de todos, no solo de unos cuantos que no saben ni por donde va la historia. ¡A
ver si conocemos más antes de hablar, escribir o publicar tonterías!
Sé que este
escrito es para nada pues solo el que tiene conciencia y corazón es capaz de
recapacitar sobre lo realizado. Vosotros sois alimañas que os alimentáis de los
despojos que una parte de la sociedad os ofrece como mayor alimento. Os nutrís
con la carroña y por eso se os conoce con solo publicar esa sarta de memeces
tan maquiavélicamente estudiadas esparciendo el detritus a todos y contra
todos.
Sé que os
pasaréis estas palabras por donde yo me paso a vosotros todos los días pero en
uso de la libertad de expresión que viene recogida en la Constitución Española
de 1978, esa que queréis derogar por vuestros mismos cojones, he querido hablar
de nuevo alto y claro para deciros lo que pienso y bien sabéis que soy de los
que después escribo.
Vuelvo a
ponerme como diana para que me lancéis vuestros escupitajos llenos de la peor
de las infecciones: La del odio hecho rencor que tiene siempre un mismo final y
que es siempre la más inmensa de las soledades donde te sientes tan vacío que
al final, cuando ya es demasiado tarde para casi todo, te das cuenta que todo
lo dicho y hecho no vale para absolutamente nada.
¡Demos
tiempo al tiempo!
Jesús
Rodríguez Arias
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